Elecciones: el tema no es el cómo, sino el para qué

No ha sido oportuno poner a un operador político como Alberto Fernández de Presidente, porque sabe bien cómo es el poder, pero poco sobre qué es.

No ha sido oportuno poner a un operador político como Alberto Fernández de Presidente, porque sabe bien cómo es el poder, pero poco sobre qué es.
No ha sido oportuno poner a un operador político como Alberto Fernández de Presidente, porque sabe bien cómo es el poder, pero poco sobre qué es.

Nuestra dirigencia política está enfrascada nuevamente en la contienda electoral. Pero, pese a tanto tiempo transcurrido, poco ha aprendido respecto de qué es el poder y para qué se lo quiere.

Sí sabe cada día mejor cómo es el poder y cómo hacer para durar la mayor cantidad de tiempo posible en su interminable carrusel.

Así, de nuestra decisión de autogobernarnos democráticamente en libertad, desterrando definitivamente los gobiernos militares, tenemos por resultado una dirigencia política que vive en su propio mundo de “ideologías” y fantasías, quimeras irrealizables y usufructuando estilos de vida que nunca soñó vivir.

Esta dirigencia nos explica todos los días por los medios lo que ya todos sabemos y tenemos absolutamente claro: “que somos un país con 50% de pobres, sin moneda propia, con una inseguridad que ya no asusta porque la cotidianeidad la ha impuesto como inevitable, con una educación que cada vez educa menos y sin futuro”.

Así es como hemos dilapidado sistemáticamente y de manera contumaz, nuestra ganada libertad de votar.

Basta ver como se ha ido conformando el tablero de puestos vacantes a cubrir en las próximas elecciones, para ver otra vez, más de lo mismo:

Una pelea por el cómo, con reglas muy difusas, pero sin que nadie nos diga nunca el para qué.

Por eso no hay entrevista a un candidato que no sea una triste enumeración del estado en que han dejado al país, explicándonos como si nadie supiera o lo que es peor, no estuviera viviendo en carne propia como desocupado, familiar de fallecido por la pandemia, empresario que debió cerrar, monotributistas que perdió su negocio, padres de hijo que se fue al exterior o que haya sufrido un robo, asalto o asesinato.

Y luego cierra para el broche final, diciendo que no quiere ser presidente y afirmando que las culpas las tiene el otro, en una lamentable rueda de insensateces oportunistas y desvaríos ideológicos del momento.

La dirigencia política ha quedado encapsulada en su propio laberinto del cómo y así se empieza a escuchar entre ellos mismos o por parte de algún analista que pudo saltar el limbo cultural, que una coalición, alianza o unidad puede servir para ganar elecciones (el bendito cómo ), pero no sirve para gobernar ( el para qué).

Así a “Juntos por el Cambio” le han sacado la palabra Cambio.

En solo cuatro años ya no sirve para conformar una cuota de poder. Toda una definición: Juntos, “Amuchados” o “Rejuntados”, después veremos para qué.

Y luego dentro de esta cultura política insensata y cuestionable, encajan las bien amadas encuestas, porque lo que sí está claro es ganar al electorado indeciso, desengañado, frustrado y/o independiente.

Gran paradoja porque el futuro del país queda así, en manos de votantes que o no les interesa la política de ninguna manera, la niegan o creen vivir en Suecia o Dinamarca.

Aquí la norma cultural es mimetizarse lo más posible de “moderados”.

Por eso voló la palabra Cambio en la oposición y el pero-cristinismo vuelve a las andanzas remozando su “volvimos y somos mejores pero no pudimos” porque “Macri”, la pandemia o el mundo está en su contra.

Y rápidamente ha puesto a andar la infaltable fórmula “ganadora”: maquinita full, congelamiento de tarifas, afianzamiento planero, algún aumentito para jubilados y 18 cuotitas.

El peronismo remanente en sus distintas variantes territoriales, ha recurrido a su tradicional cierre de filas con sus gobernadores que vuelven a sentarse sobre sus cotos de caza, lado simétrico del espejo radical.

El peronismo del conurbano que define estas elecciones, se ha acurrucado junto a Cristina demostrando cómo puede absorber sin una mueca, los más de 100.000 muertos, el 50% de pobres sin futuro alguno y una clase media en caída libre.

Para otro momento será oportuno saber cómo piensa y siente el votante que desde hace treinta y ocho años ha creado, permitido y mantenido este cuadro de situación lamentable.

¿Serán estas elecciones un punto de quiebre de todo esto u otra oportunidad perdida?

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