Salgamos todos del armario

Intentemos aprovechar el vendaval para cambiar algo, para mejorar siquiera un pequeño aspecto de nuestras vidas.

Debemos salir todos del armario / Archivo
Debemos salir todos del armario / Archivo

Me ha interesado mucho el vídeo en el que Pablo Alborán revelaba su homosexualidad. Pues vaya una revelación, habrán dicho algunos, porque ya lo suponían, o, aún mucho mejor, porque les daba igual. Aunque tampoco faltan aquellos que sostienen que ese tipo de manifestaciones ya no tienen sentido porque los homosexuales, aseguran enfáticos, no sufren hoy en día ninguna discriminación, pero ni una miajita. Y como prueba te enumeran una retahíla de alcaldes, ministros, políticos, empresarios y etcétera. Pues sí. Hay muchos y muchas que han dado la cara, desde luego, y por cierto que a algunos se la han partido, literal y metafóricamente, unas cuantas veces. Y es verdad que la situación ha mejorado, pero la homofobia sigue teniendo en general muy buena salud. Baste señalar la penosa caza al amante alboraniano que se desató tras el vídeo del cantante. De repente conocer la lista de sus novios parecía un asunto de interés nacional.

El hecho mismo de que Alborán, joven, con éxito, trabajando en el liberal mundo de la música y residiendo en España, haya vivido más o menos en la sombra hasta ahora y haya sentido la necesidad de dar un paso así es la prueba del algodón de que las cosas siguen sin funcionar adecuadamente. Como dice una amiga lesbiana, es un inmenso aburrimiento eso de tener que ir declarando a los cuatro vientos lo que haces en la cama. A los heteros nadie nos pregunta con quién nos acostamos, pero las demás sexualidades son una fuente inagotable de cotilleo mediático. Por todos los santos, si no hacemos más que publicar listas con los 50 o los 100 homosexuales más destacados. A ver por qué demonios vas a tener que salir en una lista con gente con la que es posible que no tengas nada que ver, por la simple razón de compartir un único detalle de tu erotismo. Ahora supongamos que se publicaran listas todos los años sobre famosos y famosas a los que les guste la postura del misionero, por ejemplo. O imaginemos un titular como este: Los cincuenta adeptos al 69 más influyentes del país. Es una majadería, ¿verdad? Pues lo otro también.

Esto parece chistoso, pero la homofobia es algo muy serio. Según el último informe mundial de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA), con datos de 2019, la homosexualidad sigue estando prohibida en 68 países miembros de Naciones Unidas, a los que hay que añadir otros dos, Egipto e Iraq, en donde es ilegal de hecho. En seis países se castiga con la pena de muerte, y las ejecuciones son algo común; hay otros cinco países con pena capital, aunque no se aplica. En 26 Estados las condenas van de 10 años a la cadena perpetua. En otros 31 países las penas llegan hasta los ocho años de prisión. Un recuento atroz que escalofría.

España es mucho menos cerril que todo esto, pero aquí también hay violencia homófoba, física y verbal; hay discriminaciones, amenazas, humillaciones. Por eso comprendo que hay que seguir haciendo declaraciones como la de Alborán: pueden arropar a quienes se encuentran en una situación de indefensión. Normalizan y alientan. Pero ¿saben qué?, si me interesa el vídeo es porque creo que en esta ocasión la salida de Pablo del armario no atañe sólo a los homosexuales. La verdad es que me ha parecido conmovedor que haya sido una decisión horneada en la pandemia. Esta tremenda crisis que estamos viviendo es como un tornado, un viento abrasador que nos vapulea el corazón y la cabeza, dejando un rastro de destrozos. ¿En qué acabará todo esto? ¿Sabremos hacer algo con los escombros? ¿Escogeremos una reconstrucción mimética y pastiche, o aprovecharemos la oportunidad para ser algo más?

Las rutinas ocultan los miedos y los miedos fomentan las rutinas. Esas costumbres ciegas, un poco perezosas o cobardes, son nuestros armarios. La pequeña jaula a la que nos hemos acomodado. Me encanta esta frase del vídeo: “Necesito ser un poquito más feliz de lo que ya era”. Sí: atrevámonos a volver a pensar en la felicidad. E intentemos aprovechar el vendaval para cambiar algo, para mejorar siquiera un pequeño aspecto de nuestras vidas (yo, por ejemplo, quiero dejar de correr de un lado para otro). Gracias, Pablo, por mostrar que debemos salir todos del armario. —eps.

*ROSA MONTERO / EDICIONES EL PAÍS S.L. 2020

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