Cristina eludiendo a Boric

Es posible que Cristina haya querido destratar a Boric por el supuesto apoyo de éste a Alberto Fernández.

Es posible que Cristina haya querido destratar a Boric por el supuesto apoyo de éste a Alberto Fernández.
Es posible que Cristina haya querido destratar a Boric por el supuesto apoyo de éste a Alberto Fernández.

Gabriel Boric vino a la Argentina con una delegación que representa a casi todo el arco político, incluida la centroderecha de Sebastián Piñera, porque, como él mismo explica, “hay cuestiones que son política de Estado” y las relaciones internacionales deben darse “en ese marco”.

Antes de concluir la visita oficial, el presidente de Chile reiteró que Vladimir “Putin es un autócrata” y que la invasión a Ucrania “es una guerra de agresión inadmisible”.

Suenan como obviedades pero resultan básicas en la racionalidad democrática. Igual que sostener, como hizo Boric varias veces y lo repitió en Buenos Aires, que los regímenes que imperan en Venezuela y Nicaragua son autoritarismos que cometen violaciones a los derechos humanos.

Tal vez por esa racionalidad que lo sitúa en un progresismo democrático al que no le sobran exponentes en Latinoamérica, más allá del Frente Amplio en Uruguay y Lula en Brasil, es que Cristina Kirchner se convirtió en una fugitiva durante la visita del joven Boric. ¿Tenía realmente que estar en El Calafate justo en esos días? Quizá la razón de que no haya siquiera saludado personalmente al notable visitante, tiene alguna relación con que ni ella ni la dirigencia del movimiento que lidera denunciaron jamás las brutales represiones del chavismo ni la destrucción de la democracia nicaragüense que perpetra Daniel Ortega ni la catástrofe humanitaria que está provocando el belicismo expansionista del presidente ruso.

En este momento, Gabriel Boric no es un presidente más, sino el más joven de los presidentes latinoamericanos y, sobre todo, representa una etapa nueva en la democracia chilena. Una etapa que quizá alumbre una nueva izquierda, más dispuesta a construir igualdad que la centroizquierda socialdemócrata, pero desprovista de populismo económico y de la cultura autoritaria que engendra autócratas que imponen culto personalista.

Es posible que las circunstancias del ejercicio del poder le hagan perder ese rasgo, pero de momento, lo que propone Boric lo distingue de las izquierdas autoritarias con modelos económicos no sustentables.

Tal vez en ese rasgo diferencial esté el motivo del viaje de Cristina al sur justo cuando visitaba Buenos Aires el flamante presidente chileno. Resulta extraño que, recurriendo tanto a la palabra “progresismo” para definirse, no haya querido siquiera saludar personalmente a Boric. Que no haya ido a recibirlo en la Casa Rosada puede entenderse, aunque no justificarse, en el marco de su enfrentamiento con Alberto Fernández. Pero que la vicepresidenta y presidenta del Senado no haya estado para recibir al presidente chileno en el Congreso, no se explica por la interna salvaje que atraviesa el gobierno argentino.

Es posible que Cristina haya querido destratar a Boric y posiblemente el destrato tiene dos motivos. Uno está en las diferencias marcadas por el presidente chileno en política internacional y en economía con posiciones como las que expresa el kirchnerismo. La otra razón posible es que Cristina considere que Boric vino a apoyar a Alberto Fernández en la disputa que mantiene con ella.

Así como está convencida de que, con el acuerdo sobre la deuda argentina, el FMI quiso darle una mano al atribulado presidente y por eso fue flexible en temas donde normalmente no lo es, también puede sospechar que Boric se identifica con quienes representan posiciones moderadas jaqueadas por posiciones radicales en sus propias coaliciones.

Un sector de la coalición chilena piensa que no se puede juzgar con la misma vara las violaciones de DD.HH. de regímenes izquierdistas y de regímenes derechistas. Esa izquierda chilena defiende al régimen residual chavista y a la dictadura de Ortega, mientras calla frente a los crímenes que comete en Ucrania Putin, líder ultraconservador que comparte con la izquierda autoritaria el desprecio a la democracia liberal. En cambio Boric denuncia el autoritarismo sin deparar en banderas ideológicas.

Cristina Kirchner parece no soportar que alguien que supuestamente está en su misma vereda, actúe de ese modo. Tampoco acepta que Boric sostenga que la izquierda debe abandonar las políticas económicas deficitarias. Aunque Néstor Kirchner promovía los “superávit gemelos”, sus herederos abrazaron un populismo radicalizado que considera “neoliberales” a las posiciones como la de Boric.

Pero lo que más rencor le estaría produciendo a Cristina es considerar que Boric vino a apoyar a Alberto por estar ambos en situaciones similares.

La gran diferencia con el presidente argentino es que Boric es enteramente dueño de su cargo porque a la candidatura la ganó en comicios internos. En cambio, Alberto le debe la presidencia a su vicepresidenta.Lo que tienen en común es que los dos expresan posiciones moderadas que sufren el asedio de los “socios” duros, de manera potencial en el caso chileno y de manera brutal en el caso argentino.

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