Números mágicos

La expresión “un cero a la izquierda” se usa para aludir a una persona inútil pero también a una persona a la que no se tiene en cuenta.

Los números son también protagonistas de muchas frases que usamos de forma cotidiana.
Los números son también protagonistas de muchas frases que usamos de forma cotidiana.

Que los números sirven para llevar bien las cuentas no constituye ninguna novedad; pero debemos agregar que también nos son útiles para expresar otras realidades que no son numéricas. Miremos algunos ejemplos, que comienzan desde el “cero”; este número, que expresa la falta absoluta de cantidad o un valor nulo, aparece en locuciones varias; así, la expresión “un cero a la izquierda” puede usarse para aludir coloquialmente a una persona inútil o que no vale para nada, pero también, en una organización, a una persona a la que no se tiene en cuenta: “¡Pobre Luis! Está muy triste porque lo tratan como un cero a la izquierda y nunca le consultan nada”.

Indudablemente, el significado de la frase se deriva del valor matemático que posee el cero y, en ese sentido, una de las acepciones del término nos dice que expresa ausencia de elementos: “Tiene cero interés en realizar la operación”. Otra acepción es la que nos dice que, en una serie numerada, el cero marca el punto de partida: “kilómetro cero”. Sucede lo mismo en la expresión “cero horas” porque en ella se refiere este número a la hora a partir de la que empiezan a contarse todas las demás.

La idea de nulidad aparece también en las locuciones adverbiales “a cero” y “al cero”: con la primera se señala la vaciedad o nulidad de algo, como en “Tu cuenta fue cancelada porque estaba a cero”. Con la segunda, se indica “al rape”, esto es, a la altura de la raíz del cabello: “Por la pediculosis, nos indicaron que los niños debían llevar el pelo al cero”.

Indicar que algo se cumplió “de/desde cero” es significar que se llevó a cabo desde el principio o sin contar con recursos: “Tiene mucho mérito porque empezó desde cero”.

Si vamos al “uno” y le otorgamos el valor de “primero, el que precede a los demás de su especie”, lo encontramos en la expresión coloquial “número uno”, usada para señalar a la persona o cosa que sobresale en algo y que se destaca sobre todas las demás”: “Lo admiro porque es, claramente, el número uno en la empresa”. También vemos aparecer este número, que se confunde, porque es homónimo, con el indefinido, en la expresión “uno a uno”, usada para explicar la separación o distinción por orden de personas y cosas”: “Fui archivando, uno a uno, cada artículo relacionado con ese tema”. Si se quiere expresar mayor separación o distinción, la locución varía ligeramente y será “uno por uno”.

Con ese valor mixto de indefinido y numeral, se da la expresión “más de uno”, para indicar un sujeto plural: “Más de uno ha debido rectificar su postura”. Existe, además, la locución adverbial “en uno”, que significa “juntamente, con unión o de conformidad”: “Se retiraron del recinto, puestos de acuerdo en uno acerca de cómo proceder”.

Si reunimos varios números, encontramos que para ponderar la evidencia de alguna verdad se usa la expresión “como tres y dos son cinco”, mientras que para indicar que algo no se hará de ningún modo se usa “ni a la de tres”. Si se realiza algo con frecuencia, se dirá que se lleva a cabo “cada dos por tres”, pero si se hace rápidamente, la expresión coloquial es “en un dos por tres”: “Debo ayudarte con tus tareas cada dos por tres” y “Es tan inteligente que resuelve cualquier problema en un dos por tres”.

Si para algo concurren muchas personas o, al menos, un número considerable, se usará la forma “más de cuatro”: “Ya lo pudieron cancelar más de cuatro”.

Cuando la lluvia es escasa, breve, casi insignificante, se habla de “cuatro gotas”; lo mismo sucede si quien pronuncia un discurso, lo hace de manera concisa. Se dirá que habló “cuatro palabras”. Y para quienes aman los instrumentos de cuerda, resulta muy grato escuchar la ejecución del “cuatro”, guitarrilla venezolana con esa cantidad de cuerdas.

Dos amigos se encuentran y se saludan; se usa la expresión “chocar esos cinco” o “venir esos cinco”, porque hay un estrecharse las manos como signo de saludo, felicitación o acuerdo.

Cuando se tiene muy poco dinero, se dirá que no se tiene “un cinco” o que “se está sin cinco”.

En Puerto Rico, hay un baile al que se le llama “seis”, consistente en una danza individual o en pareja, como una especie de zapateado.

Cuando alguien se hace un “siete” en la ropa, significa que se ha roto la tela de un traje o un tejido, con un rasgón en forma de ángulo. Y si una persona hace algo excesivamente o en demasía, se usará la locución adverbial “más que siete”.

Si avanzamos con otros números, encontramos la locución verbal “dar a alguien con los ochos y los nueves”, con lo que se quiere significar que se le dice cuanto se ofrece sobre una queja que se tiene de él, explicándola con palabras sensibles.

En cambio, “dar lo mismo a alguien ocho que ochenta” significará que le parecen sin importancia una o más cosas que no deberían resultarle indiferentes: “Perdió el vuelo, pero a ella le daba lo mismo ocho que ochenta”.

Expresión no usada entre nosotros es “más chulo, la que un ocho”, con carácter de locución adjetiva, y con el valor de “muy arrogante, desenvuelto o presumido”.

¿Cuál es el significado de “mantenerse/seguir alguien en sus trece”? Hay dos explicaciones: podemos indicar que alguien ha persistido con obstinación en algo que ya ha empezado o que una persona ha mantenido a todo trance su opinión: “Ofuscado, se mantuvo todo el tiempo en sus trece”.

Con carácter ponderativo y cuando se expresa una cantidad indeterminada, se puede usar el número “cien”: “Me harté de decirte cien veces lo mismo”.

En un grado alto de velocidad o de excitación, podemos usar la locución “a cien”: “Estaba a cien”. Y si se quiere señalar que algo se cumplió del principio al fin, se usará “cien por cien”: “Ya completó la revisión cien por cien”.

Yendo a cifras mayores, podemos indicar una hora demasiado tardía usando la expresión “las mil y quinientas”: “Tengo tanto trabajo que regresaré a las mil y quinientas”. Otro tanto ocurre cuando usamos el número “mil” para ponderar el mal humor en la expresión “humor de mil diablos”.

La combinación de “cien” y “mil” siempre da idea de exceso o demasía: “De hambre a nadie vi morir; de mucho comer, a cien mil”.

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