¿Futbolistas desclasados o profesionales?

Maradona expresó la etapa nacionalista místico religiosa del fútbol argentino. Messi expresa la etapa laica y universalista, capaz de separar -como no sabía hacer la anterior- lo profesional de lo privado y el fútbol de la política.

Argentina Campeón del Mundo 2022
Así se vivió la final en las calles de Mendoza 
La Selección Argentina venció por penales a Francia 4-2, luego que el tiempo reglamentario terminó empatado 3-3 y sumó su tercer título mundial.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Argentina Campeón del Mundo 2022 Así se vivió la final en las calles de Mendoza La Selección Argentina venció por penales a Francia 4-2, luego que el tiempo reglamentario terminó empatado 3-3 y sumó su tercer título mundial. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

La división no es entre Messi y Maradona, dos genios del fútbol que cuando se escriban los trazos permanentes de la historia ellos serán recordados más por lo que tuvieron en común o de continuidad en su arte que por las diferencias de personalidad que el tiempo olvidará por intrascendentes.

Sin embargo, hay una división real: el intento de politizar a Messi como politizaron a (o se politizó) Maradona. Ponerlo al servicio del poder político haciéndole creer falsamente, que es el poder quien se pone a su servicio.

Felizmente, las multitudinarias manifestaciones de un pueblo unido por un sentimiento legítimo yendo al encuentro de la selección, y la negativa de los futbolistas a intervenir en las miserias de la política que los quiso politizar, fue una bella respuesta popular a esta operación del poder.

La operación es burda, pero hace 16 años que la vienen intentando en todas las áreas de la vida. Esta vez intervino el periodista Ernesto Cherquis Bialo, denunciando una conspiración encabezada por Macri para que Argentina no gane el mundial. Un periodista de Página 12, Pablo Esteban, explicó que el último Messi no es el anterior Messi porque “se peleó con la Conmebol, se despachó contra la FIFA, denunció injusticias arbitrales, discutió a viva voz con rivales y se pecheó con tantos otros”. O sea se politizó a lo Maradona y a eso lo ve como virtuoso. Otro periodista, Nicolás Fiorentino, de la tevé oficial, dijo que los de la selección son una manga de desclasados sin sentido de pertenencia por despolitizados. Y Cristina Kirchner, de todas las maravillas que hizo Messi en su mejor mundial sólo alabó “su maradoniano andá pa´allá bobo”, con el cual según la vicepresidenta “se ganó definitivamente el corazón de los y las argentinas”. Justificable o no, lo más feito que hizo Messi es para Cristina lo mejor, lo más nacional y popular, lo más maradoniano.

Esta gente todo lo quiere politizar, pero esta vez, como nunca antes, la mayoría de la sociedad y los jugadores triunfantes se alejaron de toda política, hartos de la tristeza que produce y afanosos de disfrutar la alegría que le quitan todos los días un poco más. No fue un delirio de unanimidad como diría Sebreli, sino la embriaguez de felicidad de un pueblo agobiado.

Maradona fue el héroe trágico condenado a llevar en sus espaldas nuestro talento individual y nuestros defectos colectivos. Fue un dios del Olimpo, divino y profano. Era la alegría en la cancha, y la tragedia fuera de ella. La política fue enfermedad para él. Dividió todo lo que en el fútbol había unido. Y más allá de la política, en lo personal fue aún peor. Tuvo el estigma destructivo de Bonavena, Monzón, Galindez, Gatica y terminó como ellos.

Messi y su equipo expresan el fin de esa dualidad entre la cancha y lo que está fuera de ella. Lo que importa es cómo juegan y nada más. En el fútbol mundial -con tantos intereses que se mueven- la política sobreabunda, pero a ellos parece no importarles demasiado. Más que héroes ejemplares, el verdadero ejemplo que trasmiten es que hay que ser un profesional en la actividad que uno esté. Y dejar la vida privada afuera de ello. Y la política también, porque la política suele querer quedarse con todo lo que toca y utilizarlo para sus fines. Estos muchachos, técnicos y jugadores, pareciera que no se quieren dejar usar. Lo que de verdad importa de estos chicos es el arte argentino popular expresado en el juego. El ballet de Messi en el tercer gol a Croacia. O dos de los goles más grandes de los mundiales: el de Maradona a los ingleses (no el de la mano) y el juego colectivo coordinado por Messi que llevó a Di María al segundo gol a los franceses. Esas son las cosas inolvidables, ante lo cual todo lo demás se desmerece.

