Jorge Valdivieso: en el pedestal de ídolos de nuestro país

El ex jockey escribió su historia gloriosa en Buenos Aires, luego de haber tenido que dejar su General Alvear natal con parte de su familia y arriba de un camión de frutas. Laureado en las principales arenas de Argentina, recorrió su vida “desconocida” y habló de los partidos con Diego.

15/12/07
El gran jockey, Jorge Valdivieso, en su última monta, Puchet, se despidió en el hipódromo de San Isidro, tras una larga y exitosa trayectoria en el mundo del Turf.
Foto: Télam
15/12/07 El gran jockey, Jorge Valdivieso, en su última monta, Puchet, se despidió en el hipódromo de San Isidro, tras una larga y exitosa trayectoria en el mundo del Turf. Foto: Télam

Muchas veces se escuchó la famosa frase de que “nadie es profeta en su tierra”, y la misma, le calza justo a uno de los ídolos máximos del deporte argentino de todos los tiempos: Jorge Valdivieso, el mejor jockey de la historia. El rubio de un metro sesenta y cinco pasa casi desapercibido en General Alvear, su tierra natal, y en muchos lugares de la Argentina. Este “desaire” se da por diversos motivos, principalmente porque se desconoce qué hizo tal o cual ídolo. Pero esos héroes son los que, actualmente muestra la televisión o tienen repercusión en alguna red social. Un homenaje merecido, en este caso para Jorge, como en algún momento tuvieron el suyo Monzón, Contreras, Fangio, Locche y Maradona.

Jorge Valdivieso en la historia del turf es el mejor de todos y el más ganador de la Argentina, en un deporte plagado de extranjeros, en su mayoría uruguayos, con quien este alvearense tuvo que competir: Irineo Leguizamo -el amigo de Gardel-, Vilmar Sanguinetti, Pablo Falero, Eduardo Jara y tantos otros. Jorge nació en General Alvear el 1 de abril de 1957, y hoy con 63 años, está en cuarentena como tantos argentinos más. Desde Buenos Aires habló con Los Andes, y confió que en el presente es, entre tantas cosas, comisario deportivo en el hipódromo de San Isidro.

Su historia no conocida comenzó en el Sur mendocino, donde permaneció en diferentes lugares del departamento hasta los 12 años. Sin embargo, el inicio de su vida fue en la Calle 22, de La Escandinava, ¿casa que aún se conserva y que podría pensarse como un museo en honor a Valdivieso?, consultó el periodista. Silencio del otro lado del teléfono fue por unos segundos. “Podría ser, la verdad no sé, no lo había pensado, pero quien dice se pueda realizar. Estoy lejos y no sé ni quien está viviendo”, manifestó no muy convencido Jorge, en la única parte de la nota que hasta cambió su tono de voz.

Los primeros años siguieron en su casa en La Montilla, por ruta Nacional 188, cerca de un desagüe, donde su padre era contratista de la familia Bolañuk: “Aún tenemos buena relación con esa gente, que fue muy buena con nosotros como tantos otras personas” contó el ex jockey. Pero al tener poco trabajo, los Valdivieso decidieron buscar otro rumbo y se marcharon para Buenos Aires. La patriada era difícil para papá, mamá y varios hermanos. En un almuerzo “mi mamá nos preguntó si nos iríamos a Buenos Aires, a buscar trabajo, porque allá no lo tenían y nosotros dijimos vamos, si ustedes lo dicen, entonces juntamos plata en la cosecha con mi mamá, y mi papá por otro lado con mis hermanos juntaron también dinero. Igual nos faltaba, entonces el vecino de enfrente, Andrés Sabio, nos prestó y nos fuimos”.

Ese viaje implicaba muchas cosas, dejar lo que tenían -no era mucho- y buscar nuevos horizontes. Pero se embarcaron. Mamá y Graciela -su hermana- en un colectivo, y su papá, su hermano Mario y el propio Jorge, a dedo en un camión de frutas que iba hacia Buenos Aires. Así emprendieron el sueño de llegar a la gran ciudad. Se instalaron en San Antonio de Padua, en una casa “chiquita, y teníamos dinero para tres meses de alquiler. Cuando llegamos, mis padres y hermanos salieron a trabajar. Antes era más fácil conseguir trabajo. Yo era chico, estaba en séptimo grado. Así comenzamos la nueva vida”.

La leyenda de Jorge Valdivieso aún no era conocida, pero para ser posible eso, algo debía pasar y pasó: “Era chiquito de cuerpo, bajo en estatura, un peso privilegiado, y el novio -en ese momento- de mi hermana, me dijo ‘tenés cuerpo para jockey’. Sabía andar a caballo, pero en el que arábamos en Alvear, nada que ver a uno de carrera. Pero me animé a empezar la escuela de aprendices y mi historia, a pesar de los sin sabores, se empezó a acomodar un poco para llegar a lo que es hoy”. En 1969, comenzó a escribir sus páginas más conocidas. Jorge sufría para poder ir a la escuela de aprendices, vivía lejos, se levantaba a las 3 de la mañana, caminaba 7 cuadras, tomaba el tren, luego un colectivo durante 2 horas y media, hasta llegar al Stud de Palermo. “Era tímido y casi no podía practicar en el caballo. Se acercaba la prueba de admisión y sabía muy poco, para colmo, mi profesor me dijo ‘usted va ser alto y para esto no sirve’. Yo seguí con mis enseñanzas y el día de la prueba final, el profesor se enfermó y llegó otro señor a tomar la evaluación, un tal Irineo Leguizamo. Me vio salir de la gatera con el caballo y me aprobó. Quedé y me dijo ‘usted tiene futuro’ y por suerte no se equivocó, ahí empecé a ser jockey aprendiz”.

