De Juntos por el Cambio a una nueva coalición de gobierno

Para que Juntos por el Cambio funcione y pueda volver a triunfar debe concebirse casi como una nueva coalición y no una simple ampliación de la anterior.

La coalición opositora debe ampliarse. Debe incluir a todos los actuales “agentes libres”, tentados por la posibilidad de asegurarse una banca.
La coalición opositora debe ampliarse. Debe incluir a todos los actuales “agentes libres”, tentados por la posibilidad de asegurarse una banca.

El futuro de la oposición comienza definirse en octubre. Debe triunfar con claridad, y también, presentarse en 2023 como una coalición gubernamental creíble. Por el momento, Juntos por el Cambio parece algo lejos de ese desafío.

¿Por qué en octubre, en una elección de medio término? Porque allí Cristina Kirchner y La Cámpora pueden obtener los legisladores que le permitan construir una adecuada mayoría parlamentaria. Es lo único que en este momento pone limites a los que es un definido y planificado asalto al poder.

Solo una clara derrota en octubre puede poner un límite a su avance arrasador. Pero experiencias anteriores han mostrado que esos éxitos son transitorios si no los acompaña la construcción simultánea de una coalición sólida, que demuestre reunir el poder, no solo para ganar el gobierno en 2023, sino para ejercerlo y mantenerlo. Una coalición de una consistencia superior a la de 2015. La situación extrema obliga a acelerar procesos y quemar etapas.

Juntos por el Cambio, la alianza de partidos y el sector de opinión más fiel a ella son una buena base, sobre todo si logra aclarar o dirimir sus diferencias internas. Pero no es suficiente.

La coalición opositora debe ampliarse. Debe incluir a todos los actuales “agentes libres”, tentados por la posibilidad de asegurarse una banca. Debe incluir a Stolbizer y a Lifschitz, pero también a López Murphy e incluso a Espert. Y a todos los peronistas que se animen a desafiar el rayo justiciero de CK. Para que esto funcione, debe concebirse casi como una nueva coalición, y no una simple ampliación de la anterior. No puede haber diferencias entre “fundadores” y “recién llegados”. Hay que frenar las alternativas divisivas, atractivas en elecciones de medio término. A muchos les parecerá útil que lleguen al Congreso algunas figuras valiosas. Otros creerán que es la ocasión para medir las posibilidades de una nueva tercera fuerza.

Pero no es el momento. Hoy la cuestión prioritaria es frenar a CK y a La Cámpora, y evitar un daño que puede ser irreparable. Y octubre puede ser la última oportunidad.

Una nueva coalición cuenta potencialmente con una buena base de apoyo ciudadano. Es cierto que el gobierno de Cambiemos dejó muchos desilusionados o dolidos; pero el espanto y la esperanza produjeron las manifestaciones del “¡Si, podemos!” y el 41% electoral. Esa base podría ampliarse con quienes creyeron en Alberto Fernández o en Lavagna. Pero todo es más potencial que real. Una arcilla que requiere un escultor, o al menos un alfarero, que le de forma política. La forma política requiere una suma de discurso racional y relato emocional. En ambos terrenos hay mucho por hacer.

El ideario común mínimo de esta alianza imaginada -la razón para querer frenar a CK- es la democracia republicana. La consigna es necesaria, es fundamental, pero insuficiente.

El republicanismo también debe ser “popular”. “Pueblo” es un concepto central de la democracia, con un amplio campo de sentidos y significaciones. Usualmente ha sido monopolizado por el peronismo, que le da un sentido populista. Hay que recuperar el término y darle un sentido más amplio, que interpele a todo el pueblo ciudadano, que conserve la sensibilidad popular y la ligue estrechamente con la institucionalidad republicana.

La idea republicana es clara cuando se trata de la justicia, las instituciones en general, la igualdad ante la ley. Cada día surge un nuevo ejemplo de instituciones agraviadas o amenazadas por CK y sus seguidores.

Pero además, hay que demostrar que existe una manera democrática y republicana de afrontar el problema sanitario, el educativo, el de la seguridad..., e incluso el económico.

Muchos problemas específicos tienen que ver con un manejo poco republicano del Estado, capturado por el grupo gobernante y sus amigos, y explotado sistemáticamente por el universo corporativo que, en su mayoría, está alineado con el Frente de Todos.

Desmontar este sistema que inutiliza al Estado y poner en orden la economía tiene altos costos inmediatos. En ese rubro, el peronismo -no limitado por exigencias lógicas- siempre saca ventajas. Sin caer en el facilismo o el voluntarismo populista, la nueva coalición tiene que mostrar una dosis significativamente mayor de sensibilidad popular.

Esto nos lleva a la narrativas -el relato-, un terreno decisivo en la política, que merece un análisis especial. Baste recordar, por ahora, que gobierno de Cambiemos, mal preparado, sufrió allí una derrota aplastante. Para la nueva coalición, esto debe ser aleccionador.

*El autor es Historiador.

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