La crisis de la que surgió nuestra libertad

Durante esos años de crisis, Cuyo tuvo como fin primordial sostener al Ejército de Los Andes. San Martín edificó desde lo cotidiano atravesando la escasez, con la disciplina infaltable detrás de las grandes empresas.

General José de San Martín
General José de San Martín

Tras los sucesos de 1810 la economía del actual territorio argentino se vio envuelta en lo que podríamos denominar como “primera crisis económica patria”. Mendoza no escapó a esta realidad y así recibió a San Martin en 1814.

Para subsanar este estado caótico el general tomó varias medidas. Logró que el gobierno central suprimiera los impuestos a la exportación de productos cuyanos, aunque al mismo tiempo incrementó la recaudación fiscal en todo Cuyo. También impuso contribuciones voluntarias y forzosas. Contemplando el mal estado general, permitió que se pagaran en cuotas. Secuestró bienes de los prófugos y confiscó herencias españolas sin sucesión, también tomó los diezmos eclesiásticos. Claro no sólo el pueblo tuvo la obligación de sacrificarse: en carta a Tomás Guido cuenta que hizo reducir a la mitad los sueldos estatales, incluyendo el propio.

Además, llevó a cabo obras de irrigación que ampliaron la superficie cultivable en Mendoza. Los nuevos terrenos fueron vendidos a bajo precio y esto produjo un crecimiento enorme en la agricultura regional. Simultáneamente crecieron algunas industrias cuyos productos eran útiles al Ejército, como la textil abocada a la fabricación de ponchos y frazadas. Durante estos años de crisis Cuyo tuvo como fin primordial sostener al ejército de los Andes.

San Martín edificó desde lo cotidiano atravesando la escasez, con la disciplina infaltable detrás de las grandes empresas. Nuestro héroe máximo “crea en el vacío y no se libra a la inspiración de raptos brillantes pero de resultados deleznables. En medio de la inopia o del desierto, debe sacarlo todo de su propio ingenio o de su voluntad generadora. Un mensajero de Mendoza a Buenos Aires tarda un mes en ir y volver. Las provincias de Cuyo son pobres y sin industria. Alfalfares, alojamientos, haciendas, vestidos, armas y hasta hombres, todo debe sacarlo San Martín de la nada. Responde Cuyo con abnegación a esos reclamos, pero él da el ejemplo”, señala Ricardo Rojas en “El Santo de la Espada”.

Cada madrugada —cerca de las cuatro— nuestro héroe desayunaba de pie para no perder tiempo. El día comenzaba siempre de la peor manera, atacado por fuertes dolores que calmaba con opio algo que preocupaba a sus allegados. “He procurado —escribió Pueyrredón en esa época a Guido— con insistencia persuadir a San Martín que abandone el uso del opio, pero insuficientemente, porque me dice que está seguro de morir si lo deja; sin embargo me protesta que sólo lo tomará en sus accesos de fatiga”.

A eso de las cinco comenzaba a trabajar y a las 22:00 estaba de regreso en su lecho. Muchas veces no lograba conciliar el sueño. Tanta presión lo sumergía en pozos de tensión nerviosa y amargura, avivada por la desconfianza de muchos. Confesó a Guido que la idea de atravesar esas inmensas montañas le impedía dormir y en otras oportunidades los desvelos eran fruto de su mala salud. Padeció vómitos de sangre, aunque se manifestaron en menor medida, que lo dejaban postrado en cama durante semanas.

A pesar de todo San Martín no dejó de hacer historia. Este mes en el que lo recordamos es bueno tener en cuenta que para los hombres de coraje se han hecho las empresas y que de las crisis puede también surgir lo mejor de nosotros.

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