El plan A de Suárez, el plan Z de Cornejo y el doble juego que todos esconden

Con el desdoblamiento electoral decidido, las candidaturas deberán definirse en un año. El Gobernador quiere al senador como su sucesor, pero sus objetivos no están alineados. De Marchi juega a la ambigüedad y también sueña con la Nación. Fernández Sagasti no quiere ser candidata e igual recorre la provincia. Los mendocinos no perdonan a Macri.

Ilustración Gabriel Fernández
Ilustración Gabriel Fernández

Un año. No más. Eso es lo que falta para que Mendoza empiece a transitar el camino electoral. A esta altura de 2023, los frentes provinciales estarán inmersos en el proceso siempre tenso del cierre de listas, cuando las traiciones y capitulaciones quedan expuestas a la vista de todos.

En el oficialismo, nadie pone en duda que se respetará lo dispuesto por la ley provincial. Las chances de unificar con la Nación hoy son nulas. Esa es la decisión de Rodolfo Suárez que avalan Alfredo Cornejo y los intendentes del radicalismo. Las razones son varias. Aunque siempre hay imponderables que pueden obligar a cambiar.

Mendoza, con desdoblamiento, se encamina a hacer las PASO el 11 de junio de 2023. Suárez tendrá tiempo hasta el 13 de marzo para confirmarlo. Y las candidaturas podrán anotarse hasta el 22 de abril. El verano próximo será muy corto: esta vez no se podrá esperar hasta la Vendimia para empezar a tomar decisiones.

Con la vista en ese horizonte, más cercano de lo que parece y admiten, todos hacen su juego. Las ambiciones reales no son siempre las expresadas y en muchos casos los proyectos nacionales influyen y mucho.

En el entorno de Suárez repiten una idea desde hace dos meses: Cornejo es el plan A. Esa sola enunciación le sirve al Gobernador para “ordenar” la tropa. Así aplaca las pretensiones de todos los radicales que se anotan para la gobernación. Ninguno sostendrá esa aspiración si el senador nacional quiere ser candidato nuevamente.

Suárez logra enfriar ambiciones y a la vez estirar el inicio de su tiempo de declinación en el poder. Cuando la pelea por la sucesión se instale, su influencia perderá peso, como le ocurre a todos los que ocupan el sillón sin reelección de Casa de Gobierno.

Pero no sólo eso lograría si su plan A se concretara. También evitaría entrar en una puja y negociación, con Cornejo primero y con otros referentes partidarios después, por el nombre del sucesor. Si hay algo que el Gobernador detesta es la rosca.

El tercer efecto que tendría esa postulación es que al propio Suárez le depararía una oportunidad nacional.

Y no sólo porque aquella candidatura a senador suplente del año pasado lo ubicaría en la cámara alta nacional si Cornejo vuelve. También porque a su lado están convencidos de que “la marca Mendoza” tiene chances de integrar la fórmula nacional de Juntos por el Cambio.

Ese optimismo encuentra sus límites en el mismo entorno del mandatario. “La verdad es que volver a ser candidato a gobernador es el plan Z del Alfredo”, admite una figura de indudable filiación suarista que habla mucho con el senador.

Indefinidos

Cornejo tiene su mirada y sus esfuerzos puestos en el escenario nacional. Su nombre, de a poco, empieza a instalarse allí y en las últimas semanas ha recibido elogios de una las figuras del Pro, Patricia Bullrich, que lo ve como su vice, y de una intelectual reconocida como Beatriz Sarlo.

En su entorno festejaron el fin de semana pasado la difusión de una encuesta nacional de la consultora Fixer que lo ubica, entre diez opositores, como el que menos imagen negativa tiene y el mejor entre los radicales, pero lejos de los del Pro.

Por eso su plan de lograr “influencia nacional” va más allá de una candidatura. No le disgustaría nada ser ministro si gana Juntos por el Cambio. Ya sea en el inicio del próximo gobierno o en alguna renovación de gabinete. Aunque para eso deba desistir de volver a la provincia y mantenerse expectante en el Senado.

Pero Cornejo también entra en el doble juego: nunca termina de descartar por completo la idea de ser gobernador otra vez. Así, mantiene a todos en la UCR sujetos a su decisión.

En ese grupo expectante de lo que defina el senador nacional está Ulpiano Suárez, que también hace un doble juego: dijo que no va a ser candidato porque su misión es cumplir el mandato de los vecinos de Capital.

