Consiliarios, consejeros y concejales

El vocablo “consejo” proviene del latín “consilium”, cuya traducción es “deliberación, consulta, debate en una asamblea”. El término “concejo” proviene del latín “concilium”, que significaba “ayuntamiento, corporación municipal”.

Concejo Deliberante de Tunuyán. Gentileza 8 Digital
Concejo Deliberante de Tunuyán. Gentileza 8 Digital

A veces, en una comunidad seseante como la nuestra, no sabemos cuándo escribir “consejo” y cuándo, “concejo”. Nos remitimos, por un lado a la etimología de los términos y, por otro, a su valor significativo.

El vocablo “consejo” proviene del latín “consilium”, cuya traducción es “deliberación, consulta, debate en una asamblea”. Se vinculaba al verbo “consulere”, cuyo significado era “deliberar conjuntamente, consultar, pedir asesoramiento, ser experimentado”. En español, “consilium” ha dado “consejo”, en cuyas acepciones podemos advertir que confluyen los étimos latinos. En efecto, por un lado, encontramos que es la “opinión que se expresa para orientar una actuación de una determinada manera”: “Hoy necesito el buen consejo de un amigo”. También, “consejo” es un órgano colegiado para asesorar, administrar o dirigir una entidad: “Se encuentra reunido nuestro Consejo en aquel salón”. Además, también se denomina “consejo” a la reunión de sus miembros: “Este miércoles habrá consejo”.

En España , es el órgano superior de gobierno para asistir al rey en la administración del reino y la justicia; a su lado lleva el nombre del territorio al que pertenece o de la materia de su competencia: “Consejo de Castilla” y “Consejo de Economía”. Se puede hablar de “Consejo de guerra”, tribunal formado por militares para causas de esa jurisdicción; también el “consejo de familia” es la reunión de personas que intervienen por ley en la tutela de un menor o discapacitado. Y, por fin, el “Consejo de Estado” es el supremo órgano consultivo del Gobierno en asuntos políticos y administrativos.

Del vocablo original “consilium”, proviene “consiliario, -a”, que se define con la voz ya evolucionada “consejero” y que, en ciertas corporaciones y sociedades, designa a las personas elegidas para asesorar al superior que las gobierna o para tomar parte con él en ciertas decisiones. De manera similar, se define a un “consejero, -a”, que, además, puede significar “aquello que sirve de advertencia para la conducta de la vida”: “La prisa nunca es buena consejera”. Por otro lado, en relación con “consejo” tenemos “aconsejar”, cuyo valor esencial puede sintetizarse en “dar a alguien una opinión sobre lo que tiene que hacer”.

El término “concejo” proviene del latín “concilium”, que significaba “ayuntamiento, corporación municipal”. Sus integrantes se denominan “concejales”, miembros de una corporación municipal. Aunque durante mucho tiempo se consideró que “concejal” era común en cuanto al género (el/la concejal), actualmente el uso mayoritario ha validado “concejala”: “Las concejalas de ese municipio llevan adelante una excelente tarea solidaria”.

Debe tomarse en cuenta que, directamente del origen latino, hallamos “concilio”, con el valor de “junta o congreso”; si es de obispos y otros eclesiásticos de la Iglesia católica, trata asuntos del dogma: “Fue trascendente el Concilio Vaticano II”.

Y, sobre esta base, se forma “conciliar” que, como verbo, pone énfasis en que se hacen compatibles dos o más cosas: “Tuve que conciliar lo académico y lo doméstico”. En este sentido, puede indicar que alguien trae buen ánimo: “Es una figura dispuesta a conciliar opuestos”. Se vinculan con ello “conciliatorio” y el sustantivo “conciliación”, tan usado en derecho como “acuerdo entre los litigantes para evitar un pleito o desistir del ya iniciado”: “Los huelguistas acataron la conciliación obligatoria”. También se puede vincular el verbo “reconciliar”, que indica el restablecimiento de la amistad entre dos personas y, en el seno de la iglesia, que vuelve a ella quien se había separado de su doctrina.

Hay otros términos de distinta grafía, aunque de pronunciación igual por el seseo, con significación diferente: es el caso de “zaga” y “saga”, de “abrasar” y “abrazar” de “cima” y “sima”, de “sonda” y “zonda”, entre otros. ¿Cuándo usamos “zaga”? Puede ser la parte posterior de ciertas cosas, especialmente de un grupo de personas: “La zaga del batallón”. También, en un equipo deportivo, es la línea más retrasada, encargada de defender la meta: “Los jugadores más avezados conformaban la zaga del equipo rival”. Al jugador que actúa allí se lo denomina “zaguero”. En un vehículo, la “zaga” es la carga que se acomoda en la parte trasera. “Saga”, en cambio, puede ser una mujer que se finge adivina y, como tal, realiza encantos y maleficios. Pero la forma “saga” más usada nombra la serie de obras que tienen entre sí unidad argumental, de intención o de personajes: “La saga de Harry Potter ya se agotó en librerías locales”.

De los verbos “abrasar” y “abrazar”, el primero significa “reducir a brasa, quemar”: “Un calor terrible ha abrasado los cultivos”. Referido a una pasión violenta, como el amor, equivale a “agitar, consumir a alguien”: “Un amor excesivo abrasaba a la pareja”. En cambio, “abrazar” es “ceñir con los brazos”: “Lo abrazó con fuerza en la despedida”. También puede indicar que alguien toma algo a su cargo o sigue una tendencia o doctrina: “Abrazó la empresa paterna con gran responsabilidad” y “Toda su familia abrazó el catolicismo”.

Realidades absolutamente opuestas señalan “cima” y “sima”. La primera es la parte más alta de un cerro, de los árboles o la perfección de alguna obra: “Los andinistas alcanzaron ayer la cima del Aconcagua”; “Todavía hay nieve en la cima de algunos álamos” y “Se halla en la cima de su carrera”. Se vincula la cima a la culminación de una cualidad o de un proceso. Contrariamente, la “sima” es una cavidad muy profunda en la tierra: “En el fondo de aquella sima, hay agua helada”.

Finalmente, diferenciamos en la escritura los términos “sonda” y “zonda”. El primero es femenino y nombra un instrumento, con una soga, con peso en uno de sus extremos, para medir la profundidad de las aguas; así “Con esa sonda, pretenden analizar el fondo de la laguna”; también es un tubo usado en medicina con finalidad terapéutica o diagnóstica: “Lo alimentan por sonda”. El zonda, de género masculino y escrito con minúscula inicial, es el viento, cálido y seco, característico de la precordillera cuyana: “Aún no terminan de evaluar los daños del zonda de ayer”.

* La autora es profesora consulta de la UNCuyo.

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