Joseph Ratzinger: la pérdida de un pensador esencial

Existe en la obra de Ratzinger una línea de pensamiento filosófica, racional, humanista y de firme superación de los reduccionismos de toda índole.

Ratzinger. El papa que precedió a Francisco (AP/Archivo).
Ratzinger. El papa que precedió a Francisco (AP/Archivo).

Hace unos días falleció uno de los pensadores de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del actual, que pueden denominarse “esenciales”, en el doble sentido de que no solo abordan y desarrollan los temas centrales del pensamiento filosófico, del actual y del de todos los tiempos, sino también en el de que sus ideas suponen horizontes originales y que marcan los caminos a seguir para el pensamiento ulterior. Por otra parte, su fallecimiento no solo enluta a la Iglesia Católica Romana, sino que significa una pérdida para toda la cultura de Occidente, ya que, además de sus notables estudios teológicos, Ratzinger efectuó contribuciones de relevancia en el ámbito de la antropología filosófica, la ética, la filosofía política y el pensamiento jurídico (Véase: M.E. Gómez de Pedro, “El pensador y filósofo Joseph Ratzinger: algunas influencias filosóficas”, en Humanitas, N°101, Santiago de Chile, 2021, pp. 562-577).

En ese sentido, este pensador bávaro no solo dedicó su vida intelectual al esclarecimiento, análisis y difusión de la revelación cristiana, tarea de la que dan cuenta -entre muchos otros- los 3 tomos de su libro Jesús de Nazaret, traducidos hace pocos años al castellano, sino que, además, escribió varios textos de filosofía, en los que se pone de manifiesto su preferencia por la filosofía platónico-agustiniana y, entre las corrientes actuales, por el personalismo humanista. Él mismo lo reconoce cuando escribe que [en el Seminario], “en los dos primeros años, desde el inicio me fascinó la filosofía, sobre todo en la figura de San Agustín”, y “tuve una completa visión de conjunto sobre toda la indagación del espíritu humano, desde Sócrates y el círculo de los presocráticos hasta el presente”. Y en otro texto explicita drásticamente: “Yo soy decididamente agustiniano”.

De su pensamiento filosófico es posible seleccionar tres temas principales, a los fines de exponer algunos de los aspectos de su contribución filosófica: el de la libertad humana, el de la defensa de la razón y el del valor del gobierno del derecho.

Comenzando por el primero de estos temas, Ratzinger defiende la concepción clásica de la libertad, para la cual esa dimensión humana no se encuentra desgajada del resto de los aspectos de la humanidad, sino que solo puede concebirse en el marco de un contexto racional, o cognitivo-racional, y de la índole relacional propia del hombre. En otras palabras, la libertad humana, explica y defiende este autor, no es la que correspondería a una imposible autonomía absoluta y sin sentido, sino que es el modo humano de alcanzar el bien, que se logra con la mediación de la libertad. De la experiencia -sensible e intelectual- del modo propiamente humano de actuar, es decir, libremente, se sigue el carácter intencional de este actuar, que consiste -según Ratzinger- en “la tensión constante y perenne hacia un objeto”, que es lo que le otorga sentido y lo hace posible de comprensión y desarrollo perfectivo.

Con relación a la defensa rigurosa de la razón humana emprendida por Ratzinger, es interesante citar un texto especialmente expresivo: “El cristianismo, desde el principio -sostuvo este autor en la Conferencia de Subiaco- se ha comprendido a sí mismo como la religión del ‘logos’, como la religión según la razón. No ha encontrado sus precursores entre las otras religiones, sino en esa ilustración filosófica [griega] que limpió el camino de las tradiciones [míticas] para salir en búsqueda de la verdad y el bien […]. El cristianismo debe acordarse siempre que es la religión del ‘logos’ […]. Esta debería ser precisamente hoy su fuerza filosófica, pues el problema actual estriba en saber si el mundo proviene de lo irracional […] o si bien el mundo proviene de la razón y esta es consiguientemente su criterio y su meta. La fe cristiana se inclina por esta segunda tesis”.

Y finalmente, con referencia a los desarrollos intelectuales realizados por Ratzinger acerca del fundamento y valor del gobierno del derecho, es posible remitir al discurso que pronunciara en el Parlamento Británico en 2010, en el que sostiene -dirigiéndose a los parlamentarios- que “vuestra visión particular de los respectivos derechos y deberes del Estado y de las personas, así como de la separación de poderes, siguen inspirando a muchos en todo el mundo […]. En este proceso, Gran Bretaña se ha configurado como una democracia pluralista que valora enormemente la libertad de expresión, la libertad de afiliación política y el respeto por el papel de la ley, con un profundo sentido de los derechos y deberes y de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley”. Y en su discurso ante el Bundestag sostuvo: “Nosotros, los alemanes, sabemos por experiencia que estas palabras no son una mera quimera. Hemos experimentado cómo el poder se separó del derecho […] de manera que el Estado se transformó en un instrumento para la destrucción del derecho […]. Servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político”.

De lo anterior puede concluirse que existe en la obra de Ratzinger una línea de pensamiento claramente filosófica, de carácter estrictamente racional, realista, humanista y de firme superación de los reduccionismos de toda índole. Sus ideas acerca de la libertad humana y su sentido, de una razón abierta a toda la realidad (y por lo tanto no-relativista) y del enorme valor ético del gobierno limitado por el derecho, son una clara manifestación del enorme valor y relevancia de su especulación filosófico-racional.

Estudiar su legado, actualizarlo y difundirlo, es una tarea ineludible para todos aquellos que aman la verdad, cultivan la razón abierta y procuran descubrir el camino seguro de la realización humana.

* El autor es profesor de la Universidad de Mendoza y de la Universidad Austral.

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