La batalla cultural de Israel

Creo que Israel, habiendo confiado en su en su enorme capacidad militar, científica y tecnológica, ha descuidado el frente cultural, es decir el poder de influencia de un Estado a través de su diplomacia, su cultura y su ideología.

Lamentablemente, todo se reduce a Israel malo, Palestina buena, (y viceversa) olvidándose de los matices que son necesarios para poder buscar una solución que traiga paz y prosperidad a la región.
Lamentablemente, todo se reduce a Israel malo, Palestina buena, (y viceversa) olvidándose de los matices que son necesarios para poder buscar una solución que traiga paz y prosperidad a la región.

En estos días hemos visto como la capacidad militar y tecnológica del Estado israelí parece prácticamente invencible.

Un pequeño país, rodeado de estados y otros agentes que desean su destrucción, con escasos recursos naturales, con una creciente tensión demográfica, entre una mayoría judía y una minoría musulmana, muchos de los cuales no se sienten ciudadanos israelíes, y atacado constantemente ya sea por cohetes y ataques terroristas o por condenas y sanciones de la comunidad internacional.

Sin embargo, el “hard power”, es decir el poder militar y económico, ha permitido que esta pequeña nación subsista y pueda permitirles a sus habitantes prosperar.

A nivel interno, la memoria del horror del Holocausto y de la larga y triste historia de pogromos, discriminación y exclusión recuerdan la necesidad de la existencia de un Estado judío.

Así, la ciudadanía tiene un compromiso con su país no solo por un ideal romántico de Nación, sino por una cuestión de subsistencia.

“La última vez que esperamos a que nos cuiden, terminamos con 6 millones de nosotros asesinados” leí en estos días por twitter.

Pese a todo esto, hay gente que cuestiona el derecho a la existencia de Israel.

Cada vez que sale el tema Palestina es una catarata interminable de excusas para criticar todo lo relacionado con lo israelí.

Todos hemos visto ese famoso cuadrito falaz del supuesto robo de territorio al Estado Palestino. Tan falaz que ni siquiera en la actualidad Palestina logró constituirse en algo más que un proto-estado.

Todos estos detractores parecen obviar todas las guerras que la joven nación israelí ha debido afrontar, en muchos casos sin tener la ayuda de nadie, desde el momento mismo de la creación del Estado de Israel.

Nunca ha habido una verdadera voluntad de paz, el mismo manifiesto de Hamas, por ejemplo, tiene como sus objetivos la eliminación de Israel. Sin embargo, hay quienes no se sonrojan a la hora de defender a este grupo terrorista, que gobierna la Franja de Gaza desde el 2005 y se encuentra enfrentado con la otra parte de Palestina, la ANP, en Cisjordania.

Desde lo personal y como no judío, cada vez que “oso” defender a Israel recibo las mismas reacciones de alguien que defiende a Videla. Me han dicho desde imperialista hasta facho. Incluso hubo un tuitero que me dijo nazi (sí, increíble) porque osé decirle que su tuit, que rezaba algo así como “quien defiende al gobierno de Israel, no es humano”, era algo digno de un tal Adolf de Austria.

Yo me rehúso a creer que todos estos cuestionadores de Israel sean antisemitas.

Por supuesto que está lleno de “Cúneos” y “D’Elías”, pero hay una cuestión propia de una consciencia progresista que, tal vez por la asociación de la izquierda con el socialismo árabe (Fatah, Baath, Nasser, Gadafi, etc.) implica demonizar a Israel, por el solo hecho de no ser de “izquierda” y tener el apoyo de EEUU.

Y luego viene lo que yo llamo la batalla cultural o “soft power”, es decir, el poder de influencia de un Estado a través de su diplomacia, su cultura e ideología.

Creo que Israel, habiendo confiado en su enorme capacidad militar, científica y tecnológica, ha descuidado este frente.

También por redes sociales, vi una imagen que decía que Palestina era una causa feminista.

Aparentemente Israel es un macho opresor. Nadie habla de que es el único Estado de la región donde se puede ser gay, ser mujer, transexual o, en otras palabras, se puede vivir libremente. Cosas que no ocurren del otro lado de las fronteras de ese país.

Tampoco parece que importan los palestinos cuando se habla de su situación en el Líbano, Siria o el Septiembre Negro en Jordania.

Tampoco de los judíos y cristianos que han sido desplazados o están siendo perseguidos en algunos países árabes.

Simplemente queda bien atacar a Israel, por más falso que sea la crítica.

Para terminar, no pretendo ahondar en las causas del conflicto árabe israelí ni mucho menos plantear una solución, solo quiero abrir la discusión sobre esto que noto cada vez que Israel o Palestina aparecen en el debate (y del temor que a veces siento cuando defiendo a Israel).

Por supuesto que puedo estar equivocado. De lo que sí estoy seguro es que no podemos defender terroristas ni justificarlos, como ha hecho la Cancillería argentina.

Tampoco cuestionar el derecho de un Estado a existir.

Lamentablemente, todo se reduce a Israel malo, Palestina buena, (y viceversa) olvidándose de los matices que son necesarios para poder buscar una solución que traiga paz y prosperidad a la región.

*El autor es especialista en Relaciones Internacionales y en Ciencias Políticas. Universidad Católica Argentina.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA