Los riesgos que asume el Papa

El viaje a Irak del Papa Francisco con todos los riesgos que implica, es menos peligroso para él que viajar a su país natal, Argentina, una nación arrasada por el odio político.

Llegada del papa Francisco a Irak. / Archivo
Llegada del papa Francisco a Irak. / Archivo

“A la Argentina no vuelvo” fue la frase que quedó retumbando en el país. Se la dijo el Papa a Nelson Castro. Si lo hubiera dicho en estos días, se la relacionaría con su enojo por la legalización del aborto. Pero la dijo en febrero del 2019 y aparece en el libro sobre la salud de los Papas que escribió el médico y periodista argentino.

La pregunta que tuvo esa respuesta fue “cómo imagina su muerte”. Por lo tanto, haber contestado “en Roma, siendo Papa en ejercicio o emérito, a la Argentina vuelvo” implica que no volverá a vivir o residir, y no necesariamente que nunca vendrá.

Cómo fuere, lo que no está en duda es que Argentina sería una viaje con riesgos políticos. El mundo prestaría atención a una visita papal a la Argentina, por ser el país de origen. Tanto Wojtila como Ratzinger siendo papas visitaron sus respectivos países: Polonia y Alemania. Pero con “riesgo político” alto, venir al país es desaconsejable para Francisco.

En Irak, en cambio, los riesgos políticos son bajos aunque haya grandes riesgos en materia de seguridad. Quizá por eso se empeñó en visitar el país árabe. El nivel de peligro centraría la atención mundial en este viaje pontificio. Y aunque no parezca, es menor de lo que se dijo. Se habla de un peligro incrementado por la conjunción de pandemia y violencia sectaria. Pero la pandemia reduce unos de los mayores riesgos en Irak, porque justifica que no haya actos multitudinarios.

El jihadista suicida que se infiltra en aglomeraciones y detona explosivos causando masacres, no podrá actuar porque no habrá aglomeraciones.

Queda la otra modalidad de ataque: proyectiles lanzados a distancia, como los que cayeron recientemente en bases norteamericanas en Erbil y otros puntos del país. Un riesgo que hoy es bajo porque ese tipo de ataque es característico de las milicias chiitas pro-iraníes, que ahora no atacarán debido al acercamiento al chiismo que implica el encuentro de Francisco con el ayatola Alí al Sistani, en Nayaf.

Pudo entrañar más peligro para el Papa su visita a Egipto en 2017, porque la enmarcó una ola de ataques terroristas contra la iglesia ortodoxa copta. Por entonces, ISIS era poderoso en Egipto y su blanco eran los cristianos. Además de esa ofensiva contra los coptos, había crisis entre el Vaticano y los líderes sunitas de ese país, como Ahmed al Tayeb, gran imán de la Universidad Al-Azhar, que había roto relaciones con Roma porque Benedicto XVI denunciaba con dureza el desamparo de los coptos tras el ataque a una iglesia que dejó 21 muertos en el 2011.

Por cierto, visitar Irak no es fácil ni seguro. Sin embargo, paradójicamente, la pandemia hace que este sea un buen momento para ese viaje.

Una de las claves de su importancia está en los caldeos, asirios y siríacos, antiquísimas comunidades cristianas contra las que se ensañó la violencia desatada tras la caída de Saddam Hussein.

Primero fueron las milicias chiitas, que las consideraban etnias colaboracionistas del criminal régimen sunita. Los sunitas son una minoría en Irak, donde el chiismo es mayoritario. Normalmente, los regímenes de etnias minoritarias tienden a ser protectores de otras minorías, para ampliar su base de apoyo étnico. De hecho, la figura más conocida del régimen, después de Saddam, fue el caldeo Tarek Aziz, vice-primer ministro y canciller durante largos años.

Antes de que Irak se convirtiera en un agujero negro tras la caída de Saddam, los asirios, caldeos y siriacos sumaban un millón y medio. Hoy quedan sólo 300 mil. Más de un millón de árabes cristianos han sido expulsados o asesinados.

El mayor gesto del Papa hacia estas comunidades, martirizadas luego por el demencial fanatismo del sunismo salafista, es su paso por Mosul. Al norte de Bagdad, junto al Tigris, la antigua Nínive, metrópolis de los asirios, fue la capital del califato de ISIS. Por eso fue allí donde se perpetró el mayor aniquilamiento de cristianos.

En escenas que evocaban a los cristianos eslavos señalándole a los nazis las casas de sus vecinos judíos en aldeas polacas y ucranianas, muchos sunitas indicaban a los sanguinarios yihadistas las casas de los cristianos, que eran destruidas tras el asesinato de sus moradores.

Otro punto clave es Nayaf, ciudad sagrada del chiismo iraquí donde Francisco visita al ayatola Alí al Sistani, líder espiritual de los chiitas. Con ese encuentro se completa el acercamiento al Islam que comenzó en 2019 con la firma en Abu Dabi del documento inter-religioso que el Papa acordó con Ahmad al Tayeb.

Pasos históricos que ha dado el pontífice muy lejos de Argentina, país arrasado por el odio político.

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