De ahora en adelante...

Los docentes debemos adaptar las ciencias y los haceres pedagógicos al plano concreto del aula. Elijamos los vocablos esenciales de cada teoría y asegurémonos de que los alumnos los entiendan.

Desde la primaria hasta la secundaria, los docentes se enfrentan al desafío de aplicar nuevas técnicas o seguir con las tradicionales. Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes
Desde la primaria hasta la secundaria, los docentes se enfrentan al desafío de aplicar nuevas técnicas o seguir con las tradicionales. Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes

Cada vez que asume un gobierno, cualquiera sea su signo político, los ciudadanos escuchamos a los nuevos funcionarios diciendo a partir de ahora…o desde ahora en adelante y todos los votantes esperamos esa promesa futura que se diluye, se borra, se disuelve, enredada con el hilo de la realidad de todos los días.

Entonces para las próximas elecciones nos resignamos hasta oír otra vez decir: a partir de ahora…desde ahora en adelante.

¿Qué entendemos por “a partir de ahora”? Quizás, según la perspectiva de cada uno será un cambio en los lineamientos políticos, económicos, educativos, ecológicos…

En esta oportunidad ejemplificaremos ese proceso en el campo educativo. Me interesa porque soy docente, porque está demostrado a nivel mundial que la educación es la plataforma esencial .para la renovación y el progreso de un país,

Además porque soy docente habitante (durante 50 años) de las aulas de todos los niveles (de colegios primarios, secundarios, terciarios y universitarios). Como profesora de Didáctica de la Lengua, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo me siento involucrada y participo de las responsabilidades que en este fracaso escolar, y particularmente en el fracaso lector hemos tenido en todos los niveles.

Sí, soy responsable como todos los docentes universitarios que quisieron empezar con las nuevísimas teorías con mucho entusiasmo, mucha bibliografía y poco sentido de la realidad. Quisimos adentrar a nuestros estudiantes, futuros maestros y profesores del secundario, de golpe, en los fundamentos científicos de la incipiente concepción. Deberíamos haber hecho una mediación entre estos conceptos nuevos con los saberes establecidos. Pero no la hicimos ni dimos el tiempo necesario para la maduración (términos extraños y estrategias de aprendizaje desconocidas).

Y cuando de Europa llegaban nuevas lingüísticas comenzábamos a recorrer otra vez el vertiginoso camino del camino.

Pondremos un ejemplo para los adultos que cursamos la escuela en la Argentina de los años 65.

Trabajábamos entonces con la gramática tradicional: sustantivos (nombran personas, animales y cosas), adjetivos (cualidad), verbo (acción). Nadie discute que esa gramática necesitaba un ajuste.

Surgió en Europa, con la figura de Saussure, el estructuralismo. Para él la lengua forma un sistema, una estructura interrelacionada de elementos. Eso es la esencia de esta corriente.

Entonces los profesores atiborramos las mentes de los alumnos con muchísimas designaciones nuevas que marearon a muchos. Los docentes frente al aula se resignaron al análisis sintáctico de oraciones sueltas (sujeto-predicado, etc,) realizados con líneas de distinto nivel o cajas, con que los profesores y docentes se pavonearon de estar a la moda. Con ello se perdió el aporte principal del estructuralismo: la sistematicidad.

En medio de esta confusión que dio escasos frutos (sólo con aquellos docentes que entendieron la esencia del estructuralismo) se saltó a una nueva teoría que recorrió los mismos pasos:

Enamoramiento de la nueva lingüística que iba a ser infalible, según los eufóricos y orgullosos profesores. Por supuesto desvalorizaron el estructuralismo y todo conocimiento anterior.

Uso y abuso de conceptos nuevos, no afirmados, no necesarios para los usuarios de la lengua. Ahora la unidad de análisis no era la oración sino el texto con unos tecnicismos nuevos (relacionantes, coordinantes, etc.) Si en la oración los chicos se “enredaban”, en el texto ¡ni que hablar!

Por supuesto el fracaso se le adjudicó a este último intento.

Saltamos así de la gramática tradicional, a Saussure, la gramática estructural, la gramática transformacional, la gramática generativa, etc. Estos saltos abrumaron a los docentes, a los alumnos, a sus padres y no reflejó ningún provecho para la lectura ni la escritura autónoma.

Si a esto sumamos los distintos métodos de lectoescritura que debieron implementar los maestros de primero y segundo año de la escuela primaria (cuyas consecuencias en el desempeño de la lengua se ha mostrado casi nulas) debemos rendirles un reconocimiento especial a los pacientes- o no- maestros y profesores que no pudieron mejorar la situación, ni aun en los adolescentes.

Después de tanto cambio y nuevas teorías aquí están los resultados,

¿Por qué?

Los docentes universitarios debieron depurar y tomar los aportes básicos de cada teoría e integrarlos. La ciencia no descarta ni culpa a los postulados anteriores, los enriquece, los completa. El ser humano es tan soberbio que cree que la ciencia comienza con él La cultura del hombre no es una superposición descartable de saberes. Es un continuum madurado e integrado.

Estas son las sugerencias que me atrevo a dar a partir de mi largo y gratificante camino docente.

Los docentes debemos adaptar las ciencias y los haceres pedagógicos al plano concreto del aula. Desechemos esa “verba exitista” que nos hace parecer más actualizados pero que entorpece la comunicación. Elijamos los vocablos esenciales y asegurémonos que los alumnos los entiendan,

No desperdiciemos los aciertos de teorías anteriores; aprovechemos para construir los aprendizajes nuevos con todos los bagajes recibidos.

*La autora es profesora especializada en Educación y Metodología

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