Más que la pelota, lo que no se mancha es el arte y eso nos dio el mejor Maradona cuando empujaba a todo su equipo al frente como si fuera el Cid Campeador en un campo de batalla, porque para el Diego la vida era guerra. Messi, más que empujar hacia adelante, devino el centro del dispositivo que entrega a sus compañeros los tiros perfectos. Se transformó de un virtuoso genial en un líder no carismático como Maradona, sino paternal y generoso. No se quiere llevar el mundo por delante porque entonces el mundo se lo llevará a él como le pasó al Diego. Sólo quiere jugar al fútbol como quien sabe que lo que verdaderamente importa en cumplir su misión profesional. Y gozar con ella.

Maradona expresa la etapa nacionalista místico-religiosa del fútbol argentino. Donde un triunfo contra Inglaterra se transformaba en una reivindicación política de batallas reales perdidas. Los napolitanos la veneran tanto como a San Genaro. Los obligó a elegir entre él y su patria y en sus corazones eligieron al Diego porque éste les dio más que Italia, los hizo sentirse iguales al resto de los italianos que siempre los menospreciaron. Al final, le hicieron creer -con su total anuencia- que era el Che redivivo.

Messi y su época no tienen nada que ver con aquel tiempo. Lionel expresa la etapa universalista, laica del fútbol, el estilo argentino aplicado por ciudadanos del mundo que actúan con las reglas generales de lo global. Con la capacidad de separar lo profesional de lo privado, y el fútbol de la política. Los kirchneristas los llaman desclasados por ser despolitizados, o sea no politizados a su favor. Ni de ningún otro. Y si lo son, ¿a quién le importa?

Son empresarios de sí mismos, porque su empresa principal son sus cuerpos. En la cancha los actores y los personajes se identifican, y crean leyenda, aventura y fábula. Espectáculo.

Son hijos de su pueblo, claro, y son como seríamos la mayoría de nosotros (excepto en su genio) si supiéramos elegir mejor una dirigencia que nos abra al mundo globalizado al que pertenece la mayoría de estos chicos y hacia donde quieren ir todos los demás jóvenes argentinos que pueden.

Mientras nuestra elite del poder siga mirando, como viene haciendo desde que empezó este siglo, con desconfianza al mundo desarrollado y sólo se sienta atraída por las dictaduras bananeras latinoamericanas, firme pacto con el Irán que reprime mujeres y ahorca a jugadores de fútbol por defenderlas o se ofrezca a ser la puerta de entrada a América Latina de Rusia y su líder genocida,.... mientras sigan haciendo todo eso, será difícil tener algo que ver con el mundo en el que viven estos jugadores. Pero cuando nos abramos, todos seremos un poquito mejores civilizatoria y culturalmente. No será la selección con su austeridad y familierismo la que nos haga mejores, será nuestra nueva relación con el mundo cuando esta clase política parasitaria deje de ser la valla entre lo global y lo local. Aunque la gesta llevada a cabo por estos muchachos, nos ayuda para que eso alguna vez sea posible. Porque ellos crean ilusión, crean leyenda. Ellos son artistas que funden su arte con el colectivo del cual provienen. Son cultores de alegría en un mundo (y especialmente en un país) donde ésta no abunda. Son una ficción, una fantasía que complementa y mejora la realidad.

Messi no es la expresión del antimaradonismo, en el sentido de defensor de valores clasemedieros individualistas y egoistas como dicen los K. Además de poner lo mejor de su talento conjugado con el esfuerzo meritorio, sólo quiere divertirse cuando juega y cobrar bien por ello.

Aunque tampoco Maradona fue nunca, como creen Cristina y los suyos, ese cultor del Che Guevara que vino a combatir con sus transgresiones las injusticias del mundo capitalista. Fue simplemente un genio futbolístico al que se lo devoró el mundo cuando intentó conquistarlo desde fuera de la cancha. Cristina quiere maradonizar a Messi en ese sentido sin sentido, cuando lo que une a Diego y Lionel es su arte y que ambos provienen de la misma cantera popular. Esa cultura que tiene tanto de malo como de bueno, pero que no podemos cometer otra vez el error de seguir dividiéndonos entre buenos y malos porque ese es el pecado original de toda nuestra historia que nunca hemos sabido superar, como sí lo hicieron los países que pudieron encontrar el desarrollo.

Al pasar los años, el arte de Maradona y el de Messi cada vez se hermanarán más, aun en sus diferencias. Y la vida privada de Messi o la vida pública de Maradona fuera de la cancha serán olvidadas porque no resistirán el paso del tiempo.

Si tuvimos la suerte estos días de ser testigos en el fútbol del arte excelso y de la belleza sublime -esas cosas que acercan al hombre a la eternidad- lo mejor que podemos hacer es disfrutarlo todo lo que podamos. Al menos para compensar en parte todo lo que nos hacen sufrir esos malos políticos que deberían aprender de la selección la cordura que han perdido.

* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar

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