Museos del olvido

Los cementerios fueron pensados como espacios donde todo suele tener un significado especial, incluso el uso de determinadas plantas no es inocente.

Cementerio de la capital de Mendoza. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Cementerio de la capital de Mendoza. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Actualmente la conversión de cementerios en “Museos al aire libre” es tendencia, al punto de que las naciones más avanzadas ya los citan como tales.

“Los cementerios pueden considerarse catálogos de intenciones, códigos de registro de distintos momentos de nuestra memoria y conjunto de características que hacen a un grupo distinto de otro. En ellos podemos apreciar la moda, la percepción del mundo, el manejo del espacio, la vanidad personal, entre otros aspectos”, señala la especialista venezolana Evelyn Rodríguez.

En definitiva cada tumba va más allá de la individualidad de quién la ocupa y lo que deseó expresar a las generaciones venideras, se inserta en un tiempo determinado, con modos específicos y lenguajes simbólicos. Por otra parte, el cementerio como conjunto, no es más que el reflejo de la ciudad a la que pertenece.

La citada experta señala, además, que el “elemento primordial con el que cuenta este tipo de museos es la simbología presente en cada uno de sus elementos, esto implica un desafío: descubrir el sentido oculto para apropiarse de él, en esto consiste la principal riqueza del museo como medio de comunicación”.

En este aspecto nos interesa detenernos hoy. Los cementerios fueron pensados como espacios donde la improvisación era casi nula, todo allí suele poseer un significado especial, incluso el uso de determinadas plantas no es inocente.

Hace más de un siglo el catalán Celestino Barallat escribió un tratado de jardinería llamado “Botánica Funeraria”, donde especifica qué flora es recomendable para estos espacios y el motivo.

Entre sus páginas explica el simbolismo de estas. Para Celestino “Si el cultivador de un jardín fúnebre (...) puede lograr que los visitantes del Cementerio oigan por medio del mundo vegetal y vean al mismo tiempo las enseñanzas morales y religiosas que se desprenden de la tumba, habrá logrado uno de sus objetos primordiales”.

Destaca la conveniencia del Sauce Llorón y el significado dentro de estos espacios: “por elegante y melancólico (…) uno de los tipos de la Botánica funeraria, y representa en ella el dolor de los vivos ocasionado por el recuerdo de los difuntos. Las ramas del sauce llorón (…) se doblan tristemente hasta tocar el suelo (…) es recomendable el pimentero para producir efectos análogos”.

Mientras que la fuerza debe representarse a través del roble o el olmo, vinculado este último con episodios luctuosos destacados en la mitología griega.

En cuanto a las rosas, el sentido funerario es muy antiguo, los romanos celebraban las famosas Rosalias “en las cuales esparcían rosas sobre las tumbas de los que fueron sus parientes y amigos”.

Las palmeras, tan presentes en el cementerio de nuestra ciudad, son el símbolo del renacimiento y se las vincula con el Ave Fénix.

Como vemos, los caminos sacramentales se encuentran llenos de símbolos, expectantes a ser redescubiertos por las nuevas generaciones. Es nuestro deber comenzar a protegerlos. Desde este espacio esperamos que nuestra clase política tome conciencia de ello y actúe de manera más eficiente en cuanto a la custodia de los cementerios, hoy vandalizados de manera escandalosa.

*La autora es historiadora

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