Docentes que eduquen, no militantes que adoctrinen

Es un derecho de los alumnos recibir educación sin ideología. Hay que regresar a las preguntas, interpelar la realidad sin “bajadas de línea” en las escuelas; sólo así podremos ser ciudadanos y construir ciudadanía. Se trata de educar sin adoctrinar.

Educación y adoctrinamiento
Educación y adoctrinamiento

Boecio, filósofo y poeta latino romano definió a la persona como: “sustancia individual de naturaleza racional”; lo que implica que los seres humanos somos sujetos únicos e irrepetibles, con capacidad de pensar y de reflexionar.

Estos atributos distinguen al hombre de los demás seres vivos porque el ser humano puede ir más allá de lo que perciben sus sentidos y elaborar conceptos y juicios, puede elegir, decidir en libertad por la penetración de su inteligencia y la independencia de su voluntad.

Si bien es cierto que hoy vivimos cambios rápidos y profundos, donde los diferentes escenarios están atravesados por incertidumbre, donde las personas y las instituciones debemos adaptarnos permanentemente a diferentes situaciones, existe, sin embargo, una certeza que no sufre modificaciones: la naturaleza racional, que nos permite percibir, observar, captar, analizar, decidir, y elegir sobre diferentes cuestiones de la realidad.

Esto esta intrínsecamente relacionado, con la capacidad de pensamiento crítico, que es:

• Un proceso intelectual y reflexivo, que examina, evalúa y analiza un aspecto de la realidad, para luego decidir y elegir con criterio propio.

• Se vincula a la capacidad de elaborar juicios autónomos referidos a diferentes aspectos de la realidad y del mundo.

• La herramienta es la razón.

Y, claramente, permite Educar sin Adoctrinar.

Adoctrinar es la acción de instruir determinadas ideas, contenidos, autores, valores y creencias en las personas (aquí, puntualmente en el alumno), apelando al idealismo de los adolescentes y jóvenes con slogans cargados de emotividad.

Generalmente, en estos relatos, existe la figura de un héroe o heroína, que, apelando a la emoción, anulan el pensamiento crítico de sus seguidores y los subordinan a una entidad mítica superior.

Las comunidades educativas no pueden ni deben mirar a un costado.

Es un derecho de los alumnos recibir educación sin ideología.

Hay que regresar a las preguntas, interpelar la realidad sin “bajadas de líneas en las escuelas”, solo así podremos ser ciudadanos y construir ciudadanía.

La periodista española, Pilar Rahola, establece la diferencia entre ciudadano y ciervo cuando expresa que “el ciervo acepta sin cuestionamientos y tiene relación mesiánica con el poder; el ciudadano decide con su propio criterio lo que acepta”.

Los alumnos deben tener la posibilidad y el derecho a estudiar y a comprender la realidad en su totalidad, sin sesgos ni adoctrinamientos.

Se trata de educar sin adoctrinar, de docentes que eduquen y no de militantes que adoctrinen.

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