Antártida y las áreas marinas protegidas

La Argentina está dedicada a apoyar e impulsar la cuestión de las Áreas Marinas Protegidas (AMPs) en aguas de la Antártida, posición que también comparte Chile. Se quiere evitar de esa forma que se preserve la cuestión medioambiental y se proteja una zona antártica que se ve seriamente afectada hoy por la actividad humana como la pesca y por los severos impactos del cambio climático.

La intención es avanzar más en la cuestión medioambiental con relación a la Antártida
La intención es avanzar más en la cuestión medioambiental con relación a la Antártida

La Argentina, en armonía con Chile, sigue impulsando el desarrollo de Áreas Marinas Protegidas (AMPs) en jurisdicción de la Antártida. Los dos países lo vienen sosteniendo desde hace varios años y lo reafirmaron ahora durante una reunión de alto nivel convocada por el Comisario Europeo para el Medio Ambiente, Océanos y Pesca. Ocurre que nuestra nación apunta a preservar los ecosistemas en el Atlántico Sur, donde más de 8% de su Zona Económica Exclusiva (ZEE) está cubierta actualmente por AMPs.

Pero, la intención es avanzar más en la cuestión medioambiental con relación a la Antártida y, por eso, se apoya la cuestión en la agenda política internacional y del Sistema del Tratado Antártico.

La Argentina y Chile habían presentado en 2018 una propuesta de un AMP en la Península Antártica Occidental y Sur del Arco de Scotia, área de abundante biodiversidad marina donde se halla 75% del krill de toda la Antártida. La zona se ve seriamente afectada hoy por la actividad humana como la pesca y por los severos impactos del cambio climático.

Existen actualmente diversas propuestas de AMPs pendientes de aprobación en el Área de la Convención sobre la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA), que abarca los océanos que rodean a la Antártida. Las propuestas en la Antártida Oriental y en el Mar de Weddell están copatrocinadas por la Unión Europea y sus Estados miembros junto a Australia, Noruega, Reino Unido y Uruguay.

Los dos países vecinos se suman a la corriente mundial de proteger el frágil ecosistema antártico. Valiosa acción en la que debe persistirse.

La Antártida es un lugar único en el mundo, no sólo por los valores naturales que alberga, sino también por cómo está administrado.

El continente helado es morada de numerosas especies marinas, consideradas endémicas, como el krill, peces aves y mamíferos marinos.

Es el único enclave de la Tierra consagrado a la paz y la ciencia, que está administrado por un grupo de Estados, el nuestro entre otros, que acuerdan la conservación del mismo por consenso.

Coexisten allí diversas actividades humanas, como la ciencia, la logística, el turismo y la pesquería.

Por eso resulta convincente mantener el equilibrio y las condiciones prioritarias de la Antártida designando (como quiere el país y Chile) un Área Marina Protegida en el Dominio I (oeste de la Península Antártica y sur del Arco de Scotia, que corresponden a las dos naciones hermanas), que ya fue presentada a la Convención para la Conservación de Recursos Vivos Marinos (CCRVMA) durante 2018, para proteger la biodiversidad antártica, incluso el uso sustentable de los recursos.

Es auspicioso que los dos países sigan manteniendo esta cruzada, que no es otra cosa que apuntalar las mejores condiciones para ese fabuloso territorio de 14.000.000 de km2.

Sin embargo, hay que mantener las alertas muy altas porque la Península Antártica, pese a su posición privilegiada, está amenazada por los cambios ambientales continuos y el calentamiento del sistema climático general. Esas variaciones incluyen el calentamiento de la atmósfera y de los mares, la duración del hielo marino, derrumbes de barreras de hielos y otros riesgos más, a lo que hay que poner límites.

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