Algo similar había dicho en una entrevista radial su tío Rodolfo, cuando era intendente capitalino. La receta parece ser la misma: mostrarse concentrado en la gestión y desinteresado de los cargos. Por eso tal vez no avanza en el armado territorial.

Otro que espera que Cornejo se defina es su discípulo, el intendente de Godoy Cruz Tadeo García Zalazar, que mientras tanto empieza a moverse. Con el traje de presidente de la UCR, visita un departamento por semana y ha empezado a hacer ruido. Con un discurso más duro que lo habitual, el lunes pasado alteró al PJ en La Paz.

El macrista Omar de Marchi hace del doble juego su táctica para desconcertar a sus socios/rivales dentro de Cambia Mendoza. Decidido a ser candidato a gobernador, siembra la ambigüedad sobre si romperá el frente, para sellar una nueva alianza con demócratas y peronistas en fuga, o si preservará la unidad y competirá en las PASO contra el elegido radical.

De Marchi no sólo apuesta por la candidatura local. También se aferra a una esperanza nacional: un lugar protagónico en un futuro gobierno de Juntos por el Cambio. Claro que para sostener tal aspiración no debe sacar los pies del plato y eso anticipa la finitud de su ambigüedad.

Ningún presidente del frente le daría lugar a quien puso en riesgo la construcción que tanto ha costado mantener. Ya lo dijo Horacio Rodríguez Larreta hace dos semanas en su visita a Mendoza: el objetivo es ganar las PASO preservando la unidad.

En el peronismo, el doble juego está más vigente que nunca. Anabel Fernández Sagasti prometió ser una más, en lo que fue casi un renunciamiento a postularse en 2023. Pero aprovecha las semanas que no viaja a Buenos Aires para recorrer el territorio como si planeara ser candidata y a la vez pone nerviosos a quienes imaginan un PJ sin los atuendos camporistas.

La senadora trabaja para ser ella o bien para hacer que uno de los suyos tercie en la definición. Mientras, el resto del peronismo parece desperezarse de una larga siesta. Y así, Roberto Righi, intendente de Lavalle, empieza a mostrar tímidamente alguna aspiración. Algunos de los que aplauden esa aparición creen que terminará siendo el vice de una fórmula cuyo principal candidato aún no está claro.

Fernández Sagasti es imaginada por los suyos con un rol nacional también: candidata a vicepresidenta en una nueva fórmula de unidad del amplio peronismo, si el Frente de Todos no implosiona antes de finalizar su mandato. La mendocina sería la delegada de Cristina Kirchner, la garantía de su “presencia”. Algo así como Zannini lo fue en 2015 como vice de Scioli.

Del primero al último

Suárez y Cornejo lideran el ranking de credibilidad en una encuesta que terminó la semana pasada la consultora Reale Dalla Torre. El 57% de los mendocinos dice creerle al Gobernador, mientras el 42,5% dice que no. Cornejo está apenas abajo, con 56,4% y 43,2%. Tercero aparece Rodríguez Larreta, con 42,6% y 56,2%, el más valorado de los presidenciables del Pro.

El cuarto es De Marchi, el retador/aliado. La encuestadora oficialista indica que 38,3% le cree y 58,2% no. El número no es malo, pero un cruce de datos posterior le pone signos de interrogación: el 92% de los que valoran al referente del Pro también apoyan a Suárez y Cornejo.

Alberto Fernández, pese a todos sus desatinos, es el mejor posicionado del Frente de Todos: está quinto, con sólo 25,3% que sí y 74,5% que no le cree. Fernández Sagasti aparece octava, con 22,4% y 72,3%, muy poco por encima de su protectora política, Cristina Kirchner, que tiene 22,3% y 77%.

La encuesta revela dos datos llamativos, que confirman que el electorado mendocino tiene una sensibilidad política muy distinta a la del porteño y granbonaerense.

El primero es que Javier Milei, devenido en rockstar de la política, aparece recién sexto, por debajo del Presidente incluso, con 24,8% y 73,2%.

El segundo, si se considera el resultado de la presidencial de 2019, cuando obtuvo 52% de los votos, es que Macri cierra el ranking con apenas 17,7% que sí le cree y 80,5% que no.

Al parecer, en Mendoza el ex presidente tiene menos suerte que en otros territorios donde, en sólo un par de años, son más los que parecen haber perdonado sus errores y lo posicionan para 2023. La fugacidad de estos tiempos juega a su favor. A Raúl Alfonsín le llevó más de 15 años que la sociedad argentina volviera a valorarlo.

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