La realidad bajo asedio del delirio

En el mundo crecen derechas que dicen que todo lo que se extiende más allá de ellas, es comunismo, y hay izquierdas que consideran que todo lo que no coincide con ellas, es neoliberalismo.

Donald Trump y la era de protagonismo del delirio.
Donald Trump y la era de protagonismo del delirio.

El líder que había exhortado a sus fanáticos a “luchar como en el infierno” para vencer el “fraude masivo”, después los traicionó diciendo que los violentos que atacan la democracia no tienen nada con ver con él ni con su movimiento.

Si a lo que dijo tras empezar el segundo impeachment en su contra, Donald Trump lo hubiera dicho antes de la sesión conjunta del Congreso que debía certificar el triunfo demócrata, probablemente no habría ocurrido el asalto al Capitolio, aunque lo seguro es que no estaría nuevamente sometido a juicio político.

Al llamado contra la violencia lo hizo con cinco muertos sobre su espalda y un proceso en su contra. Ergo, la única interpretación posible de ese giro copernicano es que busca salvarse él, cargando la culpa exclusivamente en quienes ejecutaron el asalto.

Al ver que su último y más grave ataque contra el proceso electoral también fracasó, y ante las primeras señales de que las consecuencias impactarán contra sus empresas, Trump se convirtió en traidor de sus seguidores más violentos.

¿Cómo se pudo llegar a una situación tan patética? Por la creciente gravitación de las teorías conspirativas. Las organizaciones lunáticas con las que Trump atacó la democracia, producen y consumen “conspiracionismo”. La delirante convicción de que al mundo y a Estados Unidos los dirige una secta satánica de pederastas, poderes ocultos del judaísmo y los apellidos Soros, Gates y Rockefeller, y que Trump es el líder providencial que los enfrenta, ensambló con otra afirmación delirante: esos poderes que controlan el mundo contraatacaron mediante “un fraude masivo” para que llegue al poder el comunismo y convierta a la potencia occidental en Venezuela.

Ha comenzado una nueva era de protagonismo del delirio. Respecto al fenómeno de la realidad alternativa, resulta clave establecer cuándo nace y en qué punto del discurso se origina.

Sobre el cuándo: En la antigüedad, las teorías conspirativas se incubaban en las religiones. Por la “peste negra” que diezmó la población europea, la iglesia medieval acusó a los judíos de envenenar ríos y arroyos para exterminar a los cristianos.

A esa teoría delirante pronto se sumaron otras; por ejemplo que los judíos bebían sangre de niños. Y el resultado fue siglos de pogromos y segregación.

El mal que primero se incubó en la religión, más tarde fue incubado en su continuidad secular: las ideologías dogmáticas. Si la teocracia medieval estableció que los judíos debían realizar el oficio “impuro” de prestar dinero, porque al ser un “pueblo deicida” ya era “impuro”, la teoría conspirativa que fermentó en el nazismo los estigmatizó como “usureros”, además de crear otros estigmas en el trayecto hacia el Holocausto.

Sobre el “dónde”: las teorías conspirativas irrumpen en el punto del pensamiento político en el que éste se desconecta de la realidad. Nietzsche explicó que “no existen los hechos, sino interpretaciones de los hechos” y Foucault llevó ese razonamiento hasta la conclusión de que “la verdad es una creación del poder”.

Cada posición política observa y describe la realidad desde sus intereses y valores. Por eso dirigencias, intelectualidad, periodismo etcétera, ofrecen versiones de la realidad. Todos tienen el poder de influir sobre grupos de diferentes escalas, que se guiarán por esas versiones. Pero hay un punto en el que el discurso deforma tanto la realidad, que termina desconectándose de ella.

Las teorías conspirativas apuntan a reemplazar la realidad por la “para-realidad”, pero las hay de distinta graduaciones. El “Lawfare” es una teoría conspirativa que deforma la realidad, pero contiene elementos de ella. En cambio, la realidades alternativas que impusieron el cristianismo en el Medio Evo y posteriormente el nazismo, son absolutamente ficcionales.

En la vereda del relato delirante también están los que culpan de todos los males a George Soros, atacan las vacunas y denuncian planes para judaizar el mundo y para abolir la heterosexualidad.

Trump y Jair Bolsonaro son consecuencias de la creciente gravitación del delirio. El filósofo esotérico Olavo de Carvalho inspira al presidente brasileño que hace campaña contra las vacunas y contra el barbijo en esta fase de su sabotaje a la lucha contra la pandemia.

Son ejemplos estridentes y trágicos de este nuevo tiempo de oscuridad. Pero no son los únicos.

En el mundo crecen derechas que dicen que todo lo que se extiende más allá de ellas, es comunismo, y hay izquierdas que consideran que todo lo que no coincide con ellas, es neoliberalismo.

Tanto los ortodoxos libremercadistas que llaman comunista y populista a las demás visiones sobre la economía, como las izquierdas que llaman neoliberal a todo lo que está más allá de su propia sombra, también son señales de la inquietante gravitación del conspiracionismo.

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