Peronistas, en vez de asustaros poned toda la carne en el asador

El partido guapo y machote de la Argentina hoy parece un burguesito asustado frente a la crisis que él mismo provocó y por eso le echa la culpa a todos los demás, mientras se va borrando de su responsabilidad.

El presidente Alberto Fernández en la sesión plenaria de la LX Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur y Estados Asociados, en Asunción, Paraguay.
El presidente Alberto Fernández en la sesión plenaria de la LX Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur y Estados Asociados, en Asunción, Paraguay.

Cuando la crisis económica de la Argentina empezó a parecer imparable, la primera reacción de las autoridades nacionales fue echarle la culpa de los males a todo quien anduviera suelto.

En particular, esta semana se escucharon las más insólitas acusaciones de culpabilidad frente al panorama incontrolable que domina el escenario económico del país.

La ministra de Economía, Silvina Batakis, acusó de la pésima situación que recibió, a Martín Guzmán. Pero al revés de lo que decía Cristina que lo revoleó al abismo hasta hacerlo arrojarse, no fue porque Guzmán quiso hacer un ajuste antipopular, sino por todo lo contrario: por haber sido un irresponsable y gastar de más.

Es que lo importante no es la culpa, que puede ser una o lo contrario, sino la identificación del culpable.

Al otro día apareció la vicepresidenta lanzando una de sus ya tradicionales filípicas contra la Corte Suprema de Justicia de la Nación, pero esta vez le agregó algo novedoso. Dijo que “los argentinos y las argentinas deben saber que será muy difícil mejorar las condiciones de vida de todos y todas con esta Corte y con este modo de funcionamiento del Poder Judicial”.

En otras palabras, la culpa de la crisis económica y política a la que el peronismo nos llevó, es de la Corte Suprema. Y advierte: mientras tengamos esta Corte nada funcionará en el país.

Difícil de encontrar a otra política/o tan personalista y egocéntrica que confunda su crisis personal con la justicia con la crisis colectiva del país.

Por su parte, el presidente Alberto Fernández también acusó a sus propios culpables. Primero habló de los “especuladores que hacen subir la divisa” y luego de los turistas que al comprar dólares para viajar también hacer subir el dólar blue. Pero eso no fue nada comparado con lo que diría cuando viajó al Paraguay para la Cumbre del Mercosur, haciéndole honor a su récord Guinness internacional de pavadas. Allí dijo que “cuando alguien estornuda en Moscú, un argentino se resfría”. Poético modo de culpar hasta a los rusos de la grave situación económica nacional. Y, para peor, luego sostuvo que la inflación argentina es una nadería ya que hoy la inflación en Europa aumentó el 500% y en EE.UU. el 800%. O sea que el dólar blue haya llegado a 350 pesos en la Argentina es una nimiedad frente al drama económico de los países centrales.

Reiteramos, todo este conjunto de chifladuras se oyeron en meramente la semana que acaba de transcurrir. En apenas siete días, con lo que no sólo el dólar, sino también la locura viene aumentando con prisa y sin pausa.

En síntesis, menos ellos (los que gobiernan), los culpables de la crisis argentina actual son además de Macri, (el culpable absoluto, metafísico), el resto de los opositores, los que viajan al exterior, los especuladores, los que estornudan en Moscú, la pandemia, la guerra, la prensa, Guzmán y la Corte.

¡Mamita!, como diría Cristina.

Pero cuando se le acabaron los culpables, le agregaron a esa actitud una especie de sálvese quien pueda, donde frente a un presidente y sus pocos seguidores que no tienen la menor idea de qué hacer, el resto del peronismo comienza a mirar hacia otro lado, como diciendo “yo no fui”. Y así hacer de Alberto Fernández el único chivo expiatorio de la probable debacle. Actitud pusilánime que no evitará que la crisis, de implosionar o explotar, se los lleve puestos a todos sus responsables, además de al país, por supuesto.

Lo que estamos viendo por estos días es al peronismo en contra de sus propias leyendas que lo hicieron venderse como casi invencible. Que fue el partido de la justicia social. El partido del poder. El que sabe poner la política al frente y desde allí conducir la economía. El partido del pragmatismo extremo, el único que para conservar el poder se puede transformar en el más liberal o todo lo contrario, quien no le hace asco a nada. El partido que ocupa las calles y controla a los pobres. El partido de que a líder muerto, rey puesto como si se tratara de una eterna Iglesia laica o de una monarquía democrática.

En suma, el machote de la Argentina que siempre está y todo lo puede, hoy tiembla aterrado, dividido en tribus o individuos que solo se aferran al temor de perder sus privilegios. La de De la Rúa parece una presidencia fuerte frente a la de Alberto, mejor dicho a la de Alberto y también de Cristina, quien se está borrando primero que nadie. Jamás tuvimos un presidente tan mentiroso por obsecuente como Alberto, pero frente a él, Cristina parecía ser una dirigente política si bien ideologizada, firme en sus concepciones (en un momento en que se necesita más firmeza que nunca, se piense como se piense). Sin embargo hoy semeja apenas una burguesita temerosa por su pellejo, en fuga ante sus personales contratiempos con la justicia. Uno está atontado y la otra pasó de indignada a aterrada. Lo cierto es que ambos capitanes están abandonando el timón del barco por su pánico a conducirlo, cuando no hay nadie que les discuta el timón o que quiera reemplazarlos en la conducción. Una deserción notable de ambas caras del poder presidencial argentino. Y no sólo de ellos dos.

Así, el mismo peronismo que fue capaz de unirse incluso contra natura para ganar las elecciones en 2019 ahora es cuando de verdad debiera unir todas sus fuerzas -y con todas sus fuerzas- para enfrentar la crisis terminal de un gobierno que nació cojo desde su propia constitución.

Debe mostrar si en serio es el partido del poder, como las leyendas dicen, o si se dejará llevar por las olas como se suele decir de los gobiernos no peronistas frente a crisis económicas extremas. Así como Macri demostró ser el primer gobierno no peronista que pudo cumplir su periodo entero en democracia, el peronismo hoy debe probar que no caerá como los gobiernos no peronistas frente a una situación difícil que sólo tiene solución desde la política más que desde la economía. La política, esa cosa que el kirchnerismo y sobre todo Cristina se cansaron de decir que era lo que le sobraba al peronismo y la faltaba a los demás. Pues que la usen de una buena vez en vez de mantenerla oculta, llorando todos en los pasillos. Los gobernadores e intendentes porque no quieren perder sus feudos y Cristina porque no quiere perder sus fueros, aunque para lograr sus mezquinos intereses se lleven puesto al país. Que es lo que hacen desde que asumieron, profundizando y agravando la crisis que heredaron de Macri y que antes ellos hicieron heredar a Macri.

El partido de la justicia social jamás había sido tan injusto socialmente hablando, tan torpe económicamente hablando, tan ineficaz políticamente hablando. Y tan poco guapo.

Por eso es hora de que juntos los peronistas pongan toda la carne en el asador para sacarnos de la crisis en que nos metieron. No queda el menor margen para borrarse de su propio gobierno como lo están intentando, y menos para echarle la culpa a nadie.

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