Mendoza sigue siendo un laboratorio político nacional

En Mendoza se ensayan, como en un laboratorio, dos experimentos: ver qué pasa si el PRO rompe con la UCR y si el cristinismo rompe definitivamente con Alberto.

El senador nacional Alfredo Cornejo y el diputado nacional Omar De Marchi en el Congreso de la Nación.
El senador nacional Alfredo Cornejo y el diputado nacional Omar De Marchi en el Congreso de la Nación.

La semana pasada hablamos en esta misma columna de las particularidades de la tan mentada institucionalidad mendocina (bastante superior al promedio del resto del país según reconocen hijos y entenados) que ha impedido la proliferación de caudillejos políticos y ha permitido una renovación muy fértil de las elites. Esa es la gran virtud provincial. Pero no es tan virtuoso que generalmente el cambio de signo de las dirigencias se produce más por las divisiones de los que se van que por las virtudes de los que vienen.

Sin embargo, este proceso político, motivado por las razones que fuera, sigue siendo más positivo que negativo en un país donde el caudillismo feudal tipo patrón de estancias domina de modo casi permanente a la mayoría de las provincias chicas y hace ya bastante que ese estilo, transportado desde Santa Cruz (como antes lo fuera desde La Rioja) hegemoniza los gobiernos nacionales peronistas.

Sera por ese modo distintivo de su modalidad institucional o por varias otras razones, lo cierto es que Mendoza suele ser en momentos trascendentales de cambios políticos un laboratorio provincial que anticipa lo que luego ocurrirá a nivel nacional, o incluso lo incentiva con su experimentación. Quizá ayude su tamaño que la ubica como la más grande de las provincias chicas y la más chica de las provincias grandes. O sea, además de un hermoso lugar para vivir por sus dimensiones bien “a nivel humano” (ni pequeña aldea aislada ni gran urbe desmedida), parece que su apacibilidad política comparativa le permite anticipar procesos políticos que luego se darán de modo más pasional e incluso más desprolijos en lo nacional. Veamos.

Acá se conformaron en 1995 las bases del Frepaso (vale decir del peronismo antimenemista) y su pacto con el radicalismo (el acuerdo Bordón-Fayad), alianza que con otros actores llegaría a la presidencia de la Nación cuatro años después.

También, cuando Néstor Kirchner decidió gestar la transversalidad entre radicalismo y peronismo para fortalecer la futura presidencia de su esposa, decidió que el mejor lugar donde iniciar ese cambio político nacional sería desde Mendoza. Yesta vez lo logró a los muy pocos meses de habérselo propuesto aunque luego su éxito sería efímero.

Existe además en Mendoza una actitud de cambio político sistemático que va rumbo a convertirse en una ley de la democracia local en caso de que se verificara nuevamente. Veamos.

El justicialismo renovador de corte más institucional que caudillesco de los años 80 y 90 (al cual el menemismo nunca pudo reemplazar por peronistas con su estilo político nepotista y prebendario) comenzó su división interna en su séptimo año. Un año después de haber ganado de modo arrollador las legislativas de medio término en su segundo mandato.

El radicalismo fayatista capitalino que lo reemplazó comenzó su división interna en su séptimo año. Un año después de haber ganado de modo arrollador las legislativas de medio término en su segundo mandato.

El peronismo kirchnerista que vino luego de la derrota en la gobernación del radicalismo en 2007, fue un fenómeno más nacional que local, pero aún así en el séptimo año de su mandato aparecieron todos los datos de que le sería muy difícil retener la gobernación luego de Francisco “Paco” Pérez quien ya llegó al sillón de San Martín enfrentado con el anterior gobernador de su mismo signo, Celso Jaque, que quería otro candidato en vez de él. (Nota solo para entendidos o para quienes quieran adivinarlo: Un candidato, el de Jaque, que quizá no casualmente ha vuelto al redil político provincial en un momento tan particular como el actual pero en otro espacio partidario. Y en otro séptimo año).

Es que el radicalismo mendocino que hoy nos gobierna apenas ha superado su séptimo año y como si fuera obra de mandinga (diría Patoruzú) se halla en situación similar a la de las experiencias anteriores. Después de haber ganado unas legislativas de segundo mandato en forma arrolladora hace poco más de un año, hoy la coalición Cambia Mendoza se encuentra con la primera amenaza seria de división interna. Es que la principal figura local del PRO, Omar De Marchi, anda con muchas, pero con muchísimas ganas de romper la coalición a nivel local, porque está absolutamente persuadido que de presentarse en unas PASO dentro de Cambia Mendoza, su fracaso sería irreversible y quizá estrepitoso como lo fue la última vez, mientras que por fuera espera hacer un papel más decoroso, gane o no. O sea, piensa que rompiendo tiene una oportunidad, mientras que manteniendo la unidad no tiene ninguna. Así se lo ha dicho una y otra vez a todos los que de diversos lados del espectro político local se le acercan con la intención de fortalecerlo en su intención de ruptura. Todos unidos al grito de que si Alfredo Cornejo se presenta a su reelección, se constituirá definitivamente en un caudillo con poder casi ilimitado en la provincia, donde hará lo que se le venga en ganas. O sea que, al menos en las palabras, en su ideario de unión para el rompimiento de De Marchi, sus probables aliados se presentan como los salvadores del institucionalismo mendocino frente a un peligro, al cual uno de ellos grafica así: “Si Cornejo gobernase Santiago del Estero, lo haría como hoy lo hace el también radical Zamora; no obra así porque Mendoza se lo impide, pero si no actuamos ahora la provincia podría ver afectada gravemente su institucionalidad con el arribo del caudillismo que hasta ahora se pudo evitar”. Aunque seguramente no todos quieren la ruptura por razones ideológicas sino también por intereses menos sanctos.

