El tren fantasma, la visita incómoda y un partido que el PJ no quiere jugar

El peronismo festeja el pasado con la vuelta de un tren de pasajeros a Buenos Aires que demorará más que en los ´80. Esperan a Massa para el acto y tal vez se sume Alberto Fernández. Mientras, acá, nadie quiere asumir el liderazgo electoral. Sólo quieren ver derrotado a Cornejo.

18/03
ilustración: gabriel fernández.
opinión.
18/03 ilustración: gabriel fernández. opinión.

La nostalgia se ha apoderado del peronismo, como ocurre cíclicamente ante cada frustración. Sin un futuro que ofrecer, agobiado por una realidad que le resulta adversa, repite recetas fracasadas y se aferra a símbolos de los que considera sus tiempos gloriosos. Esa mirada a veces lleva a 1945, con el ascenso de Juan Domingo Perón, y otras veces apunta más acá, a los supuestamente exitosos doce primeros años de kirchnerismo.

Ese pasado que añora se materializará el miércoles próximo, cuando un nuevo tren de pasajeros llegue de Buenos Aires a Palmira. Será allí, dicen, cuando se confirmará, ya sin pausas, el retorno del servicio que se suspendió hace 30 años, cuando el país también era gobernado por el PJ.

Como tantas veces en que la nostalgia puede más que la razón, ese pasado volverá peor: el tren que en los ´80 demoraba 17 horas en cubrir el trayecto de la estación Retiro a la estación Mendoza, ahora tardará 10 horas más y sin llegar hasta la capital provincial. En aquel entonces, había una frecuencia diaria y ahora será una semanal. Sólo queda como consuelo que su costo será bajísimo. Una suerte de “tren para todos”.

De aquella renovación total de vías y un tren de alta velocidad de los que se habló en el gobierno de Néstor Kirchner, hace casi dos décadas, nada se sabe. Regresar al pasado es más barato.

Para celebrar tal acontecimiento, dicen, habrá visitas estelares de Buenos Aires. Se espera al ministro de Economía, Sergio Massa. También, aunque está en duda aún, vendría el presidente, Alberto Fernández.

La presencia del ministro aseguraría una asistencia perfecta del Frente de Todos local. Como en la Vendimia hace dos semanas, ninguno se quiere perder una foto con él. Expresa el presente y, muchos creen, también el futuro, si como se dice es finalmente el candidato presidencial del oficialismo. No importa que la inflación supere el 6% mensual. Es un detalle.

La duda de si viene Fernández pasa por la intervención a la que fue sometido el jueves. No se si sabe si tendrá el alta médica para el viaje. Pero su potencial presencia sí genera dudas sobre quiénes finalmente irán a la bienvenida. En su última visita a Mendoza, hace dos meses, lo recibieron cinco intendentes (faltó Flor Destéfanis, presidenta del PJ) y José Luis Ramón. Hubo ausencia total del camporismo. ¿Sería distinto esta vez?

“Si viene Alberto va a transformar una buena noticia en una mala”, avisa una voz del cristikirchnerismo. El miércoles, habrá que ver quiénes se agolpan junto al escenario por la llegada del tren de la ilusión peronista. Será un momento de fiesta, aunque no haya mucho que festejar.

Suplentes

¿Sería posible que Boca o River no se presentaran a jugar un partido definitorio por no tener un equipo competitivo? Obviamente que no. Los intereses en juego, las presiones, la historia, no se lo permitirían. Lo mismo le ocurre al peronismo mendocino.

Está convencido que marcha hacia una derrota segura ante Alfredo Cornejo y, si fuera por su deseo profundo, desistiría de jugar. Preferiría saltearse este 2023 y aparecer en 2024. Seguramente eso no solucionaría ninguno de los problemas que tiene, pero al menos le evitaría el mal trance.

El PJ es un equipo en el que nadie quiere ser titular, menos capitán. Todos prefieren mirar el próximo partido desde el banco. Pero alguien deberá salir a la cancha, aunque sea obligado.

Las últimas semanas han sido las de los renunciamientos. El primero fue Adolfo Bermejo, quizás el más apuntado para que fuera candidato a gobernador por seguir siendo el que mejor mide en el peronismo. El diputado nacional confirmó públicamente, con un comunicado que no dio lugar a dudas, lo que se había dicho ya en esta columna: su tiempo pasó.

Hace unos días fue el turno del sanrafaelino Emir Félix, señalado por ser uno de los intendentes que no puede renovar mandato en su municipio. Su estado de salud, tras haber pasado hace un año varias semanas en terapia intensiva, fue el argumento que usó. Aunque algunos creen que no terminó de cerrar la puerta por completo en la entrevista radial que dio.

