Los dos metejones de Suárez, la grieta como estandarte y el gobierno de 8 años

El Gobernador transformó al gobierno kirchnerista de la Nación en antónimo del modelo de gestión mendocino e insistió con la reforma constitucional como su gran objetivo. Volvió a lamentar el traspié de la minería y unió su mandato al de Cornejo como si fueran uno solo.

El gobernador Rodolfo Suárez y detrás su vice, Mario Abed, antes de iniciar su tercer discurso de apertura de sesiones ordinarias, en la Legislatura Provincial
Orlando Pelichotti / Los Andes
El gobernador Rodolfo Suárez y detrás su vice, Mario Abed, antes de iniciar su tercer discurso de apertura de sesiones ordinarias, en la Legislatura Provincial Orlando Pelichotti / Los Andes

“Si bien no es novedoso tener que considerar como punto de partida los efectos agobiantes de una macroeconomía que desde hace muchos años viene dejando a la intemperie toda posibilidad de progreso colectivo, sí resulta novedoso advertir cómo esos conflictos que se habían prometido resolver, por el contrario, en los últimos tiempos se vienen agudizando”.

Rodolfo Suárez avisó desde los primeros párrafos cuál sería el tono de todo su discurso: el contraste del modelo mendocino con el nacional que expresa el kirchnerismo. Su antónimo. Su contracara. Como una y otra vez procuró remarcar.

Como un búmeran, aquella frase se volvió minutos después contra su emisor al ser analizada por un referente opositor: los problemas de Mendoza que se había prometido resolver también se han agudizado con la actual gestión provincial.

Esa profundización de la grieta como táctica para sumar adhesiones ha sido una constante del Gobernador y todo el oficialismo provincial. Obviamente que la insistencia está atada a una realidad innegable y además al apoyo que cosecha en las encuestas.

El último relevamiento hecho por la consultora Reale Dalla Torre para el Gobierno explica con acabada precisión esa diferenciación. Suárez ostenta 55% de imagen positiva. Exactamente el mismo porcentaje que Alberto Fernández reúne en el casillero de la imagen negativa.

La coincidencia es casi calcada cuando se analiza la reprobación del Gobernador (19%) con la aprobación del Presidente (17,6%). La vieja inquina de la mayoría mendocina con el kirchnerismo no registra cambios.

Por eso también Suárez apostó a marcar diferencias con el peronismo de la provincia. Y lo expuso a través de un curioso pedido público de diálogo, que sonó más a condicionamiento, para que acepte debatir la reforma de la Constitución que él propone.

Esa reforma que propuso dos años antes, en el mismo lugar, cuando la pandemia impedía la presencialidad, ha deambulado desde entonces sin éxito. Aunque menos suerte tuvo aquella idea de limitar la implantación de nuevos viñedos lanzada en el mismo discurso y de la que nunca más se habló.

El Gobernador se agarra de su plan de eliminar una cámara legislativa (y los sueldos que esa decisión implicaría) para sopapear al PJ con el argumento de que se opone a bajar el costo de la política. Un guion que lo emparenta con Javier Milei. Aunque el ahorro real sería ínfimo para el Estado e imperceptible para la ciudadanía. “Es un gesto”, dicen a su lado.

Cuando Suárez leía los párrafos dedicados a la reforma, fue la única vez que la transmisión oficial enfocó a figuras de la oposición: el senador kirchnerista Lucas Ilardo y el diputado Germán Gómez, que responde a los hermanos Félix. Los jefes de los bloques. Como para no dejar dudas de a quién estaba dirigido el mensaje.

Viendo los resultados en este tema, su acusación al Gobierno nacional de no tener “vocación para la construcción de consensos” también podría achacarse al oficialismo provincial. O no tuvo vocación o fue incapaz de generar los consensos para avanzar.

Tal vez a eso se deba la “intervención” cornejista en los bloques legislativos, a partir de esta semana, con dos recién llegados a cada cámara. Martín Kerchner será el jefe de la bancada radical del Senado y Diego Costarelli, del interbloque de Cambia Mendoza en Diputados. Dos incondicionales de Alfredo Cornejo desde su gestión municipal en Godoy Cruz.

La reforma es un metejón que el Gobernador tiene incluso desde antes de asumir: avisó en la campaña electoral de 2019 que lo intentaría.

La otra obsesión de aquellos tiempos es el desarrollo de la minería en Mendoza. Para este objetivo, el peronismo, con Anabel Fernández Sagasti a la cabeza, sí dio los votos. Y todos se quemaron juntos en la hoguera encendida por las manifestaciones sociales.

“No pudo ser. No obstante, espero que la conciencia de nuestra finitud y los fanatismos absurdos no nos impidan pensar, planificar y ejecutar las obras para beneficio de las generaciones venideras”, se lamentó. El metejón se transformó en una espina clavada en el corazón de su plan de gobierno.

El tercer discurso de inicio de sesiones del mandatario, por momentos, dio la sensación de ser el de un gobernador reelecto y no el de uno que encara la recta final de su primer y único mandato.

Aunque antes ya había usado ese recurso, esta vez se notó como nunca: en siete oportunidades unió su gestión a la de Cornejo como si fueran una sola. El actual gobierno comenzó el 9 de diciembre de 2015 .

La continuidad en su máxima expresión, desde las cuentas públicas a la seguridad, pasando por la reducción de alícuotas de Ingresos Brutos y las multas a las distribuidoras eléctricas.

En 2019 se reeligió el proyecto, justifican algunos. No tiene mucho para decir de sí mismo, chicanean otros.

El discurso de Suárez tuvo, está claro, más de pasado y presente que de futuro. No hubo anuncios ni promesas siquiera. Quizás sea porque su mandato ya desanda desde hace cinco meses la segunda mitad. Pero también es cierto que el futuro, en este país y esta provincia, hace rato es una materia de la que pocos se ocupan, salvo adivinadores y profetas.

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