Las prioridades de Biden en la región

La iniciativa argentina de recrear Unasur implica en los hechos una situación donde la influencia estadounidense en la región disminuirá.

La iniciativa argentina de recrear Unasur implica en los hechos una situación donde la influencia estadounidense en la región disminuirá.
La iniciativa argentina de recrear Unasur implica en los hechos una situación donde la influencia estadounidense en la región disminuirá.

La prioridad geopolítica de Biden es clara respecto a América Latina: México, Guatemala, El Salvador y Honduras. La importancia de México para Estados Unidos deriva ante todo de su situación geográfica: toda la frontera sur de este país es con México, que tiene 126 millones de habitantes, casi un tercio de la estadounidense. A esta situación se agrega la cuestión de los hispanos dentro de Estados Unidos, muchos de los cuales están integrados y votan. Pero el tema de los que están en forma ilegal es causa de conflicto. En los dos gobiernos de Obama se registró el récord de deportaciones de mexicanos ingresados ilegalmente al país. Eso indica que la política se suavizará sin los extremos de Trump de llegar a dividir a las familias, manteniendo a hijos y padres separados.

El triángulo norte de América Central está constituido por los tres países al sur de México. La migración ilegal hacia Estados Unidos de estos países es creciente, llegando a generar conflictos como la caravana salida de Venezuela que fue frenada en la frontera mexicano-estadounidense. Son tres países con altos niveles de pobreza y un poder creciente del crimen organizado, y especialmente de los carteles de la droga.

En estos tres países han surgido las “maras”, organizaciones iniciadas por presos jóvenes desde las cárceles que llegan a tener decenas de miles de integrantes. Hacen sentir su influencia en penales estadounidenses y es una evidencia más de la preocupación por estos tres países.

Aunque no se ha planteado explícitamente, la situación de Cuba también integra esta primera prioridad: es el tema en el que Trump se diferenció más claramente de Obama. Es probable que Biden intente la recomposición de relaciones que interrumpió el gobierno de Trump.

El problema del gobierno venezolano con su modelo autoritario (o ya totalitario) y sus relaciones internacionales es la segunda prioridad, no la primera, como fue con Trump, sobre todo en la campaña electoral. La presencia de China y Rusia en este país -la primera con eje en la economía y la segunda en lo militar- serán observadas con especial cuidado porque la influencia de estos dos países en la región sería la segunda prioridad para la administración Biden.

En particular las relaciones con Irán son observadas con cuidado dado el rol de esta potencia intermedia en materia nuclear, aunque Estados Unidos intentará retornar al acuerdo de contención nuclear del “Grupo de los 6” con este país.

Una mejor relación con Cuba puede ser un medio para intentar tender nuevos puentes con el régimen de Maduro, aunque no será fácil llegar a un acuerdo que para Estados Unidos tiene como premisa el retorno a una democracia plena, algo que el régimen venezolano difícilmente acepte.

El contacto regional jugará un papel en el conflicto de Venezuela. Si se afianza una tendencia del giro al “progresismo” en la región, como la izquierda espera, el aislamiento venezolano generado por el Grupo de Lima -integrado por los países de la región que apoyaron al gobierno de Guaidó- la presión sobre el régimen venezolano disminuirá. Si esto no es así, seguirá en aislamiento y sufriendo sanciones económicas.

La iniciativa del gobierno argentino de recrear Unasur implica en los hechos una situación donde la influencia estadounidense en la región disminuirá. Este agrupamiento de 12 países -hoy desactivado- se inició como una idea geopolítica que terminó siendo un agrupamiento político-ideológico.

En América del Sur, la relación con el Brasil de Bolsonaro será la tercera prioridad. La alianza política de Bolsonaro con Trump fue un tema central en la segunda mitad del mandato del presidente republicano, que coincidió con la primera de Bolsonaro. Esta alianza ha estado sustentada en un eje político-ideológico: una actitud hostil hacia China, el apoyo de los grupos evangélicos, la crítica a Europa en materia de medio ambiente y una posición crítica respecto al régimen venezolano. El apoyo de Brasil fue clave para que Estados Unidos pudiera reelegir al Secretario General de la OEA, articular con el Grupo de Lima y designar a un estadounidense al frente del BID. El previsible distanciamiento respecto a Biden -que será mutuo- va a debilitar la influencia sudamericana del nuevo gobierno estadounidense, pero ello en un contexto donde la subregión adquiere menor prioridad. Cabe recordar que de los 12 países que integraron Unasur, Brasil es la mitad de ellos en términos de población, territorio y PBI. Pero Brasil empieza a mirar otros horizontes, como se evidenció en la cumbre de los BRICS que tuvo lugar el 17 de noviembre.

Pero la Argentina debe observar con cuidado este panorama, evitando errores como fue el anuncio de que buscaba el libre comercio con China fuera del Mercosur, días antes del llamado entre Fernández y Bolsonaro, y el que cometió el canciller Felipe Solá al comentar supuestas palabras del presidente argentino con Joe Biden que no habían sido expresadas.

*El autor es Consultor y Escritor.

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