Entre lo urgente y lo importante

Argentina se enfrenta a una de las peores crisis de su historia y para volver a crecer, deberá generar un nuevo escenario de confianza y credibilidad.

Ilustración: Gabriel Fernandez.
Ilustración: Gabriel Fernandez.

El año 2020 será difícil de olvidar, no sólo será recordado por el año en el que se desató la pandemia de la Covid-19 sino también por ser el año en el que atravesamos una de las peores crisis económicas de nuestra historia, incluso peor que la de los años 2001-2002.

Los datos del primer trimestre de este año muestran que la economía argentina ya venía golpeada con anterioridad a la irrupción de la pandemia. El Producto Bruto Interno (PBI) se contrajo 5,2% en términos interanuales. Todos sus componentes mostraron una variación negativa, el consumo privado -6,3%, el consumo público -0,6%, la formación bruta de capital fijo (inversión) -18%,1%, las exportaciones -5,4%, y las importaciones -15,9% (Indec).

En el mercado de trabajo no hubo grandes cambios con respecto al primer trimestre del año 2019. Las tasas de empleo y desempleo permanecieron sin cambios. Aunque esta última en los dos dígitos alcanzados el año pasado, 10,4%.

Un indicador positivo en este primer trimestre fue el de comercio exterior. El ingreso de dólares aumentó 65% en términos interanuales, acumulando en el trimestre unos 3.300 millones de dólares. Más allá de este último, los datos confirman que la economía argentina ya arrastraba problemas con anterioridad a la implantación del aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO).

La cuarentena fue el tercer gran golpe que recibió nuestra economía en los dos últimos años y medio. Luego de los golpes recibidos en diciembre de 2017 cuando el Banco Central perdiera credibilidad en aquella conferencia de prensa en la que el equipo económico modificara las metas de inflación y que terminara con la renuncia del entonces presidente del Banco Central, y en abril de 2018 cuando se aprobara el cobro del impuesto a la renta financiera a extranjeros a pedido de la entonces oposición, lo que ocasionó el primer salto del dólar.

En el segundo trimestre de este año el PBI se contrajo 19,1% en la comparación interanual frente a igual periodo de 2019 (acumula en el primer semestre una contracción de 12,6% interanual). También con grandes reducciones en todos sus componentes, consumo privado -22,3%, consumo público -10,1%, inversión -38%,4%, exportaciones -11,7% e importaciones -30,1%. Estos indicadores reflejan el impacto de la cuarentena que no hizo más que empeorar una situación delicada.

El mercado laboral esta vez sí asintió el golpe. La tasa de empleo se redujo 9,3 puntos porcentuales en términos interanuales. Esto es, entre los segundos trimestres de 2019 y 2020, hubo 2,5 millones de ocupados menos. Por otra parte, la tasa de actividad también se contrajo 9,3 puntos porcentuales, que implica que 2,6 millones de personas abandonaron el mercado laboral y pasaron a ser inactivos. Es decir que estas personas no pasaron a engrosar las filas del desempleo, motivo por el cual la tasa de desempleo apenas aumentó 2,5 puntos porcentuales en el segundo trimestre en términos interanuales.

En el segundo trimestre el superávit comercial fue de 4.800 millones de dólares, aumentando 32% respecto a un año atrás. Aún no están publicados estos datos para el tercer trimestre, pero algunos indicadores permiten monitorear cuál ha sido el desempeño de la economía entre julio y octubre.

El estimador mensual de actividad económica (EMAE), que analiza la evolución mensual de la economía a través del desempeño de los principales sectores económicos, mostró en agosto un incremento de 1,1% con relación al mes anterior. El EMAE lleva cuatro meses en terreno positivo en la comparación mensual; sin embargo, se observa una desaceleración en el ritmo de la recuperación. En el octavo mes del año, este indicador se encontraba 10,3% por debajo de los niveles pre-cuarentena (febrero 2020). Cabe recordar que el EMAE comenzó a caer, en términos interanuales, en abril de 2018 y desde entonces lleva 29 meses de variaciones interanuales negativas (salvo en los meses de mayo y julio de 2019).

Otros dos indicadores que mostraron cierta recuperación entre mayo y julio son el índice de producción industrial manufacturero (IPIM) y el indicador sintético de la actividad de la construcción (ISAC). Luego de tres meses continuados de crecimiento, volvieron a caer en agosto en relación al mes anterior y se recuperaron en setiembre. El IPIM volvió a crecer en términos interanuales, luego de 28 meses de caídas, y se encuentra 2% por debajo de los niveles pre-cuarentena, mientras que el ISAC lleva 25 meses con caídas interanuales y el mes pasado había recuperado los niveles de febrero de este año.

La recaudación de impuestos también permite monitorear el desempeño de la actividad económica y del empleo. Luego de muchos meses de caídas interanuales, la recaudación volvió a crecer en términos reales, 3% en setiembre y 5% en octubre. Sin embargo, aquellos impuestos asociados al nivel de actividad económica y al empleo siguen mostrando caídas en términos reales en el noveno y décimo mes del año, indicando que aún no se observa una recuperación.

En el tercer trimestre la balanza comercial también fue superavitaria, 3.500 millones de dólares, pero el ingreso de dólares cayó 10% respecto al mismo trimestre del año anterior.

¿Cómo terminará este año y qué podemos esperar para 2021?

Este será uno de los peores años, si no el peor, de nuestra historia económica. El Presupuesto Nacional 2021 (PN2021) proyecta una caída del PBI de 12,1%. Todos los componentes del PBI caerán marcadamente, el consumo privado -13,6%, consumo público -2,1%, inversión -25,6%, exportaciones -14,2% e importaciones -21,9%. Estas proyecciones coinciden con las elaboradas por organismos privados.

Para el año próximo, las proyecciones son algo más alentadoras. El PBI crecería 5,5%, con crecimiento en todos sus componentes, consumo privado 5,5%, consumo público 2,0%, inversión 18,1%, exportaciones 10,2% e importaciones 16,3%.

Un dato a destacar es el del déficit fiscal. El Gobierno utilizó como herramienta para hacer frente a la cuarentena el gasto público financiado con emisión. El Gobierno no tenía otro camino, dado que no podía endeudarse por encontrarse en medio de una renegociación que fijó como prioridad desde el momento de su asunción. El déficit primario se ubicaría en 8,3% del PBI y el financiero en 10,3% del PBI hacia fin de año; mientras que en 2021 se reducirían a la mitad en términos del PBI (PN2021).

Analizando estas proyecciones para el año próximo, surge la pregunta de si las mismas reflejarán el punto de partida de un período de bonanza o si se tratará de un rebote que no se extenderá más allá del año 2021.

Al gobierno le llevó nueve meses acordar con los acreedores y hace más de siete que está entrampado en la cuarentena. Es momento de dejar de lado las urgencias y comenzar a pensar en lo importante. Es imperioso que el Gobierno implemente un plan de estabilización que le permita no sólo alcanzar las proyecciones previstas para el año próximo, sino también que esos indicadores positivos se extiendan más allá del 2021. Para ello, debería buscar atraer inversiones, porque serán éstas las que nos permitirán crecer y generar trabajo en el sector privado. El Gobierno tiene que generar un buen clima de inversión, estableciendo reglas de juego claras y respetándolas, generando credibilidad y confianza, brindando seguridad jurídica, y defendiendo la propiedad privada. Sin olvidar la difusión tecnológica que mejore la productividad de la economía para que este crecimiento sea sostenible en el tiempo.

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