¿El fin de la última glaciación?

SI la crisis hídrica continúa, los problemas que genera no se solucionarán con más diques o pozos de irrigación.

Glaciar Horcones Inferior, el más importante de la subcuenca del río Cuevas, en el Aconcagua. / Foto: Gustavo Rogé - Los Andes
Glaciar Horcones Inferior, el más importante de la subcuenca del río Cuevas, en el Aconcagua. / Foto: Gustavo Rogé - Los Andes

Hace 12 años que la falta de agua se está haciendo sentir en nuestra provincia en particular y en el continente en general. Todo está cambiando y parece que seguirá esa tendencia. Glaciares en retroceso, nevadas en disminución, olas de calor más intenso, lluvias violentas y cambio climático mundial.

Semeja apocalíptico, pero tal vez no lo sea; quizá es un ciclo normal del planeta, el que se encuentra en constantes cambios y busca una “oxigenación” necesaria para la vida en la tierra.

Hace 12.000 años ocurrió la última glaciación, según la ciencia. Gran parte de la superficie de los continentes se cubrió de blanco formando una capa glaciar de la que todavía hay vestigios (casquete polar del Ártico y la Antártida lo demuestran, según la Glaciología); sin ir más lejos el estudio realizado a muestras de hielo de la base de actuales glaciares comprueban que esas capas tienen muchos milenios de antigüedad y que lentamente el volumen de hielo va disminuyendo.

A través de la prehistoria remota el planeta ha tenido varias eras de hielo. Según la ciencia la primera pudo haber ocurrido hace 2 mil millones de años y duró varios siglos; otra en épocas anteriores a la existencia de los dinosaurios y así sucesivamente hasta hace 80.000 años, luego a los 40.000 hasta arribar a la que todavía llega a nuestros días.

Desde hace décadas se nota el retroceso de los glaciares en la Cordillera de Los Andes, lo que lleva a una disminución de los caudales de los ríos que bajan de ella. En estos últimos años se ha acelerado ese efecto y se puede ver, claramente, en la forma como la sequía de esa gran “esponja” que es la cordillera produce cambios notables en la vida en nuestra tierra.

Solo basta analizar lo que pasa en el centro y norte de Chile donde lo que le ocurre a su ladera cordillerana se manifiesta en el lado argentino unos años después.

Planta desalinizadora en Chile. / Foto: Gentileza
Planta desalinizadora en Chile. / Foto: Gentileza

Del lado chileno la pérdida de glaciares que se ubicaban desde un paralelo que pasa por Coquimbo y hasta la frontera norte ya ocurrió, la disminución del caudal de ríos en esa zona fue notable y muchos de ellos se secaron. Y ¿qué hicieron nuestros vecinos? Comenzaron a trabajar construyendo plantas desalinizadoras o desaladoras a fin de obtener el líquido vital para consumo a partir del agua del océano. En Antofagasta tienen la mayor planta de esta naturaleza construida en Latinoamérica y ya produce su propia agua de consumo; actualmente representa el 1% del agua potable de Chile pero se están agregando más plantas hasta llegar a Copiapó en una forma de anticiparse a los tiempos secos que se vienen.

Israel desaliniza agua de mar hasta llegar al 80% de su consumo al igual que Arabia Saudita y los Emiratos Árabes.

Si en la Argentina en general y en Mendoza en particular queremos adelantarnos a los tiempos secos que pueden venir debemos tener en cuenta qué ocurre con nuestro glaciares, arroyos y ríos, pero principalmente debemos analizar la sequía del centro y norte chileno y entonces adelantaremos mucho nuestras soluciones.

Si la crisis hídrica continúa los problemas que genera no se solucionarán con más diques o pozos de irrigación, se tendrá que buscar la solución en otras fuentes de agua y la del océano (Pacífico) se debe tener en cuenta. Quienes están produciendo agua potable a partir de los mares u océanos definen a los depósitos de las plantas desalinizadoras como “los diques modernos” porque se necesitarán reservorios para acumular líquido obtenido antes de abastecer a las ciudades y pueblos en el futuro y ello exigirá depósitos estancos que no tengan pérdida por evaporación.

Así que hacer diques tradicionales en estos tiempos y con las perspectivas que da el cambio climático actual debería analizarse con mucho cuidado. Habría que destinar recursos para comenzar a estudiar el tema para adelantarnos a un futuro inmediato que tal vez nos obligue a pensar una nueva fuente de provisión del vital elemento, como transportarlo (cañerías), dónde acumularlos (reservorios estancos) y de esa forma asegurar agua para la subsistencia. Estemos preparados con soluciones del futuro a problemas que nos presentará ese mismo futuro no tan lejano, si la actual crisis hídrica continúa.

*El autor es periodista.

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