La intimidad de Enrique Pinti: por qué nunca se enamoró y el intento de abuso de un cura cuando tenía 9 años

Poco se sabe de la intimidad del capo cómico quien en una entrevista aseguró que no conoció el amor porque lo idealizó. Y que en su infancia vivió una situación de terror con un sacerdote.

Nada de corazón abierto. El amor fue su materia pendiente.
Nada de corazón abierto. El amor fue su materia pendiente.

Enrique Pinti falleció esta madrugada a los 82 años dejando una extensa trayectoria de más de 6 décadas en el mundo de la comedia y la actuación. Fue el famoso que supo poner barrera entre su intimidad y los medios. Pero habló sobre el amor y contó 50 años después, sobre un intento de abuso de un sacerdote.

“Nunca me he enamorado, pero me he calentado como pava de lata. Cinco veces por minuto, pero nunca me enamoré de nadie”, afirmó Pinti. “Todo el mundo dice ‘pobre Enrique, es como Borges, que no conoció el amor’. Yo digo ‘¡mirame como tiemblo!’”, contó en una entrevista con El diario de Mariana hace unos años.

“Yo tengo o tenía una idealización del amor, quizá por esos culebrones que miraba mi mamá”, explicó Enrique Pinti.

A pesar de los reveses del amor, puntualizó que no sientía la soledad en su vida: “No estoy solo, estoy rodeado de gente a la que amo y quiero. También uno puede tener sus revolcones, que también te llenan la parte de la líbido”, cerró en ese momento con humor.

No obstante, en otra entrevista, en Clarín, el actor de Salsa Criolla confesó que en su casa no se hablaba de sexo. Y que recién a los 50 años contó cómo un sacerdote quiso abusar de él cuando tenía 9 años. Dice que antes no se animó por temor a que no le creyeran. Y que en su momento su defensa fue el humor.

“Un cura me quiso toquetear en el confesionario. Me dio risa. Tenía 9 años. Era tan feo el tipo y tenía un olor a transpiración que te volteaba. En ese momento, yo era un boludo que todavía no sabía cómo se hacían los nenes. Es un episodio traumático y yo no me río de la gente a la que le pasó eso. El tipo era un cura que estuvo poco tiempo en la iglesia. No se le podía aguantar el aliento a oveja muerta. Los varones nos confesábamos en su falda. El confesionario tenía la ventanilla para las mujeres al costado. Los hombres abríamos la puertita y nos poníamos en la rodilla del cura. De terror la cosa”, narró.

“De repente me empezó a preguntar si tenía malos pensamientos. Y yo, boludo, le dije que sí porque, a veces, pensaba en comer. O que quería matar a mi mamá porque me escondía la comida. Yo pensé que me preguntaba sobre eso. Entonces me empezó a tocar el cinturón. Y yo tenía bien en claro qué era lo que él quería. Me di cuenta de que nada tenía que ver con su función de cura. Lo que más recuerdo es su olor a transpiración penetrando y el mal aliento. Abusador y perverso”, agregó.

Y luego precisó que, tras ese hecho, no asistió más al confesionario: “Por mi actitud, el tipo se dio cuenta de que no podía avanzar demasiado. Lo único que tuve en cuenta fue no volver nunca más las tres semanas en las que estuvo”.

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