El desafío de Darwin

Argentina tiene que invertir más en ciencia y tecnología. En el Malbrán y también en el CONICET, imitando al INVAP que fabrica alta tecnología.

Argentina tiene que invertir más en ciencia y tecnología. / Foto: Ignacio Blanco
Argentina tiene que invertir más en ciencia y tecnología. / Foto: Ignacio Blanco

La pandemia abrió oportunidades sorprendentes. Entramos en una nueva era de la vida en la tierra que pone en evidencia grandes cambios en el comportamiento, en los sentimientos y en las emociones de las personas. Es el momento de la creatividad y la audacia para el diseño de estrategias y planes. Poner en funcionamiento acciones transformadoras y rápidas que respondan a la nueva realidad del país en la competencia global.

El capitalismo se está rediseñando. Es mejor distribuir riqueza para crear consumo, descartando la teoría fallida de que el mercado solito soluciona los desequilibrios que afectan al bienestar de las personas.

El sistema financiero mundial no será el mismo y los bancos tradicionales quedarán en desventajas frente a la complejidad de la competencia y las criptomonedas. La información, la ciencia, la tecnológica y la apertura mental, que expande la imaginación, son impulsores de la más asombrosa innovación, rápida y disruptiva de la historia, que alterará a muchas de las industrias actuales dentro de los próximos 10 años. Pero también destapará una caja de Pandora, dejando escapar fuerzas poderosas que afectarán el trabajo de muchas personas y el Estado tendrá que intervenir para asistirlas.

La visión global, el conocimiento y la creatividad de los humanos, con las diferentes inteligencias que nos diferencian, cumplen un papel fundamental para responder a retos en la creación de valor no antes imaginados.

A esto llamo el “desafío de Darwin”. Sobreviven no los más aptos, sino los que mejor se adaptan y reinventan, diferenciándose, construyendo identidades y siendo colaborativos.

Una de las realidades es que, en la obscuridad de la incertidumbre, la complejidad aumenta exponencialmente. Los horizontes de planificación se están comprimiendo a casi nada. La creatividad crea mercados, los mercados no crean creatividad. Y más que nunca, si unimos información, conocimiento, visión, la innovación explota, no solo en productos y servicios, sino también en las maneras de hacer negocios, en cambiar procesos, en inventar, en gobernar, en mejorar la vida en la tierra.

Con este panorama, ¿hacia dónde va Argentina? ¿Seguiremos pensando que todo será igual o comenzará, por fin, el gran cambio con un gobierno que piense en el mañana y no solo vaya por el hoy, entregando limosnas a los más necesitados a cambio de votos, sin bajar la pobreza?

La economía, para estimular el desarrollo, necesita un nuevo perfil productivo que genere innovación, abundancia y, lo más importante, educación y trabajo. Contamos con factores diferenciadores que están en nosotros mismos.

Inducidas por el talento, nacieron nuevas fuerzas económicas que suman millones de dólares en exportación: la industria creativa; todo lo relacionado con la producción científica y tecnológica; y las tecnologías de la información y la comunicación. Solo el turismo, que va a ensordecer después de la pandemia, renguea por falta de una dirección audaz y conocedora, que diseñe una estrategia para innovar y mejorar los atractivos para el visitante. Brasil, hace años, impulsó la creación de los laboratorios públicos Fiocruz/Biomanguinhos y el Instituto Butantan, entre otros.

¿Acaso al gobierno (o a un político vivaz) se le ocurrió promover, en esta crisis, un laboratorio del Estado para producir vacunas y medicamentos, con tecnología avanzada?

Es viable porque tenemos la base científica. Hay que recrear el Malbrán, fundado hace 104 años para: “llevar adelante la elaboración de productos biológicos para el diagnóstico, tratamiento y profilaxis de enfermedades infectocontagiosas”.

Caminando por los jardines del Butantan, en San Paulo, con mi amigo el científico brasileño Dr. Isaías Raw, impulsor del desarrollo biotecnológico y de vacunas, me mostraba, entusiasmado, la planta de inmunológicos para la gripe y el complejo industrial donde se fabrica la vacuna del dengue, pronta a ser lanzada al mundo, y otras vacunas como CoronaVac para el COVID. Durante la charla, Isaías me dice, en un momento de idealización, que: “con los científicos del Malbrán -los conocía muy bien- y la infraestructura del Brasil, América latina podía autoabastecerse de vacunas para no depender de las grandes farmacéuticas privadas”. Toda una visión.

Butantan y Fiocruz/BM abastecen al Ministerio de Salud con vacunas, además de otros insumos críticos, y exportan. Brasil produce millones de vacunas para el “bicho chino”, en el marco de asociación público-privada de transferencia tecnológica con farmacéuticas, como AstraZeneca y Sinovac. Fiocruz también fabrica medicamentos biológicos y biosimilares que se distribuyen gratuitamente en la salud pública.

Argentina tiene que invertir más en ciencia y tecnología. En el Malbrán y también en el CONICET, imitando al INVAP que fabrica alta tecnología, es del Estado y exporta millones de dólares en reactores, satélites, radares.

La producción de fármacos y la asistencia a la salud está mutando rápidamente hacia nuevos paradigmas.

Es estratégico que Argentina asuma la producción de vacunas y remedios esenciales. Las grandes farmacéuticas se están enfocando en medicamentos biológicos, con tratamientos que cuestan miles de dólares. La bebé Emma, con Atrofia Muscular Espinal, necesita Zolgensma que tiene un precio de más de dos millones de dólares.

No dejar que la forma en que están las cosas se interponga por la forma en que podrían ser.

*El autor es experto en estrategia y análisis de información.

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