El inquietante enigma que estalló sobre Moscú

Todos están atrapados en esta guerra; un oscuro laberinto en el que deambulan buscando la salida. El final podría precipitarse si es derrocado o eliminado Putin, o si Rusia recurre a su inmenso poderío misilístico.

En esta imagen, tomada de un video distribuido en el canal de Telegram del gobernador de Sebastopol, Mikhail Razvozhaev, el 29 de abril de 2023, se puede ver el denso humo negro y las llamas causadas por un incendio en un tanque de combustible incendiado en Sebastopol, Crimea. (Canal de Telegram del gobernador de Sebastopol, Mikhail Razvozhaev, vía AP)
En esta imagen, tomada de un video distribuido en el canal de Telegram del gobernador de Sebastopol, Mikhail Razvozhaev, el 29 de abril de 2023, se puede ver el denso humo negro y las llamas causadas por un incendio en un tanque de combustible incendiado en Sebastopol, Crimea. (Canal de Telegram del gobernador de Sebastopol, Mikhail Razvozhaev, vía AP)

Es el ajedrecista que observa el tablero y mueve las piezas. No sólo provee armas y asistencia económica a Ucrania. Estados Unidos estaría guiando a las fuerzas ucranianas desde una posición externa pero cercana. Con ese rol, está claro que el ataque con drones al Kremlin, si no fue un auto-atentado para justificar el asesinato de Volodimir Zelenski o el lanzamiento de masivos bombardeos para quebrar la voluntad de los ucranianos, entonces ha sido un plan urdido y decidido en Washington.

Que el gobierno ruso haya acusado a Estados Unidos de estar detrás del supuesto atentado con fines magnicidas, implica haber planteado un “casus belli”, o sea, anunció que hay un motivo para que Rusia ataque a la superpotencia occidental, iniciando una guerra directa entre rusos y norteamericanos.

Que Rusia y Ucrania tengan entre sus planes la eliminación del presidente enemigo, está dentro de la lógica de guerra.

Sobran razones para sospechar que las tropas que iniciaron la invasión desde Bielorrusia, avanzando hacia la capital de Ucrania, habrían asesinado a Zelenski si lograban emboscarlo. De hecho, la inteligencia militar rusa intentó que militares o agentes de inteligencia ucranianos perpetren el magnicidio, o que, al menos, lo derroquen y encarcelen.

Lo mismo habrán intentado los servicios de inteligencia de Ucrania y de las potencias occidentales: instigar complots internos para que allegados a Putin lo derroquen o lo asesinen. Si el presidente ruso es eliminado, crece la posibilidad de que la guerra concluya pronto y con un resultado favorable a Ucrania, algo que difícilmente ocurra mientras Putin ocupe el despacho principal del Kremlin.

Ahora bien, el hecho de que, si tuvieran la posibilidad de eliminar al presidente de Rusia, los ucranianos y sus aliados lo harían, no significa que lo hayan intentado lanzando el dron derribado poco antes de impactar sobre el Kremlin.

A las dos fuerzas beligerantes les está costando avanzar sobre el terreno, pero del país invadido, por la asimetría que existe entre su limitado aparato militar y el tamaño y poderío de las fuerzas armadas de Rusia, nadie espera avances veloces y significativos. Por el contrario, el hecho de haber reconquistado territorios inicialmente ocupados por el ejército invasor y de ofrecer monumentales resistencias contra ofensivas en gran escala, como la que lanzaron sobre Bajmut de manera conjunta las fuerzas rusas y el Grupo Wagner, alcanza y sobra a los ucranianos para mantener alto el espíritu combativo de la población y conquistar la admiración de buena parte del mundo.

En cambio, para el gobierno de Rusia, que cada ofensiva anunciada con bombos y platillos termine sin avances significativos, cuando no en fracaso y repliegue, tiene un costo político y anímico muy grande en la población rusa y en la mirada mundial.

A esta altura del conflicto, el músculo militar ruso muestra síntomas de agotamiento. Pero también hay síntomas de agotamiento en la producción de municiones y armas con que las potencias occidentales asisten a Ucrania. En ambos casos la fatiga industrial-militar y los empantanamientos en el terreno, acrecientan la necesidad de buscar un pronto final, pero coronado con la victoria.

Las encuestas muestran que también a Joe Biden y al británico Rishi Sunak les convendría terminar el conflicto cuanto antes. Las sociedades de las potencias occidentales están empezando a cansarse de los costos que tiene sostener la resistencia de Ucrania. Pero Biden y Sunak también se perjudicarían si un pronto final del conflicto implicara una victoria de Vladimir Putin.

Todos están atrapados en esta guerra; un oscuro laberinto en el que deambulan buscando la salida.

Ucrania habría iniciado un plan de acciones de sabotaje dentro del territorio ruso, buscando hacer sentir a la población rusa que por culpa de Putin no están seguros en su territorio. Parte de ese plan habría sido el atentado que intentó matar a Alexandr Duguin, pero mató a la hija del principal geopolítico e ideólogo del ultranacionalismo ruso.

El final podría precipitarse si es derrocado o eliminado Putin, o si Rusia recurre a su inmenso poderío misilístico. Incluso sin llegar al uso de ojivas nucleares, el potencial devastador de los misiles que abarrotan los arsenales rusos podrían reducir a escombros Kiev, Odesa, Lviv, Jarkov y demás grandes ciudades ucranianas, diezmando sus poblaciones.

Si el jefe del Kremlin lanza una ola de bombardeos de saturación con el objetivo de producir devastaciones y masacres como las que en su momento causó en Grozni, la capital chechena, y en Alepo, noreste de Siria, podría derrumbar la moral del país invadido quebrando el apoyo a la resistencia militar contra el invasor que hasta ahora es muy firme en la sociedad ucraniana.

Quizá para justificar ese paso es que un dron estalló sobre el cielo de Moscú, poco antes de impactar contra el Kremlin.

* El autor es politólogo y periodista.

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