Acuerdos, o seducción política, para el manejo de la crisis

La gestión lo sigue acompañando a Suárez en la consideración de los mendocinos. Las encuestas coinciden en que su nivel de aceptación es alto. Anabel Fernández Sagasti vuelve a intentar adquirir un perfil más acorde al gusto de los mendocinos en materia política. Es una dirigente de buen trato y amable.

Ilustración / Gabriel Fernández
Ilustración / Gabriel Fernández

Dicen que después de la tempestad llega la calma. Es la conclusión a la que arribaron varios en el oficialismo y la oposición de Mendoza luego de la amable reunión del miércoles entre el Gobernador y la senadora Fernández Sagasti para hablar de estrategias ante la pandemia.

Se puede decir que el temporal no fue tan prolongado si lo medimos a partir del tenso sábado de la Asamblea Legislativa. Ese día Suárez, a través del mensaje extenso que dio, expresó su gran enojo con la oposición “mezquina” que pone trabas a sus más optimistas iniciativas, pero sin poder dejar de pensar que cuando partiera de la Legislatura debía terminar de interpretar la letra chica del último DNU presidencial sobre las restricciones ante la ola de contagios por Covid-19. Dicho decreto había salido a la luz horas antes de ese especial 1 de mayo. Y, en ese marco, también el Gobernador debía jugarse a fondo con su intención de no ceder ante las presiones por la no presencialidad en las aulas.

Entre quienes criticaron ese mismo día el discurso de Suárez y su ratificación de que las clases seguirían siendo presenciales estuvo, justamente, la joven líder del kirchnerismo mendocino, que consideró que el jefe del Ejecutivo estaba “desorientado” en cuanto a qué resolver sobre su gestión. Fue, en realidad, el más tenue calificativo que ella y varios más lanzaron contra el Gobernador esa mañana.

Sin embargo, pocos días después Suárez aceptó tener una distendida charla con su mayor referente opositora del momento. La audiencia la solicitó la propia Fernández Sagasti vía chat al celular del Gobernador, según aseguran quienes estuvieron atentos a dicha juntada. Y Suárez, dicen las mismas fuentes, habría respondido cordialmente con algo así como un “dale, te espero mañana”.

Fue una reunión amena, que duró más de dos horas. Coincidieron en que el diálogo es necesario entre las dos principales fuerzas. La idea de Fernández Sagasti no le desagradó al Gobernador en cuanto a su contenido, pero sí dudó de que lo propuesto se pudiese encarar a través de un proyecto de ley, como plantean desde el Frente de Todos.

Hubo momentos de recriminaciones mutuas por hechos y actitudes de ambas partes, que en los últimos meses tensaron aún más la conflictiva relación entre los dos principales espacios políticos de la provincia. Suarez le pidió que siguieran trabajando algunos temas en conjunto y le reconoció a la joven dirigente que el espacio que ella ahora conduce fue generalmente respetuoso, más allá de ser en otros asuntos muy crítico (reforma institucional, ley educativa, etc), con las decisiones de su gobierno en el marco de la pandemia. Quedaron en continuar por este camino. El encargado de resolver sobre la viabilidad o no del proyecto que llevó Sagasti muy probablemente sea el ministro de Gobierno, Víctor Ibáñez.

Por otra parte, lo que se gestó en la semana entre el Gobernador y quien es hoy la principal adversaria del oficialismo local puede definirse como una suerte de necesario remanso en medio de las increíbles descalificaciones lanzadas desde el poder kirchnerista nacional contra la Justicia (una vez más y van…) tras conocerse el rotundo fallo de la Corte en defensa de la autonomía porteña para resolver sobre sus lineamientos en materia educativa.

La idea de la legisladora nacional que recibieron en el Gobierno no queda sólo en el ámbito político. La propuesta para que por ley se tengan en cuenta “parámetros científicos” para definir eventuales restricciones futuras en las distintas actividades de la provincia generó inquietud en parte del empresariado.

