La vergüenza

Vergüenza es robar y que te chapen robando. La vergüenza suele venir en capsulas personales o masivas, según la variedad del hecho.

Vergüenza es robar y que te chapen robando. La vergüenza suele venir en capsulas personales o masivas, según la variedad del hecho. / Foto: Ilustrativa Web
Vergüenza es robar y que te chapen robando. La vergüenza suele venir en capsulas personales o masivas, según la variedad del hecho. / Foto: Ilustrativa Web

Es el sentimiento de pérdida de dignidad causado por una falta cometida o por una humillación o insultos recibidos. También el sentimiento de incomodidad producido por el temor a hacer el ridículo ante alguien o que alguien lo haga.

Si nos metemos en el mundo de los niños, es habitual la vergüenza: a saludar, a entablar una conversación, a jugar con algunos mayores. En ellos se expresa claramente y a veces se ponen los cachetes de la cara sonrosados en clara muestra de la situación.

En los adultos se manifiesta en algunas actividades que nos impulsan por ese camino, por ejemplo, vergüenza a hablar en público o vergüenza al decir que está de novio o de plantearle al jefe alguna queja o algún pedido que no estaba en carpeta.

La vergüenza puede ser nuestra, como dijimos, o puede ser ajena cuando alguien realiza una acción que nos llena de rubor y nos hace sentir mal. Uno siente vergüenza por una acción que ha desarrollado otro. Debería sentir vergüenza de haberse comportado de forma tan miserable.

Puede ser tan fuerte que nos impide hacer algunas acciones que teníamos planeadas porque no nos animamos, porque hay como una barrera entre nosotros y la acción que nos lleva a detener voluntades.

¿Hay una vergüenza abarcativa en nosotros? Quiero decir una vergüenza que nos abarca desde afuera y nos hace sentir mal. Por supuesto que la hay. “Siento vergüenza de pertenecer a tal grupo”, “siento vergüenza de ser argentino”. Se dice y se siente y forma parte de ese sentimiento que nos hace valorizar las cosas con un sentido crítico realmente avasallante.

A veces sentimos vergüenza por alguna medida que toman los que nos mandan y nos sentimos apabullados con tales decisiones que repercuten en nuestra forma de ser.

Pero están los que, al parecer, no sienten vergüenza por nada. Son los sinvergüenzas que se aprovechan del prójimo sin que se les muevan un cachito sus sentimientos.

Hay sinvergüenzas por todos lados y muchas veces esa situación raspa lo delictivo. Por eso el refrán “vergüenza es robar” no tiene mucha aplicación en estos casos. Porque el que roba no siente vergüenza alguna sino satisfacción por haberse apoderado de algo que no le pertenece.

Está presente en nosotros varias veces en nuestra vida. “Me da vergüenza ir a pedirle azúcar al vecino”. Es tradicional, algo realmente simple se transforma en algo difícil de atravesar.

Su sinónimo ignominia (del latín ignominĭa, cuya etimología remite a la «pérdida del nombre» -de in-nomen, «sin nombre») da a entender el efecto de una acción deshonrosa o injusta, términos de los que es sinónimo.

La XXI edición del diccionario de la RAE la define como una afrenta pública, en el sentido en que constituye una ofensa personal que queda a la vista de una comunidad que la condena unánimemente.

Por ello, la acción ignominiosa está relacionada con la desvergüenza y el deshonor de un individuo a quien las consideraciones morales le son indiferentes y que es consecuentemente objeto del descrédito general. Se suele emplear este término para denunciar una situación de injusticia, generalmente cuando se trata de la obra de un solo individuo que reúne cierta autoridad sobre una comunidad.

Cuando sentimos vergüenza de nuestros gobernantes es que la cosa anda mal, verdaderamente mal.

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