Objetivo: controlar Chile

Entre el 19 y 24 de enero, partieron las columnas de vanguardia al mando de Las Heras, Soler, O'Higgins y San Martín. Triunfo de Chacabuco

Columna de Las Heras
El 19 de enero inició la marcha la división dirigida por el coronel Gregorio Las Heras rumbo al centro de Chile. Estaba integrada por 30 granaderos, unos 700 soldados del Batallón de Infantería Nº 11, 30 artilleros y 30 zapadores. También marchaban numerosos milicianos encargados de los animales y la carga. Se instalaron en Uspallata para mantener la coordinación con las fuerzas que iban por el camino de Los Patos.

La guerra los alcanzó cuando una avanzada realista cruzó la cordillera y sorprendió a la guardia de Picheuta en la madrugada del 24 de enero. Los pocos milicianos que consiguieron escapar llevaron las noticias a Uspallata, mientras que Las Heras envió una partida integrada por más de 100 hombres para perseguir al enemigo. Los alcanzaron en los alrededores del río Las Vacas, después de 15 horas de marcha, fortificados en un paraje denominado Potrerillos.

El bautismo de fuego del ejército no resultó favorable a los revolucionarios que, sin embargo, lucharon hasta que se terminaron las municiones. Finalmente, los contendientes se retiraron, y los granaderos se hicieron cargo de la vigilancia.

El 29 de enero, la división retomó la marcha y el 1 de febrero llegaron a Las Cuevas.

Los baqueanos que exploraban el área no identificaban enemigos, por lo que Las Heras decidió cruzar la cordillera durante la noche.

Para acelerar los movimientos, dividió las fuerzas en tres grupos que cruzaron por los pasos de Bermejo e Iglesia. Después del esfuerzo, descansaron en Juncalillo donde armaron el campamento.

El 4 de febrero, una partida de 200 soldados enfrentó con éxito a los realistas en la villa de Guardia Vieja. El combate dejó como saldo 25 enemigos muertos, 43 prisioneros y valioso material de combate y comida que escaseaba. Las fuerzas revolucionarias se replegaron a Juncalillo.

El 6 de febrero tomaron dirección hacia la villa de Santa Rosa la que ocuparon dos días después porque había sido abandonada por los realistas. Su control era importante porque permitía al ejército abastecerse de alimentos, ganado, leña y pastos.

Columna de San Martín
El 19 de enero comenzaron a movilizarse las tropas que atravesarían Los Andes por el paso de Los Patos. Primero partió la vanguardia comandada por el general Miguel Soler. Más tarde, el 21 de enero, salió el general Bernardo O'Higgins. Y el 23 y 24 de enero salieron de El Plumerillo las tropas comandadas por San Martín.

La travesía demandó 14 jornadas de marcha en las que los soldados tuvieron que enfrentar la áspera geografía andina, el calor del día, el intenso frío de la noche y el apunamiento provocado por los efectos de la altura.

A pesar del rigor del cruce, el 2 de febrero la vanguardia alcanzó el paso de Llaretas y al día siguiente penetró en territorio enemigo. Entonces, Soler adelantó una fuerza al mando del sargento mayor Antonio Arcos para proteger el descenso de las otras divisiones lo que le permitió vencer a los realistas en la guardia de Achupallas, el 4 de febrero. Así, le abrió paso al control del valle de Putaendo.

Soler llegó al valle dos días después y adelantó una partida a cargo del comandante de Granaderos Mariano Necochea. En la madrugada del día siguiente, sus fuerzas vencieron a los realistas en Las Coimas. Esto obligó a los realistas a abandonar la villa de San Felipe.

A esa altura, el Ejército de los Andes había conseguido dominar el valle de Aconcagua, un objetivo primordial de San Martín que le permitía encarar la batalla final.


Chacabuco
El avance del ejército patriota de ningún modo había pasado desapercibido para el gobernador Casimiro Marcó del Pont, quien había dispuesto concentrar la fuerza militar en la zona central de la extensa frontera, a sabiendas de que el "astuto jefe de Mendoza" encabezaba la marcha de la máquina guerrera que luego de haber superado los ataques de Potrerillos y Picheuta, había cosechado los éxitos de Guardia Vieja, Achupallas y Las Coimas permitiéndoles ocupar las villas de San Felipe y Santa Rosa de los Andes.

Tampoco desconocía la importancia de tales avances, en especial porque la pérdida de ambas localidades limitaba el habitual suministro de recursos, y hacía patente la fragilidad de la estrategia de resistencia frente a sus rivales abriéndoles las puertas a Santiago.

Marcó del Pont intuyó la adversa coyuntura por lo que no sólo armó sus maletas con destino a Valparaíso y dispuso el embarque de las tropas ante una eventual evacuación de la capital.

A esa altura, las fuerzas realistas al mando del oficial de origen peninsular Rafael Marotto se vieron obligadas a replegarse en la cuesta de Chacabuco.

Ante los límites que les imponía la geografía para los movimientos militares, San Martín alteró el plan de ataque y ordenó anticipar el enfrentamiento.

Esa calculada sincronía de movimientos y destrezas militares se puso a prueba en la madrugada del 12 de febrero de 1817.

En ese escenario, y luego de un combate de ningún modo exento de dificultades que se extendió hasta el mediodía y que tuvo como actores protagónicos a O’Higgins y a Soler, quien aparentemente esquivó asistirlo, las armas de la Patria se alzaron con la victoria despejando el camino hacia Santiago.

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