Crónica de un día agitado

Esta semana el presidente estuvo bastante ajetreado, comenzó con la vacunación contra el Covid-19, siguió con la ley de interrupción voluntaria del embarazo y por último con las modificaciones a las jubilaciones.

Alberto Fernández.
Alberto Fernández.

Este martes Alberto Fernández mató tres pájaros de un tiro, en compensación por todas las veces que erró en el año. A ver si el recuerdo  positivo del día podía borrar tantos negativos reiterados desde que asumió Y no le fue mal, aunque nadie sabe si será una tendencia creciente o pan para hoy y hambre para mañana.

Comenzó el día con una vacunación a las apuradas mediante una vacuna de la que no se conoce casi nada y aunque sean muchas las voces que hablen bien del laboratorio que las produce, el gobierno con sus actitudes contribuye a aumentar las sospechas. Como el “nerviosismo” del presidente porque aún no viene la autorización para mayores de 60 años. Tal cual se tratara de una necesidad política más que de una autorización basada en la ciencia. O el triunfalismo malvinero auto-declarándonos  -falsamente- entre los 10 primeros vacunadores del mundo.

A la interrupción voluntaria del embarazo Alberto Fernández puede sentirla como éxito propio, porque le pertenece enteramente; está entre sus promesas de campaña y avanza en la misma línea conceptual del divorcio o del matrimonio igualitario: en la laicidad del Estado, en la tradición liberal del país. En lo inmediato tendrá enojos del Papa y la Iglesia, pero de a poco se instalará culturalmente como ocurrió en los casi 70 países que lo autorizaron. Siempre y cuando se evite el triunfalismo  de celebrar lo que no se puede celebrar porque, autorizado o no, el aborto nunca es buena noticia.

Con respecto a la modificación jubilatoria, se diga lo que se diga sólo busca reducir el impacto del costo jubilatorio en el presupuesto. O sea sacarle plata a los jubilados de un modo infinitamente más explícito que la reforma efectuada por Macri. Sin embargo, en aquel entonces casi incendian el país y ahora no pasó nada. Incluso, el principito Máximo Kirchner  en su exposición del martes defendió sin pudor a los furibundos tira piedras de ese tiempo, con la convicción de que pueden decir lo que quieran cuando quieran, sin pagar ningún costo por ello.

Quizá lo más lamentable de este activo martes donde el gobierno se sintió triunfante luego de un año bastante malo, fue el papel de las terceras fuerzas y los indecisos, que votaron -tanto en la ley del aborto como en las jubilaciones- por motivos que no merecen la menor valoración positiva. Cuando son precisamente esas fuerzas las que deben añadir racionalidad y equilibrio en los momentos en que las posiciones mayoritarias son inconciliables. Pero no, prefirieron jugar del lado del oficialismo, que es donde están los mejores premios para los que capitulan, aunque no sean todos.

En la ley del aborto lo más rescatable es la transversalidad del voto, un tema donde la decisión a conciencia es el centro valorativo. Acá no se debe votar por obediencia partidaria, y nadie -al menos explícitamente- lo pide así. Aunque hoy la Iglesia está enojada por las presiones que el gobierno realizó sobre los indecisos. Claro que en la ley presentada por el macrismo, las presiones de los sectores católicos también fueron igual de insoportables.  Aunque la responsabilidad primera es la de aquellos legisladores que se dejan apretar, los que pensando de un modo votan de otro, vendiendo así su alma a la razón de Estado, por no decir algo aún peor que tenga que ver con efectividades conducentes. Pero no queremos pensar que eso pueda ser así. Suponemos que algunos tienen los principios un tanto flojitos, o que tienen unos u otros principios según la ocasión.

Pero donde la sospecha se magnifica a niveles insoportables es en el tema jubilatorio, donde se impuso el ajuste a los jubilados por las terceras fuerzas que  fueron obedientes al oficialismo de turno, con lo cual deja de carecer enteramente el sentido por el que son votadas. Hay algunos que se presentaron como terceras fuerzas para después colarse en el poder aportando al  oficialismo lo poco que tienen. Es cierto que después de aportarlo pierden toda credibilidad de los que los votaron, pero eso ya no importa porque los camaleones lograron sus objetivos personales. Aunque en el caso de los legisladores del gobernador cordobés Schiaretti la claudicación, más que bronca da un poco de pena porque el argumento que ponen es el de aportar a la gobernabilidad nacional, cuando en realidad deberían decir que están aportando a la gobernabilidad cordobesa para que el gobierno central no les caiga encima si le votan en contra. Sólo son disculpables aquellos -tanto del oficialismo como de las terceras fuerzas- que aceptaron votar una mala ley porque el presupuesto no alcanza si la mitad de la población laboral está en negro. Al menos son más honorables que los que mienten diciendo que los jubilados ganarán con esta ley, sabiendo que ella sólo promete más pobreza y que contradice todas las promesas de campaña que Alberto Fernández les hizo a los jubilados.

Pero qué le hace una mancha más al tigre.

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