El primer alienista argentino

En Argentina se considera a Lucio Meléndez como el primer “alienista”, quien en 1876 resultó nombrado Director del actual Hospital Borda, al cual reformó profundamente en sentido moderno.

Imagen ilustrativa / Los Andes
Imagen ilustrativa / Los Andes

Convertir a los manicomios en espacios terapéuticos, distintos a una prisión, fue un trabajo de generaciones. Surgieron así especializaciones médicas para abordar a los enfermos mentales, siendo la figura del alienista una de las primeras.

Según el historiador Jeffrey Lieberman “Los alienistas recibieron este apodo porque trabajaban en manicomios situados en zonas rurales, muy alejadas de los hospitales más céntricos donde sus colegas médicos trabajaban y se desenvolvían y atendían a los pacientes aquejados de dolencias físicas. Esta separación geográfica de la psiquiatría respecto del resto de la profesión médica ha subsistido hasta el siglo XXI en muchos aspectos; todavía hoy existen «hospitales» y «hospitales mentales» (…) Ser un alienista significaba ser un cuidador compasivo más que un verdadero médico, pues era poco lo que podía hacerse para mitigar los tormentos psíquicos de los pacientes a su cargo (aunque también atendían sus necesidades estrictamente médicas). El alienista solo podía aspirar a mantener a sus pacientes protegidos, limpios y bien atendidos”.

En Argentina se considera a Lucio Meléndez como el primer “alienista”. Nacido en la Rioja en 1844 y participó en la guerra contra Paraguay como flebotomista, además de médico general. Poco más tarde combatió las epidemias de cólera y fiebre amarilla. También se desempeñó como médico de cárceles.

Todas estas experiencias fueron de gran ayuda cuando en el año 1876 resultó nombrado Director Administrador del Hospicio de las Mercedes –actual Borda- comenzando de manera inmediata un memorable proceso de reformas, inspiradas en actualizaciones dentro del campo de la medicina mental.

Hasta entonces, se trataba a los pacientes con sangrías –método de origen medieval-, sedantes poco elaborados y opio. Además los “pacientes” eran encadenados, golpeados y durante la noche encerrados bajo llave mientras el personal se retiraba de la institución, quedando en completa soledad y a merced de catástrofes.

Meléndez eliminó las cadenas, amplió el espacio en el que eran encerrados y fue el primero en tomar registros. Así notó que muchos de sus pacientes no tenían problemas mentales, sino que eran alcohólicos. Por entonces algunos especialistas consideraban que era un rasgo de debilidad mental y que su lugar era el manicomio.

En 1879, Lucio Meléndez polemizó al respecto con el director del Hospicio de Mujeres, dado que él estaba a favor de aceptar alcohólicos.

Su trabajo puso algo de luz sobre las sendas oscuras de la locura.

El merecido reconocimiento llegó sólo algunos meses después de su temprana muerte: en Adrogué –lugar donde vivió- un hospital lleva su nombre.

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