Doscientos días

Muchas cosas se han modificado desde la aparición del covid-19. Vamos a ver cómo pesa en nuestra forma de ser estas restricciones cuando la pandemia haya pasado, si seguiremos siendo como somos ahora o volveremos a ser como éramos antes.

Imagen ilustrativa / Archivo.
Foto: Orlando Pelichotti
Imagen ilustrativa / Archivo. Foto: Orlando Pelichotti

Ya llevamos doscientos días desde que comenzó el aislamiento que se sigue llamando cuarentena a pesar de que son doscientos días y debería llamarse dosciententena. Las condiciones no han variado mucho desde aquel día en el que ¡Ala! ¡Todos a la casa!

Es cierto que ha habido modificaciones, como las que explicitó el jefe del Gobierno provincial, al permitir las reuniones familiares de diez personas a partir de este fin de semana, cosa que le viene muy bien a todos para celebrar el Día de la Madre, facilita las cosas y la familia podrá reunirse para celebrar a la más querida de la casa.

Muchas cosas se han modificado desde la aparición del bichito maligno; muchas. Por empezar hemos hecho un ritual del confinamiento y pasamos la mayoría de las horas en casa, salvo aquellos que deben ir a trabajar.

El paisaje se limitó al cuadrado de una ventana para olfatear lo que ocurre afuera pero con limitaciones para ir a palparlo de cuerpo entero. Cosa que no fue tan terrible en el invierno, cuando las temperaturas eran tan bajas que no daban ganas de salir, pero que se agrava ahora que han llegado los días cálidos, ideales para andar por ahí tragándose el sol a bocanadas.

Nos hemos lavado las manos tantas veces que ya tenemos menos manos y más jabón y entraron a jugar un rol preponderante el alcohol en gel o el alcohol diluído, para contrarrestar cualquier signo de contagio.

Hemos aprendido a respetar la distancia social, esta instrucción que dice que estar más cerca de dos metros es peligroso. Cosa difícil para algunas cuestiones como, por ejemplo, hacer el amor, entre otras.

El tapabocas ya es un gran detalle de nuestras caras y lo usamos a rajatablas, cosa que permite el anonimato porque es muy difícil reconocer a un amigo con la cara semi tapada.

Le hemos encontrado cierto gustito amargo, pero gustito al fin, a quedarnos encerrados y a observar con detenimiento exacerbado todo lo que ocurre a nuestro alrededor, aunque nuestro alrededor sean nada más que cuatro paredes.

Muchas cosas han cambiado. Vamos a ver cómo pesa en nuestra forma de ser estas restricciones cuando la pandemia haya pasado. Si seguiremos siendo como somos ahora o volveremos a ser como éramos antes.

Ahora se lee más, se ve más televisión, se juega más con la familia, se inventan distracciones que antes no teníamos porque no había tiempo. Ahora el tiempo es lo que sobra.

Hay algunos índices que estarían indicando que el mal está más controlado. No controlado totalmente porque eso depende de una vacuna sino más contenido que no afecta a tantos, como en la época de la cúspide de casos.

Esto alienta pero todavía estamos a kilómetros de llegar a la meta y, mientras tanto, nosotros meta confinamiento nomás.

Doscientos días; casi siete meses. La experiencia ha sido única y esperemos que no se repita nunca más.

Mientras tanto seguiremos esperando y nuestra casa seguirá siendo el lugar más frecuentado en estos días. Es probable que hayamos comido más, por lo tanto “!Ponele más tuco a los ravioles, vieja!”.

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