El país de las viñetas muertas

El país que dibujó Quino en las viñetas de Mafalda ya no existe. Ese país de la clase media aspiracional, de los niños jugando juegos reales en las calles de los barrios, de las familias “tipo”, de la cultura del trabajo, de la movilidad social ascendente, fue apagándose.

Ese país tenía problemas políticos muy serios que se “resolvían” con proscripciones, golpes de Estado, censura y exilios. Ese país enfrentó los mismos cambios que convulsionaron al mundo, la misma revolución cultural, sexual y política.

Los índices sociales del país de Mafalda serían un orgullo para la Argentina de hoy: 8% de pobreza, 3% de desocupación, 19% de trabajo informal. El derrumbe desde aquel lejano 1974 al que refieren estos datos ha sido rotundo. La pobreza se incrementó a razón de 7% por año, ya entre 1980 y 1989 el desempleo se había duplicado y hacia 2012 la informalidad laboral había trepado a 33,6%. “El nombre de este modelo es pobreza inclusiva” describió hace algunos días el economista Eduardo Levy Yeyati. Quizás sea la mejor definición posible.

¿A qué se refiere? A una sociedad dual en la que sólo 20% de la Población Económicamente Activa tiene empleo formal en el sector privado y sostiene fiscalmente al 80% restante. Un modelo inviable que desembocó en los desoladores índices que se conocieron esta semana: casi 41% de los argentinos son pobres. Con un aspecto aún más preocupante a futuro: más de 56% de los niños viven bajo la línea de pobreza. Es decir que a 18,5 millones de personas no les alcanza para cubrir la canasta básica total (alimentos, salud, educación, vivienda, transporte y vestimenta).

El expresidente Felipe González lo llama “neopobrismo”. ¿Será como dice el mandatario que fue artífice del “milagro español” que la receta es enfrentar al neoliberalismo con el neopobrismo? Hay datos que parecen corroborarlo. Recientes informes de organismos internacionales revelan que sólo la Argentina y Venezuela tienen peores indicadores sociales que en 2009 en la región. Chile, Perú, Bolivia, Brasil, Uruguay, Colombia y El Salvador, por caso, muestran reducciones de la pobreza de entre 5 y 15% en ese lapso. Otra década perdida.

Un drama que se explica con números, pero que tiene profundidad cultural y golpea en el núcleo de las ideas que dieron forma al país posMafalda. Ese país parido por la violencia política, la represión más sangrienta, una democracia siempre adolescente y, ahora, encerrado en discusiones binarias, en ideologismos anacrónicos, en personalismos decadentes.

Se trata, entonces, de una batalla cultural. Habrá que cuestionar esos paradigmas que, por lo visto, sólo nos han arrojado al atraso. Despojarse de prejuicios intelectuales y de cómodos dogmatismos. Un reformismo para los problemas reales, no para las urgencias de ocasionales dirigentes de turno.

El desafío requiere de un nivel de consensos para el que la dirigencia (política, sindical y empresarial) argentina, hasta ahora, se ha mostrado incapaz. El desafío será encontrar el camino para atender las demandas sociales mientras se avanza en un plan de largo plazo que requerirá de acuerdos políticos, tiempos de implementación e inversión en educación, tecnología, infraestructura productiva y empleo privado de calidad.

Quino, el mendocino más universal, murió este miércoles. El país de sus viñetas, el de su juventud tan creativa y genial, se desvaneció hace muchos años.