El Tomba de Diego Flores, un equipo de autor y con sello propio

Convencer: conseguir con razones y argumentos que una persona actúe o piense de un modo determinado. Con su habitual claridad conceptual, en medio de los elogios hacia dos de sus discípulos (uno de ellos el actual DT de Godoy Cruz), hace unos días Marcelo Bielsa ofreció otra declaración de principios en medio de una conferencia magistral en su estadía en el Leeds United.

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“Los entrenadores son buenos si pueden convencer y si pueden dar órdenes que se sigan. El conocimiento es menos importante que la capacidad de convencer y hacerse obedecer. Hay muchas ideas que triunfan que son muy distintas, pero hay muy pocos entrenadores que triunfan si no logran convencer”, firmado: el “Loco” más cuerdo de todos los técnicos.

Tal cual. Porque a casi un mes de su asunción como entrenador de Godoy Cruz, es justamente esa la sensación que se está experimentando en el Mundo Tomba. Los canales deportivos, las radios y los portales de Internet le dedican más tiempo y espacio del habitual por la revolución futbolística que está causando “El Equipo del Traductor”, el hit que cantaron los propios jugadores tombinos después de dinamitar las ilusiones de los dos equipos grandes de Avellaneda.

Este Godoy Cruz dirigido por un DT que hasta el 31 de agosto pasado era un desconocido para el fútbol argentino, que sacó 10 de los últimos 12 puntos en juego, que eliminó por primera vez a un grande (Racing) de la Copa Argentina y que marcó 16 goles en 5 partidos, está reivindicando un modelo futbolístico que al Expreso le ha dado muy bueno resultados.

Con respecto al ciclo anterior, lo primero que modificó el Tomba fue su actitud. Ambicioso, intenso y protagonista, desde el primer partido ante el Lobo platense el Tomba mostró una faceta más comprometida a la hora de recuperar la pelota en campo contrario. Vigor y energía al servicio de la presión tras pérdida y para sofocar al rival en la salida. A partir de la posesión, se suelta en ataque con una fluidez asombrosa. Un menú que incluye a los laterales (López y Pérez) dándole amplitud y profundidad en el desdoblamiento, volantes internos y mediapuntas llegando para atacar espacios en un contexto de rotación permanente (Burgoa, Bullaude, Ojeda, Lomónaco, Ramírez) que le quita referencias de marca a los rivales.

Más allá de los cuatro goles de cabeza que sufrió (uno de Sarmiento y tres de Racing) en dos partidos, en la faz defensiva ha mejorado ostensiblemente. Ahora se agrupa en no más de 30 metros y achica distancias entre líneas a la mínima expresión. La intensidad que pide el DT no sólo es para atacar. Y una muestra gratis de ello fue el pedido constante para que Valentín Burgoa tapara las proyecciones de Fabricio Bustos en el juego ante el Rojo. A propósito del “Tin”, pasó a ser un jugador de refresco eventual a ser el extremo zurdo que abre defensas y encara en el uno contra uno. Ni hablar de Bullaude, un conductor completo con sacrificio, asistencia y gol.

Godoy Cruz ahora ocupa de manera más racional el terreno de juego. El nuevo posicionamiento de los jugadores “hace más grande la cancha”. Así, aparecen espacios interiores y se generan una mayor cantidad de líneas de pase que le permiten avanzar con superioridad numérica y una intención que ahora luce más definida. El portador del balón casi siempre decide romper líneas, buscar un tercer hombre o atacar un espacio. Una representación nítida de ello es el repaso de todos y cada uno de los 16 goles que lleva convertidos en esta era.

Por todo ello, el Godoy Cruz de Diego Flores se ha convertido en un equipo de autor. Y más allá del idioma que proponga el rival de turno, traduce y lee casi con la fluidez de un nativo.