Ojos y oídos del rey

“A palabras necias, oídos sordos” alude a la indiferencia que se debe adoptar ante los ataques impertinentes de quienes nos quieren perjudicar.

Ojos y oídos del rey.
Ojos y oídos del rey.

Al leer sobre el imperio persa, nos llama la atención la existencia de una especie de red de espías, casi como una policía secreta: se los conocía como “ojos y oídos del rey”, inspectores que controlaban si las provincias podían pagar los impuestos que se les habían fijado y que debían avisar al rey sobre cualquier revuelta o desobediencia. Este uso de los vocablos “ojos” y “oídos”, con claro valor de sinécdoque por ser la parte en lugar del todo, nos revela cómo tanto uno como el otro vocablo son usados en locuciones diversas, para indicar distintos significados. Veamos algunos con el sustantivo “oído”.

Si alguien “aplica los oídos” significa que trata de escuchar con atención: “Concéntrese, por favor, y aplique los oídos”. En esa misma línea, se dice que una persona “da/presta oídos” si da crédito a lo que se dice o, al menos, lo escucha con agrado: “Con beneplácito, ella daba oídos a los anuncios del jefe de la empresa”. Además, para indicar que alguien escucha con atención, la expresión que se usa es “abrir los oídos” y “ser todo oídos”. Todo lo contrario exteriorizan las locuciones “cerrarle a alguien los oídos” y “cerrar alguien los oídos”; en el primer caso, se quiere indicar que se insiste en que una persona no oiga lo no conveniente, mientras que en el segundo, es la propia persona la que se niega a oír razones o excusas. Cuando una persona es algo sorda o cuando carece de facilidad para percibir la medida y armonía de los versos, se dice que es “dura de oído”. Y cuando alguien no atiende o no se da por enterado de lo que se dice, se pueden usar dos locuciones de valor equivalente: “hacer oídos sordos” o “hacer oídos de mercader”. ¡Qué mortificante resulta que alguien esté continua y fuertemente sugiriendo una idea! En ese caso, decimos que nos “ladra/taladra al oído”. Y podemos escuchar otras locuciones como “oído a la caja/alparche”, usadas para llamar la atención hacia algo.

Hay una locución que puede tomarse en sentido literal y figurado: “zumbar los oídos”; en efecto, físicamente, puede hacer referencia al silbido de oídos, ruido que puede percibirse por distintas causas; pero, metafóricamente, puede señalar, con valor coloquial, que alguien es objeto de críticas o de comentarios, sin estar presente: “Consultó al especialista porque le zumban los oídos” y “Por mi actuación, me zumbaban los oídos por las críticas adversas”. Decir “al oído”, puede ser sinónimo de “confidencialmente”, como en “Me susurró la clave al oído”; pero también puede ser equivalente a “solamente oyendo, sin otro auxilio que la memoria”: “Recitaba al oído aquellos antiguos versos que había escuchado de sus abuelos”. También la locución “de oído” puede indicar que se aprende solo escuchando y sin realizar estudios especiales: “No fue a ningún conservatorio, aprendió de oído”. Cuando decimos que algo “nos entra por un oído y nos sale por el otro”, estaremos dando a entender que no hacemos caso ni apreciamos lo que nos dicen: “No le daré importancia al rumor pues me entró por un oído y me salió por el otro”.

La actitud lisonjera y de adulación se señala con la locución “regalar el oído”: “Seguro que algo obtendrá de la futura autoridad porque todo el día anda regalándole los oídos”. Muchas veces usamos el refrán “A palabras necias, oídos sordos” que el Centro Virtual Cervantes recoge en su Refranero Multilingüe; alude a la indiferencia que se debe adoptar ante los ataques e impertinencia de quienes nos quieren perjudicar.

Los ojos también pueden usarse en distintas locuciones, que conocemos e identificamos: a quien lleva anteojos, se lo llama “cuatro ojos” y puede anteponer artículo masculino o femenino: “Era la cuatro ojos del grupo”. Un “ojo a la funerala” indica, coloquialmente, el ojo amoratado como consecuencia de un golpe: “Llevaba el ojo derecho a la funerala”. Cuando alguien es muy hábil como para demostrar su facilidad, ya para captar, ya para prever una circunstancia, se dice que tiene “ojo clínico”: “Tuvo ojo clínico para seleccionar jugadores”. En cambio, “tener ojo” significa claramente “tener cuidado, atender, poner la mirada en algo” puesto que lo que se va a hacer implica riesgo o exige mucha atención: “El gerente me advirtió que tuviera ojo para hacer esa operación inmobiliaria”. Si existe una situación polémica o conflictiva, en la que puede detectarse un núcleo causante del problema, se habla de “ojo del huracán”: “El ojo del huracán se encuentra en el enfrentamiento con la patronal”. Cuando alguien ha actuado según su juicio o arbitrio, o ha obrado “a bulto, sin peso, sin medida”, se dice que lo hizo “a ojo”, como en “Lo hicieron todo a ojo”. Con ese mismo valor, se utiliza “a ojo de buen cubero”. La locución “a ojos vistas” es de tipo adverbial y puede equivaler a “visiblemente, con toda claridad, sin disimulo alguno”: “Se trataba de un fraude, a ojos vistas”. Cuando le decimos a alguien que “abra el ojo”, le estamos haciendo una advertencia para no ser engañado: “Advertí a Julián que abriera el ojo para no caer en una trampa”. Nuestra mirada puede fijarse en algo o en alguien con mucho cuidado, en cuyo caso usaremos la expresión “clavar los ojos”: “Sentí que me clavó los ojos insistentemente”. En cambio, en la expresión “comer con los ojos”, existe la intención de mostrar en la mirada el incentivo vehemente de una pasión. Aprecio excesivo connota “costar algo los ojos/un ojo de la cara”: “Se gastó parte de su fortuna en adquirir ese departamento, que valía un ojo de la cara”. Finalmente, si hago algo “en un abrir y cerrar de ojos”, quiero significar que lo llevo a cabo en un instante, con extraordinaria brevedad y gran rapidez: “En un abrir y cerrar de ojos, tuvo todo a punto para recibir al visitante”.

*La autora es Profesora Consulta de la UNCuyo.

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