En ese sentido, la Federación Económica de Mendoza reclamó, a través de un comunicado, sostuvo que “es fundamental escuchar la voz y la visión de las cámaras sectoriales y territoriales” del sector privado. Y aducen que si bien es cierto que Mendoza tuvo la virtud de anticipar los tiempos de aquella desmedida cuarentena que estableció el gobierno de Alberto Fernández, el daño en los sectores de la industria y el comercio igualmente se sintió en la provincia y todavía quedan muchos efectos difíciles de resolver.

Concretamente, desde la FEM piden participar en la discusión de una posible legislación futura. “Entendemos la necesidad de tomar medidas sanitarias cuando las circunstancias lo ameriten, pero también es esencial hacerlo en forma equilibrada para impactar lo menos posible en pymes y empleos”, indicó el documento empresarial, que apela al cuidado de salud y economía por igual. Los empresarios pretenden creer que lo que se propone como legislación debe ser consensuado entre los sectores de la sociedad involucrados y no quedar en una mera imagen cordial entre políticos.

El efecto electoral de la pandemia

Siempre es apropiado recordar que desde sus comienzos la pandemia de coronavirus fue marcando el ritmo de la gestión de Rodolfo Suárez. Si bien es algo que no escapa a ningún gobernante, en el caso del mendocino se trató de un cable a tierra que le permitió salir de algunos problemas iniciales que lo habían dejado mal parado. El ejemplo más importante es el de la fallida reforma de la legislación minera.

La gestión lo sigue acompañando a Suárez en la consideración de los mendocinos. Las encuestas coinciden en que su nivel de aceptación es alto. Por eso el manejo de la lucha contra el coronavirus es para él muy importante. Hasta ahora pudo sortear dificultades en ese aspecto. En el fatídico 2020 supo alinearse con el gobierno nacional y así se mostró como uno de los gobernantes no peronistas que sintonizaban con Fernández ante la situación de emergencia. Ya se ha comentado varias veces: lo hizo al estilo Rodríguez Larreta.

Tuvo el mérito de ser uno de los primeros gobernadores en plantear con éxito aperturas de la actividad económica provincial bajo protocolos consensuados. Se puede decir que logró que Mendoza fuese la primera provincia “grande” o “importante” del país en abrir sus actividades paulatinamente. Esto sin dejar de reconocer que esa parálisis productiva general igualmente afectó a la economía provincial y también a las cuentas públicas.

Pero, este 2021 es diferente en todo sentido; pesa mucho en el país el hartazgo de la gente ante la posibilidad de un nuevo encierro. Y aquí también Suárez tuvo intuición, y por qué no algo de suerte, para manejar los tiempos, ya que se jugó, como Larreta, por la apertura temprana de clases y le salió bien. Y ahora es uno de los dos gobernantes, también junto al porteño, que puede soportar eventuales críticas desde la Nación y la fuerte presión de los gremios por haber insistido en mantener la presencialidad.

Anabel Fernández Sagasti, por otra parte, vuelve a intentar adquirir un perfil más acorde al gusto de los mendocinos en materia política. Es el año electoral. Y es curioso que ello se presente así, porque es una dirigente de buen trato y aspecto amable sin necesidad de imposturas. Probablemente, haber llegado a ser una de las voces más firmes del cristinismo nacional la haya convertido en una vehemente operadora más de las ideas políticas K en la gran jungla política nacional, algo que ella busca esconder en estas tierras. Sabe bien que su destino está atado al paladar electoral de los mendocinos, aunque después se transforme para ser un eslabón más en el avasallador andamiaje K.

En buena hora los principales dirigentes mendocinos hayan recapacitado sobre la necesidad de buscar acuerdos a partir de posiciones que pueden partir de diferencias lógicas en democracia. Lo contrario a la intolerable reacción presidencial, y del oficialismo en general, al fallo de la Corte que puso las cosas en su lugar sobre los alcances de la autonomía y el federalismo.

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