La reforma constitucional “de abajo” en Chile y la “de arriba” en Mendoza

En Chile muchos de los que marcharon en las calles podrán ahora ponerle su impronta a la nueva Carta Magna, cerrando el círculo sobre una reforma que nació “desde abajo” y a la que la elite política, “los de arriba”, se vieron obligados a adoptar.

El proyecto de Suárez lleva 9 meses en comisiones de la Legislatura, ya con el explícito rechazo del peronismo y del resto de los bloques opositores a tratarlo.
El proyecto de Suárez lleva 9 meses en comisiones de la Legislatura, ya con el explícito rechazo del peronismo y del resto de los bloques opositores a tratarlo.

Octubre de 2019, Chile. Como el aleteo de una mariposa que provoca un temblor del otro lado del mundo, el gobierno de Sebastián Piñera decide una suba en la tarifa del transporte público en Santiago que desata una ola de protestas sociales a lo largo de todo el país, de Arica a Punta Arenas. En las calles hay violentos disturbios, represión policial y muertos, frente a un gobierno paralizado y sorprendido por las consecuencias de una medida que parecía el simple aleteo de un insecto. El terremoto social se salda, parcialmente, con un acuerdo del Gobierno y los partidos opositores para llamar a un plebiscito que defina si es necesaria una reforma de la Constitución heredada de la era Pinochet.

Octubre de 2019, Mendoza. Rodolfo Suárez acaba de ser electo gobernador y entre las promesas de campaña que se prepara para implementar está la reforma de la Constitución provincial, para lo cual cuenta con el apoyo tácito del principal partido opositor, el peronismo. En las calles de la provincia se respira un clima primaveral y una transición de gobierno tranquila, con mensajes políticos de “continuidad” y acuerdos legislativos democráticos.

Octubre de 2020, Chile. El aleteo de la mariposa sigue generando sismos. Ahora en el terreno electoral: en el medio de la pandemia del Covid, casi el 80% de los votantes en el plebiscito le dice sí a la reforma constitucional. Es decir, a cambiar el modo como se rige la sociedad chilena, la más próspera de América Latina pero también una de las más desiguales e inmóviles.

Octubre de 2020, Mendoza. El proyecto de reforma constitucional, que Suárez anunció el 1 de mayo ante la Asamblea Legislativa y mandó después en agosto, duerme en comisiones del Senado. En medio de la pandemia, el oficialismo empieza a ver señales de que el peronismo, cuyos votos son imprescindibles, no se prestará al debate. El Gobierno argumenta que aún “hay tiempo” para tratar la ley, que después debería ratificarse en un plebiscito en las elecciones legislativas de 2021.

Mayo de 2021, Chile. El temblor se transforma en terremoto electoral. Los chilenos entierran en las urnas a los partidos tradicionales que vienen gobernando desde la salida de Pinochet y le dan mayoría a la izquierda y a los candidatos independientes en la Convención que redactará la Constitución. Es decir, muchos de los que marcharon en las calles allá por octubre de 2019 podrán ahora ponerle su impronta a la nueva Carta Magna, cerrando el círculo sobre una reforma que nació “desde abajo” y a la que la elite política, “los de arriba”, se vieron obligados a adoptar.

Mayo de 2021, Mendoza. El proyecto de Suárez lleva 9 meses en comisiones de la Legislatura, ya con el explícito rechazo del peronismo y del resto de los bloques opositores a tratarlo. En el Gobierno saben que no podrán aprobarlo antes de las elecciones de noviembre, pese al nuevo reclamo para que la oposición dé el debate que hizo el Gobernador en su discurso del 1 de mayo ante la Asamblea Legislativa. Es decir, el proyecto que nació “desde arriba” sigue girando en círculos sin encontrar el consenso político. Ni mucho menos el social, el de “los de abajo”, cuya agenda sigue atrapada en la pandemia y la crisis económica.

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