Contrastes llamativos (1)

Cada día escuchamos a los encargados de mantenernos informados sobre la pandemia, usar los adjetivos “positivo” y “negativo” con un sentido diferentes al que nosotros los usamos.

En este extenso período en que, confinados y aislados, hemos tenido largo tiempo para solazarnos con la lectura y para meditar sobre algunos usos del idioma, nos ha sorprendido ver cómo algunos términos, cuyo significado nos parecía definitivamente incorporado, han adquirido otras acepciones, con un giro inesperado.

Cada mediodía y cada noche, al hacerse el resumen cotidiano de los avances y retrocesos en materia de pandemia, escuchamos a los encargados de mantenernos informados y, a la vez, de darnos la cuota diaria de desaliento, utilizar los adjetivos ‘positivo’ y ‘negativo’, con un valor diferente al que manejábamos. En efecto, cuando buscamos el sentido de uno y otro, polarizamos su significado al asociar el primero a “lo afirmativo, lo que expresa afirmación o aceptación” y el segundo a “lo que contiene negación o rechazo”. A partir de esa polarización, es que nos alegra saber que un resultado o la evolución de un hecho han sido positivos y, en cambio, nos aflige y preocupa un resultado negativo. Sin embargo, en términos de pandemia, al hablar los encargados de alimentar las estadísticas, nos dicen con preocupación que ha habido un récord de positivos y que, testeado tal o cual conglomerado familiar, afortunadamente han primado los negativos. Allí, indudablemente, las connotaciones parecen haberse invertido: ‘positivo’ se toma, para estos informes, en la segunda acepción del vocablo, que reza “que implica la existencia o presencia de algo”. Es, entonces, preocupante que los casos positivos o casos en que se ha detectado la presencia del virus vayan incrementándose. A la inversa, si buscamos ‘negativo’ en la edición última del diccionario académico, nos encontramos con “que implica la ausencia o inexistencia de algo”. En esta situación, ‘los negativos’ nos dan alegría puesto que significa que no detectan enfermedad.

Otros adjetivos que pueden darnos sensaciones opuestas a las que, ordinariamente, se encuentran instaladas en el ideario colectivo son las que se relacionan con ‘blanco’ y ‘negro’. Con respecto a ‘blanco’, que siempre hemos considerado teñido de connotación positiva, hallamos una  connotación negativa en el valor de “pálido, generalmente a causa de una emoción fuerte, un susto o una sorpresa”: Estaba blanco de miedo. Asimismo, en la esfera del juego, será ‘blanco’ aquel que por su candidez o impericia, “resulta fácilmente despojado de su dinero mediante trampas”. Con valor sustantivo, ‘blanco’ es aquella persona o cosa sobre la que se dispara o a la que se dirige una acción determinada: Después de ese día, Julián fue el blanco de todas las críticas.  Esta acepción como sustantivo proviene de otra que dice “objeto situado a distancia sobre el que se dispara para ejercitarse en el tiro y puntería, o para graduar el alcance de las armas”: Demostraban que no veían bien porque no acertaban en el tiro al blanco.

Connotación negativa posee también ‘blanco’ cuando es equivalente a vacío, como en la acepción que dice “espacio que en los escritos se deja sin llenar” o “hueco intermedio entre dos cosas”: El escrito que presentó era incoherente porque presentaba varios blancos. Se relaciona con este sustantivo la locución ‘en blanco’, que puede tener varias acepciones, todas de carácter negativo: “Sin comprender lo que se oye o lee”, como en Me quedé en blanco porque su modo de hablar era ininteligible. La segunda acepción está muy vinculada a ella: “Sin poder recordar o sin saber qué decir”, como en Sus argumentos me dejaron en blanco. La tercera acepción es “sin dormir”: Estoy mal porque pasé la noche en blanco.

Al buscar el adjetivo ‘negro’, vemos que, connotativamente hablando, predominan las acepciones negativas: ‘negro’ puede ser, por ejemplo, equivalente a “infeliz, infausto, desventurado”, como en Tuve un mes negro. Si se aplica a la novela o al cine, hace alusión a que se desarrolla en un ambiente criminal o violento; si se refiere a ‘magia negra’ o a ‘misa negra’, se alude a que invocan la presencia del demonio. En el ámbito laboral, ‘trabajar en negro’ indica que la situación del empleado no es regular ni en lo contable ni en lo legal. Pero, así como no siempre son positivas las connotaciones del vocablo ‘blanco’, tampoco son siempre negativas las que corresponden a ‘negro’. En efecto, en lo coloquial, ‘negro’ puede indicar el agradable tono tostado o bronceado por el sol: Se nota que acaba de llegar de sus vacaciones en el mar pues se la ve negra y resplandeciente. También nos indica el diccionario académico que ‘negro’ y ‘negra’ se usan en Andalucía y en algunos sitios de América como equivalente a una “voz de cariño, entre casados, novios o personas que se quieren bien”.

Cuando ‘negro’ se pospone a sustantivos que nombran alimentos o bebidas, no solamente alude al color sino que se refiere a determinada propiedad o cualidad positiva de la sustancia; así, el ‘chocolate negro’ es recomendado en el mundo de la gastronomía por sus efectos beneficiosos sobre la salud; otro tanto ocurre con la promoción del ‘café negro’, del que se predican buenos efectos para sus consumidores. También de la ‘cerveza negra’ se enumera una serie de ventajas y el ‘azúcar negro o moreno’ (puede decirse ‘azúcar negra o morena’) es ponderado por su contenido de hierro, potasio y calcio.

Cerramos la nota dejando planteada, para la próxima vez, la inquietud acerca de qué valores pueden tener los sustantivos ‘alza’ y ‘baja’, con sus respectivos adjetivos ‘alto, -a’ y ‘bajo, -a’.

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