El día del debut

Después de un cierto tiempo, Jorge debutó en la carrera de aprendices en Palermo (enero de 1975) y ganó su primera carrera ese mismo año, con la yegua, Es Ramira. Desde ahí comenzó a transitar las 60 carreras que había que ganar para ser jockey profesional, 8 en el primer año (1975), 33 en el segundo (1976) y el resto en 1977.

Su relación con Irineo Leguizamo

La vida de Valdivieso arriba de los caballos estuvo muy ligada a Leguizamo, el gran amigo de Carlos Gardel, porque le tomó la prueba de admisión, ganó su primer Nacional en 1979 con él, y con quien Jorge tiene el récord de 5 Nacionales ganados.

En la actualidad la industria del turf tiene mucha demanda, sobre todo de jockeys, y para pasar de aprendices a profesionales se deben ganar 120 carreras, el doble de antes, aunque se corre mucho más y a veces no están preparados como debe ser: “Nosotros, los locales, damos muchas ventajas con respecto a colegas que vienen de países vecinos. Ellos vienen mejor encaminados, listos para correr, y no desvían su vida en cosas que no sean las carreras”, contó Jorge,

Así como en cualquier cancha de todos los deportes, los aficionados opinan y saben mucho más que los que están compitiendo, el turf no es ajeno a esto y Valdivieso opinó: “Es fácil ganar las carreras desde las tribunas, sentados o parados, y con el diario del lunes, mucho más. Pero no desde arriba de un caballo que a veces supera los 70 kilómetros por hora, sin conocer la pista y menos el rendimiento del animal, que no tuvo quizás conexión con el jinete”.

-¿Tuvo a alguien como espejo para llegar a lo que fue arriba de un caballo?

-Aprendí de todos los jockeys, de Vilmar Sanguinetti, Leguizamo, Eduardo Jara, y de muchos más que a pesar de no ganaron tanto, saqué cosas positivas de sus performances. De todos fue aprendiendo. En Argentina hay muy buenos jockeys, algunos ganan muchas carreras y otros no tantas, pero todos te dejan alguna enseñanza.

-¿Cuál fue la mejor carrera de todas las que corrió?

-Hay muchas que fueron lindas, importantes, pero en todas uno las pensaba distinto y se preparaba para eso. A mí me costaba el peso, bajarlo, tenía mucha ansiedad, sufría mucho para llegar a los 52,500 kg, que era lo que debía tener, sumado a los 450,5 kg del caballo, porque si el caballo tiene 1,2 o 3 kilos de más lo perjudica en el desarrollo de la carrera, no rinde igual, lo hacés sufrir y además uno debe tener una buena condición física, con estos elementos, podés ganar.

Jorge Valdivieso junto a Diego Maradona
Jorge Valdivieso junto a Diego Maradona

Hoy Valdivieso continúa en Buenos Aires, sus padres y su hermano Mario fallecieron, y comparte sus días con sus hijos Jorge Gabriel (31 años), Rodrigo Martín (30) y Sol (19). ¿Ninguno de los hijos siguió el legado que fundó usted como jockey? “No porque mis hijos gracias a Dios podían comer todos los días”. Además están sus hermanos Graciela y Norberto, el mayor que no viajó con ellos en aquel camión a Buenos Aires por que cumplía con el Servicio Militar Obligatorio por esa época.

“Hoy es difícil que se corra y está complicado para todos, porque este deporte le da vida y de comer a más de 260 mil familias. Es una industria grande. Lo malo de esto, como en otros trabajos, es que si no producís no comés. Acá el jockey si no corre, no trabaja, no gana y no come, excepto algunos que pueden haber hecho dinero, que son los menos, quienes pueden pasar la pandemia de una mejor forma. La mayoría no pueden hacerlo”, cerró Jorge Valdivieso, quien disputó su última carrera en diciembre del 2007, en el Carlos Pellegrini, donde entró segundo,. Hoy, desde Martínez (San Isidro) rememoró su vida y sigue buscando nuevos objetivos, como cuando salió de Alvear arriba de un camión de frutas para convertirse en ídolo del turf argentino.

Sus inicios: Puso primera en Palermo

El ex jockey alvearense arrancó su trayectoria un 17 de enero de 1975, en el Hipódromo de Palermo, donde arribó segundo sobre la monta de Navideño Indio. Su primer triunfo fue el 3 de ese año, montando a Es Ramira, en la misma pista.

El top five de sus mejores “montas”

Valdivieso destaca a los mejores caballos que corrió: Mat Boy (ganó en EE.UU el Widener Handicap G1) y el Gulfstream Park (Handicap G1), I’m Glad (Pellegrini ’81), Fain (Pellegrini ’86) y Refinado Tom (Triple Corona de Argentina en 1996).

El retiro y su nueva actividad

Se retiró el 15/12/07 en el Hipódromo de San Isidro, arribando segundo en el GP Carlos Pellegrini. Ahora es entrenador de importantes caballerizas, como: Cal Ramon, Comalal y La Biznaga. Además, es el cuidador del stud haras Los Patrios.

Su cuenta pendiente con Maradona

“Hoy que no corro, devuelvo atenciones a los que me ayudaron. Los veo o llamo por teléfono, pero aún le debo el llamado a Maradona, con quien teníamos un caballo (Persuasivo Fiz) que compró junto a Juan Carlos Bagó. Yo lo corría y ganamos cuatro carreras. Hay que conocerlo bien a Maradona, quien fue a visitar al sanatorio en una de las 15 fracturas que tuve e incluso jugábamos al fútbol. Una vez perdimos un partido y les dije que iba a traer un amigo para mi equipo, aposté un asado que ganábamos y llegué con Diego. No lo podían creer y ganamos con baile incluido”.

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