Anabel Fernández Sagasti es la otra figura del PJ que rescata cierto apoyo en las encuestas y la de mayor visibilidad nacional. Si bien no ha sido contundente en su negativa pública, sí lo ha sido en privado, con los suyos: “De ninguna manera voy a ser candidata. Yo estaré para apoyar al que se lance y ayudarlo en la campaña”. A la senadora aún le pesa que tras la derrota de 2021 sus adversarios internos cargaran todas las culpas en ella.

Hay una sola excepción que haría cambiar su decisión: que haya una interna. Pero para eso alguno de los intendentes que no pueden ser reelectos debería lanzarse como candidato y desafiar al camporismo. Difícil, sobre todo lo primero.

Hoy el único que quiere ser es el presidente del INV, Martín Hinojosa. Pero los mismos veteranos de la política que antes lo alentaban, ahora se hacen los distraídos porque, dicen, no está listo aún. Igual, se sostiene.

El cierre de listas en los seis departamentos que tendrán PASO el 30 de abril dejó marcas en otro de los jefes territoriales que más mencionan como posible postulante: Roberto Righi.

El lavallino dejará su cargo en diciembre luego de 22 años. Nunca en Mendoza alguien estuvo, ni estará, tanto tiempo al frente de un municipio. Pero esa eternización parece no haberle servido para dejar armado un proyecto político que le garantizara una sucesión ordenada.

Hace una semana, parecía que la retirada sería en paz para él tras acordar con Fernández Sagasti al cederle el segundo lugar en la lista de concejales. Pero la rebeldía de un dirigente de su propio equipo con aspiraciones, el diputado González, generó una interna de final incierto cuando se confirmó que el elegido del intendente es el senador Vaquer. Esa puja también causó un terremoto en el gabinete municipal: algunas ahora ex funcionarios quedaron del lado rebelde.

Todos contra todos

El PJ no sólo carece de ambición de ganar y de un plan de gobierno, sino que la fragmentación interna manda. Hoy ni siquiera hay dos grupos en pugna claramente identificables.

La Cámpora, con la conducción de Fernández Sagasti, ha devenido en los últimos años en el único sector orgánico, con una estructura territorial no muy potente pero si extendida a toda la provincia a través de su militancia y del armado de Carlos Ciurca. Al ex vicegobernador reportan dos intendentes: el paceño Fernando Ubieta y la santarrosina Destéfanis.

El resto es puro personalismo. Están los Bermejo, con sus acólitos en Maipú y zonas aledañas. Están los Félix, que dominan todo el Sur. Pero su influencia queda allí. Ninguno tiene trascendencia fuera de su territorio.

Ni siquiera se puede hablar, como antes, de “los intendentes”. Los otros cuatro que tiene el peronismo, además de los alineados con La Cámpora, hacen la individual, con alianzas efímeras y rara vez exitosas.

Quizás el mejor ejemplo sea el intento de disputar la presidencia del PJ. Félix y Righi apoyaron a Matías Stevanato para que peleara la conducción a Destéfanis. Vieron en esa contienda una oportunidad de marcar presencia y también un anticipo de la disputa por la candidatura provincial en 2027. Pero el maipucino desistió sobre la hora y dejó a sus socios perplejos.

Las versiones sobre esa decisión son contradictorias. En Maipú aseguran que fue un pedido directo de Massa, pero en los entornos de sus circunstanciales aliados dicen que fue un acuerdo de Stevanato con los Bermejo, a cambio de garantizarse que no tendría obstáculos internos en su camino a la reelección.

Esa disgregación interna se nota cada vez que un dirigente propone en una entrevista quiénes deberían ser candidatos a la gobernación. Siempre menciona a los referentes de otro grupo. La pelota, bien lejos. Al fin de cuentas, esa mención no es un elogio, como solía ser, sino un salvavidas de plomo para el aludido.

Como si este escenario no bastara, en los últimos días, Alejandro Bermejo y Omar Félix coincidieron al decir que el rebelde Omar de Marchi, referente del Pro, sería recibido con los brazos abiertos en el Frente de Todos si decide pegar un portazo en la alianza oficialista. La desesperación es grande. El diputado nacional nunca daría ese paso. Y si lo quisiera dar, nunca pasaría el filtro K.

Pero esto no quiere decir que los más duros del PJ no alienten y esperen la salida del ex intendente de Luján de la alianza UCR-Pro. Una figura del kirchnerismo, con una encuesta reciente en la mano, se ilusiona con un dato que podría ser letal para sus propios intereses: si De Marchi se presentara como el candidato de Javier Milei en Mendoza, podría ganar. La derrota de Cornejo pasó a ser más importante que el triunfo propio.

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