Tensión entre Alemania y la UE por la exigencia de energías verdes en plena crisis

En medio de masivas protestas del sector agropecuario por las exigencias de reducción de emisiones, Olaf Scholz rechazó el pedido de Ursula Von der Leyen de apostar por lo “verde”.

Ursula Von der Leyen y Olaf Scholz, presidente de la Comisión Europea y el primer ministro de Alemania, respectivamente.
Ursula Von der Leyen y Olaf Scholz, presidente de la Comisión Europea y el primer ministro de Alemania, respectivamente.

La situación de Alemania en torno al conflicto en Ucrania es cada vez más compleja. Durante esta semana, la presidente de la Comisión Europea Ursula Von der Leyen se reunió con el primer ministro alemán Olaf Scholz, con el objetivo de presionar a los parlamentarios para que sancionen leyes más duras contra las empresas emisoras de carbono, poniendo el plan de “descarbonización” como prioridad.

La respuesta de Scholz fue contundente: el sector automotor, de los que más aportan a la economía alemana, rechaza de plano la posibilidad de realizar una “transición energética” de acá a 2035, fecha que Von der Leyen insiste en remarcar como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030.

El problema que destacan empresas como Mercedes Benz o Ferrari, que ciertamente tienen una enorme capacidad productiva, es que en la exigencia de abandonar la fabricación de motores de combustión no están contempladas las enormes inversiones que deben hacer las empresas para adecuarse a una producción completamente diferente. Es decir, el costo de la transición lo pagarían las empresas y los usuarios.

Esto le está trayendo serios dolores de cabeza al primer ministro alemán, que no sólo enfrenta la mayor crisis económica de la historia reciente de su país, provocada casi en su totalidad por su involucramiento directo en el conflicto entre Ucrania y Rusia, y por la que cada vez más sectores se están alzando en huelgas exigiendo mejoras generales y reducción en el costo de la energía, que se disparó hasta 10 veces su precio anterior por causa de las sanciones y de la destrucción de los gasoductos Nordstream 1 y 2 en el pasado septiembre.

Al freno de Alemania se sumaron Italia, Hungría y Polonia, quienes rechazan ya sin rodeos los planes de la Unión Europea de ser los primeros en el mundo en cambiar la matriz energética, ya que ninguno de estos países está en condiciones de asumir el altísimo costo que esto implicaría. La crisis en Europa es cada vez más profunda y los gobiernos, que desde hace un año se ocupan casi exclusivamente de pregonar una retórica pro ucraniana que ya no les funciona, se ven acorralados por las manifestaciones y huelgas permanentes de cada vez más sectores que demuestran que las economías de la región se están desmoronando.

Von der Leyen, que ya se encuentra envuelta en el escándalo que sacudió a la UE luego del Mundial de Qatar, por el que hay varios eurodiputados investigados y altos funcionarios detenidos por enriquecimiento ilícito y malversación de fondos, probablemente no llegue a terminar este año 2023 en el cargo, ya que si no cuenta con el apoyo de Alemania para sus planes “verdes”, se encuentra prácticamente sola ante un escenario crítico y desolador.

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