El país del cambalache

Un gobierno nacional que no se molesta en disimular la discrecionalidad en el manejo de los recursos, entorpece, ahoga y castiga.

Editorial "Cambalache"
Editorial "Cambalache"

Hace algún tiempo, una consultora internacional intentó graficar la situación de Mendoza en el contexto nacional como “una casa bonita en un barrio muy complicado”. Si continuáramos con la metáfora podríamos decir que los vecinos de ese barrio, no sólo empezaron a colgarse de la luz y de los servicios de esa casa, a dejarle la basura y los escombros en el jardín, a bloquearle las salidas, sino que impidieron que realice unas obras de ampliación que hace tiempo estaba proyectada. Todo esto con la complicidad de la administración del consorcio y la colaboración de algunos de los habitantes de la casa que aceptan como un dogma lo que diga el administrador del barrio. La metáfora no es caprichosa, y mucho menos cuando se la traslada al plano real.

Mendoza no escapa a la realidad global de la pandemia, una realidad imprevista hasta para el más previsor de los mortales. Pero tenía y tiene todo para amortiguar los efectos de la mejor manera posible, restringiendo al máximo posible el gasto público, recortando el gasto político, invirtiendo en salud y tratando de acompañar a las pequeñas y medianas empresas a subsistir.

Sin embargo, es claro que se necesita del acompañamiento del gobierno nacional, porque es quien maneja la mayoría de los recursos no sólo económicos, sino también normativos y de administración, tan necesarios para transitar de la mejor manera esta emergencia. Se necesita que acompañe o que, por lo menos, no entorpezca, como parece haber hecho la Nación.

Un gobierno nacional que no se molesta en disimular la discrecionalidad en el manejo de los recursos, entorpece, ahoga y castiga.

Ya ni siquiera se trata de “premiar” a las provincias “amigas”, porque a decir verdad también hay una cuota de conveniencia en ese reparto discrecional de asistencia, sino de “no premiar” a aquellas que hicieron y hacen las cosas bien. Castigar o serle indiferente a las provincias que no viven del empleo público, que invirtieron a lo largo de los años en salud, que intentan generar inversiones privadas y crear empleo genuino, pareciera ser la premisa de un gobierno centralista que sólo pregona el federalismo para los aplaudidores de turno.

Mientras algunos dirigentes se sientan a la diestra del presidente para anunciar expropiaciones, o saliendo como héroes en tierras no tan lejanas en contra de una obra que por derecho le corresponde a los mendocinos, otros somos conscientes que el camino es otro, que es necesario que en este país algún día las cosas cambien para que de una vez por todas dejemos de reflejarnos en el Cambalache de Discépolo.

“Cuanto peor mejor” es el lema que prima en el gobierno nacional. “Al enemigo, ni justicia” pareciera que recuerdan algunos dirigentes nacionales. Sin darse cuenta que al entorpecer y boicotear a la provincia están minando su propio futuro. Sin darse cuenta que al tratar como enemigos a quienes son adversarios políticos con buenas administraciones, retrasan el desarrollo de una provincia o, en el fondo, el del conjunto del país o el barrio en que vivimos.

Mendoza está siendo perjudicada, “olvidada” bajo la vil excusa de haber hecho las cosas bien. Cambalache, sigue tan vigente como entonces.

* Presidente de la Cámara de Diputados de Mendoza

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