Con uñas y dientes

Si se está juzgando la capacidad o la habilidad de un trabajador para cumplir una tarea y se dice de él que “no tiene uñas para guitarrero”, estaremos diciendo que es inepto en esa labor.

Si se está juzgando la capacidad o la habilidad de un trabajador para cumplir una tarea y se dice de él que “no tiene uñas para guitarrero”, estaremos diciendo que es inepto en esa labor. / Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes
Si se está juzgando la capacidad o la habilidad de un trabajador para cumplir una tarea y se dice de él que “no tiene uñas para guitarrero”, estaremos diciendo que es inepto en esa labor. / Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes

Es sabido que utilizamos los nombres de distintas partes de nuestro cuerpo para armar locuciones, que nos permiten ilustrar mejor nuestras comunicaciones a partir del uso del lenguaje connotativo. Ilustro esta afirmación con el empleo de los vocablos ‘uña’ y ‘diente’, en expresiones cotidianas.

Cuando se quiere indicar que alguien, fugitivo, escapa a todo correr, se dice que lo hace “a uña de caballo”: “Se fugó del lugar huyendo a uña de caballo”. Del mismo modo, para referirse a la forma de actuar de una persona, se usa esa misma locución porque ella indica que obra liberándose de un riesgo y que lo hace por su cuidado y diligencia.

¿Qué se quiere significar cuando se dice que “alguien se afila las uñas”? ¿Y si se “cae en las uñas de alguien”? En el primer caso, se alude connotativamente a que esa persona hace un esfuerzo extraordinario de ingenio, habilidad o destreza: “Se está afilando las uñas para rendir de modo brillante esa materia”. En cambio, si se “cae en las uñas de otra persona” será lo mismo que “caer en sus garras”, o sea, llegará a estar en las manos de ella, temiendo o recelando un daño grave: “He caído en las uñas de ese personaje cruel y no sé cómo escapar”.

Si escuchamos que alguien “se come las uñas”, puedo referirme al hecho de que posee el hábito de la “onicofagia”, pero también puedo querer significar que esa persona está muy nerviosa por algo que ha acontecido: “Llevaba ya dos horas mi padre en el quirófano y yo, en la sala de espera, me comía las uñas”.

Cuando una persona hace un esfuerzo intenso y pone toda su energía para ejecutar una obra o para llevar adelante con éxito una empresa, se dice que lo hace “con uñas y dientes”: “Trabajé con uñas y dientes para este microemprendimiento”.

La enemistad de dos o más personas o la predisposición para reñir una con otra se expresan, respectivamente, con las locuciones “de uñas” y “cortarse las uñas con otra persona”: “Angélica y Ayelén estaban de uñas” y “El proveedor se cortaba las uñas con el dueño del almacén”.

Un gran esfuerzo para llevar a cabo una empresa queda reflejado en la locución verbal coloquial “dejar las uñas en algo”: “Pudimos advertir su entusiasmo y sacrificio pues dejó las uñas en la obra”. Si se dice de alguien que “le enseñó las uñas a otro”, se ha querido dar a entender que lo amenazó: “Ignacio, furioso, le enseñó las uñas al inspector”.

¡Qué cualidad desagradable tiene aquel al que se le atribuye ser “largo de uñas”, pues con ello habremos querido significar que está inclinado al robo por ser ratero o ladrón. También es connotativamente negativa la expresión “meter alguien la uña” porque esa persona ha defraudado a otra en cantidades o porciones. Asimismo, hay dos locuciones vinculadas al robo: “Tener las uñas afiladas”, que indica que alguien es diestro en el hurto, y “tener uña en la palma”, locución verbal que se refiere a quien es aficionado a quedarse con lo ajeno. En relación con el peligro, se ha acuñado “verse en las uñas del lobo”, que señala un riesgo grande.

Si se está juzgando la capacidad o la habilidad de un trabajador para cumplir una tarea y se dice de él que “no tiene uñas para guitarrero”, estaremos diciendo que es inepto en esa labor.

Cuando dos o más personas tienen una amistad estrecha, se dice que “son uña y carne”.

En la segunda parte de la locución que figura en el título, nos aparece el sustantivo “dientes”, que vemos utilizado en muchas expresiones coloquiales. Por ejemplo, en el ambiente de las encuadernaciones, se habla de “diente de perro”, locución adverbial que alude a una técnica consistente en coser dos o más hojas o pliegos juntos, atravesándolos con el hilo por el borde del margen. Y si alguno de nosotros realiza una labor con disgusto o repugnancia, se dirá que lo hace “a regañadientes”.

Nos causaba gracia escuchar a nuestros antepasados cuando, al ver a los dientes muy separados de una persona, decían de ella que tenía “dientes de embustero”.

En momentos de lucha, la locución “armarse hasta los dientes” da a entender que se va bien provisto de armas. Y en cuanto al ruido que puede hacerse con los dientes, hay dos expresiones coloquiales que dan cuenta de ello: si se tiene frío o miedo en exceso, se puede utilizar la frase “castañetear los dientes” o la locución “dar diente con diente” para señalar cómo estos chocan, porque se golpean los de una mandíbula contra los de otra. Y si lo que se muestra es cómo una persona padece con mucha rabia, impaciencia o desesperación una pena o un tormento, la expresión que se usará será “crujirle los dientes”.

Cuando alguien no se muestra sincero y murmura de manera poco perceptible, se dice que habla “entre dientes”; también, la falta de sinceridad y de convencimiento y el hecho de no ser auténtico, se nombra coloquialmente con la locución “de dientes afuera” o “de los dientes para afuera”: “No le crea, es todo de los dientes para afuera”.

Existe la expresión “aguzar los dientes”, que ilustra muy bien las intenciones de una persona que va a comer próximamente pues está lista la comida. Y en relación con la comida, si vamos a comer algo difícil de masticar, la locución verbal coloquial que se usa es “hincar/meter el diente”. Pero he aquí que esta misma locución se puede usar para acometer las dificultades de un asunto: “Es un asunto complejo al que hay que meterle el diente”. También se la puede usar si se quiere indicar que una persona va a murmurar algo acerca de otro, para desacreditarlo, o si existe la intención de apropiarse de parte de la hacienda ajena que se maneja.

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