Hasta el diputado José Luis Ramón. el líder del hoy cuasi unipersonal partido Protectora debido a sus permanentes divisiones desde que intentó constituirse en la tercera fuerza local (que esta semana recuperó algo del protagonismo perdido al constituirse en quien recibió al presidente Alberto Fernández en su arribo a Mendoza por la huida masiva de radicales y peronistas de peso en actuar como anfitriones) dijo que Omar De Marchi es un caballero con el cual le gustaría discutir y compartir el futuro de Mendoza, mientras que Cornejo es un líder autoritario. Ramón, cuyo desenfado político es proverbial, llegó a la Legislatura en las boletas del peronismo y con sus dichos mostró las ganas que tiene el peronismo de que Cambia Mendoza se divida a ver si las huestes provinciales del General y de Cristina pueden pasar por el medio y recuperar la gobernación como en su momento logró hacer Celso Jaque con la división entre Cobos e Iglesias.

En el radicalismo mendocino Alfredo Cornejo no subestima ese riesgo porque él fue protagonista central en ese entonces de la ruptura entre los dos gobernadores, pero cree que hoy las cosas son diferentes y que con De Marchi o sin él o incluso con Cornejo o sin él, la actual coalición de gobierno se reelegirá igual porque no es el radicalismo el que se dividiría, ya que De Marchi actuaría al modo de una tercera fuerza y hace décadas que las terceras fuerzas vienen fracasando en Mendoza, una y otra vez. O sea que esperan la posible ruptura sin deseos de que ocurra pero tranquilos. Cornejo y Suárez anhelan ser los primeros en exorcizar la ley no escrita de que en Mendoza a los 7 años las fuerzas de gobierno se fracturan gravemente. Pero se preparan para el caso de que la ley se verifique otra vez.

Por el lado de Omar De Marchi ocurre lo contrario. El lujanino está convencido de que no tiene futuro si no rompe localmente y por lo tanto cree inevitable tomar esa decisión. Pero a su vez no está nada tranquilo porque, lógicamente, tiene un temor enorme de las consecuencias a que pueda conducirlo una ruptura de esa magnitud. O sea que construye convencido la posible ruptura, pero nada tranquilo. Por eso escucha a todos los que le sugieren, desinteresadamente o no tanto, que se anime a dar el salto. A ver si lo animan.

En síntesis, en caso de que la batalla final llegue a librarse mediante la ruptura, Cornejo cree que la alianza demarchista -por su sesgo básicamente opositor al gobierno provincial- atraerá quizá algunos sufragios de votantes radicales disconformes, pero más de votantes peronistas que pueden ver en De Marchi el verdadero opositor local, por lo cual no los perjudicará tanto y podrán retener sin demasiada dificultad la provincia pese a la división.

De Marchi, por su lado, cree que existe una mayoría harta de los dos gobiernos, del local y del nacional, y que por lo tanto esperan a alguien que se presente distinto a unos y otros aunque sume a gente de un lado y del otro. Y para eso no le queda más remedio que presentarse por fuera. O gana, con lo que tenía razón. O pierde, pero acumula poder a futuro, cosa que no lograría si es derrotado en una elección interna mediante las PASO.

Aunque De Marchi también se arriesga a ser expulsado de Juntos por el Cambio como uno de los daños colaterales. Sin embargo, se inclina más a creer que a nivel nacional, aunque nadie se lo dirá en público, hay quienes entre las figuras importantes del PRO ven con expectativas su posible ruptura para observarla como laboratorio de lo que podría ocurrir si alguna vez es necesario romper con la UCR. Es más, no solo hay gente del PRO sino también radicales que anhelan que eso ocurra, porque no se aguantan más entre sí, aunque hoy no sean mayoría.

Pero no sólo en Juntos por el Cambio, Mendoza actúa como laboratorio político, sino también en el Frente de Todos. Lo más importante institucionalmente hablando de la visita del presidente esta semana a Mendoza fue el rechazo del gobernador Suárez a recibirlo, pero desde el punto de vista estrictamente político lo más importante fue la rebelión del kirchnerismo mendocino (que hoy conduce el peronismo local) a desairarlo de una manera tan audaz y desenfadada. Como que estuvieran probando en Mendoza lo que piensan proseguir a nivel nacional llegado al caso. No por nada Mendoza sigue siendo ese gran laboratorio de la política nacional, para unos y para otros. El futuro está abierto y las probetas mendocinas lo están analizando.

* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar

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