Se cumplen 80 años de la operación militar “Barbarroja”, el principio de la derrota nazi en la Segunda Guerra Mundial

La invasión nazi a la ex Unión Soviética supuso un despliegue de personas y recursos inéditos, y pretendía la anulación de Rusia como rival en la expansión alemana. Pero la contienda derivó en una carnicería humana y el principio del fin para el Tercer Reich.

El 22 de junio se cumplirán 80 años del inicio de la operación que intentó la conquista nazi de la Unión Soviética.
El 22 de junio se cumplirán 80 años del inicio de la operación que intentó la conquista nazi de la Unión Soviética.

El 22 de junio de 1941, tras ocupar varios países de Europa, la Alemania nazi inició en la Unión Soviética la “Operación Barbarroja”, el sueño de Adolf Hitler que se convertiría en uno de sus peores errores en la Segunda Guerra Mundial, debido a la resistencia rusa y al inclemente invierno.

Para muchos historiadores, las batallas entre nazis y soviéticos, con tanques y aviones ocurridas hace 80 años, no tiene parangón en la historia, a raíz de la cantidad de soldados y del armamento utilizado en la contienda bélica.

Aquel sueño destructivo del führer, basado en ocupar y asesinar a los habitantes de pueblos y ciudades soviéticas, mediante la blitzkrieg (guerra relámpago), empezaría a decaer ante la defensa inusitada de los rusos.

El 9 de enero de 1941, Hitler había dicho: “Después de la destrucción de Rusia, Alemania será inexpugnable”. El objetivo era aniquilar al Ejército Rojo y llegar a los territorios rusos en los Urales y el Cáucaso.

Luego de que los nazis cosecharan una victoria tras otra, las tropas de Rusia, liderada por Joseph Stalin, empezaron a resistir el asedio de los nazis que habían avanzado entre 50 y 60 kilómetros por día.

Lejos de amedrentarse, los rusos bautizaron la contienda como la “Gran Guerra Patria”.

De todos modos, la invasión sorprendió a Moscú ya que el 23 de agosto de 1939 ambos países habían acordado un pacto de no agresión, firmado por el canciller ruso Viacheslav Molotov y su par alemán, Joachim von Ribbentrop.

El 22 de junio de 1941, con bastante retraso de los planes iniciales, se inició la “Operación Barbarroja”, denominada de esta manera por el emperador del Imperio Germánico del siglo XII, Federico I, al que llamaban así por el color de su barba.

Hitler estaba convencido de que las divisiones de tanques Panzer, con el apoyo de los aviones de las Luftwaffe, conquistaría Moscú antes de la llegada del invierno, con más de 3,5 millones de hombres.

Pero, más tarde, los rusos fabricaron en masa el célebre tanque T34, que se convirtió en un símbolo de la eficacia rusa.

La puesta en marcha de una operación militar sin precedentes

Las tropas nazis eran respaldadas por miles de soldados de varios países europeos que habían caído prisioneros: holandeses, escandinavos, rumanos e incluso franceses. También había voluntarios españoles de la División Azul, según el diario La Vanguardia, de Barcelona.

Los alemanes invadieron territorio soviético, sin previa declaración de guerra, divididos en tres grandes grupos de ejército. En las primeras 48 horas más de 2.500 aviones de combate rusos fueron destruidos o inutilizados en sus bases.

Se estima que a mediados de julio, en solo cuatro semanas, los rusos habían perdido 3.500 tanques, 6.000 aviones y casi un millón de hombres. Por otra parte, Bielorrusia y las repúblicas bálticas habían caído en manos alemanas, mientras Leningrado fue cercado y sometido a un cruel asedio que duró hasta enero de 1944.

En el sur, la Wehrmacht encontró más resistencia y la conquista de Kiev, capital de Ucrania, se demoró hasta finales de septiembre, aunque consiguieron capturar a 600.000 soldados rusos, una de las mayores de la historia.

Sin embargo, muy pronto las tropas nazis se encontraron con caminos en mal estado, lluvia y barro que frenaban su avance.

Tras conquistar las ciudades, los alemanes mandaban las unidades de intervención, apoyadas por los servicios de seguridad y las SS, cuya misión era asesinar a la población descontenta.

Durante la invasión de la exUnión Soviética, se estima que más de un millón de judíos murieron en la llamada “Solución Final”, el plan de Hitler para exterminarlos sistemáticamente.

“Patea la puerta y toda la estructura se derrumbará”, había dicho el genocida alemán para justificar el probable triunfo nazi.

Para el historiador británico Anthony Beevor, “no hay duda de que la severidad de aquel invierno fue importante” para provocar la derrota nazi.

Pero, además, Beevor resaltó a la BBC de Londres que Hitler “subestimaba completamente el patriotismo de la mayoría del pueblo soviético, y su rabia y determinación de continuar la lucha”.

Muy pronto los oficiales soviéticos comprendieron que era mejor luchar hasta la muerte que rendirse, y así tener que enfrentarse al mal humor del dictador Stalin.

De todos modos, los rusos retrocedieron y desplazaron las industrias estratégicas hacia el este.

Las tropas del mariscal de campo alemán Fedor Von Bock estuvieron a solo 25 kilómetros de Moscú, la capital rusa, pero tuvieron que retroceder ante las divisiones de refresco ruso.

Cuando Hitler decidió posponer a la primavera de 1942 la conquista de Moscú, la “Operación Barbarroja” empezó a debilitarse, aunque las fuerzas alemanas lanzaron nuevos ataques y avanzaron aún más dentro del territorio de la Unión Soviética.

Sin embargo, fue la batalla de Stalingrado, entre 1942 y 1943, lo que haría cambiar para siempre el curso de la Segunda Guerra Mundial, empujando a los nazis a una derrota inevitable.

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