Abraham Buonarrigo:“Mi sueño es tener una pelea por un título mundial”

Entrevista. Ganador el fin de semana pasado de la faja Fedebol de la AMB, el Turco habló de lo que significó ese primer título, de lo que viene en su carrera y de su anhelo. “Todo es a pulmon porque no tengo esponsores”, dijo.

El mendocino Abraham "Turco" Buonarrigo es el campeón Fedebol de la categoría medio pesado de la AMB! / Gentileza: Ramón Cairo.
El mendocino Abraham "Turco" Buonarrigo es el campeón Fedebol de la categoría medio pesado de la AMB! / Gentileza: Ramón Cairo.

Como todo boxeador, Abraham “El Turco” Buonarrigo sueña ser campeón mundial y mientras espera que esa oportunidad aparezca, ya dio un paso muy importante en su carrera profesional a los 26 años. Logró el título Fedebol de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) en la división medio pesado, una categoría poco habitual en el boxeo mendocino, al superar al bonaerense Wanceslao Mansilla en las tarjetas, tras 9 rounds disputados en el Club Talleres de Gobernador Gálvez, provincia de Santa Fe.

Abraham, así como es de rudo sobre el cuadrilátero y uno de esos fajadores de ley -de esos que tanto atrapan al público pugilístico- que va al frente, que es una persona muy devota y creyente, si es un incansable abonado al gimnasio. Y esta oportunidad de ganar su primer título tiene varias connotaciones para él: “Es lo más importante y se le debo a Dios, porque a él le debo la familia, la salud y el trabajo. Y segundo, desde que debuté como profesional, es algo que venía pidiendo y que finalmente se dio, de pelear por un título y ganarlo. Pero además tuvimos un inconveniente en la ruta y estamos vivos gracias a Dios, cómo no agradecerle”, cuenta el púgil nacido en el Lihué, en Pedro Molina, y que además es devoto de la Virgen de Urkupiña.

Sin dudas que el boxeo terminó siendo el espacio de descarga a esa adrenalina de adolescente hiperactivo que vivía sin frenos y a las trompadas, pero que nunca pensó en calzarse los guantes. Cuando lo hizo, sin dudas que su vida tomó otro giro. Sus inicios fueron en Castelar (Buenos Aires) donde vivió durante un año. Luego estuvo un par más en el gimnasio de Osvaldo Corro y finalmente recaló, hace cuatro, al de Pablo Chacón.

-Finalmente pudiste pelear por un título...

-La verdad es que estoy muy contento. Hemos pasado un buen fin de semana y sabía que no iba a ser fácil. Nunca había peleado a 9 rounds, pero se dio y pudimos ganar y salir adelante porque Mansilla es un boxeador con experiencia y maduro que ha recorrido mucho el boxeo.

-Sentís que se ha dado rápido o se ha demorado esto de pelear por un título

-No sé si tan rápido. Se dio pelear por un título, porque hace tiempo que soy profesional, y le había pedido a Pablo tener un combate como el que tuve. Un día se acercó y me dijo: ‘hay una oportunidad de pelear por un título, pero en medio pesado, ¿querés pelear?’. Sí, vamos, me la juego, le respondía. No iba a dejar pasar esta oportunidad.

-Pero corrés riesgo y regalás kilos de ventaja.

-Es cierto. Tuve que subir dos categorías para pelear. Hicimos un trabajo importante de alimentación como para no perder velocidad, y trabajamos bien en eso. Siempre digo que yo estoy regalando kilos, pero no es cuestión mía. Es que no tengo muchos rivales o no me quieren pelear.

-¿Y ahora qué se viene, han charlado algo con Pablo?

-La categoría medio pesado es muy fuerte para mí, pero lo que quiero es pelear por algún título Latino, Sudamericano, pero en mediano que es mi categoría. Luego pelear por un título mundial es mi sueño. Y cómo sigue esto no me han dicho nada, pero espero que vengan cosas muy buenas de ahora en más. La idea siempre es estar bien preparado, en un ritmo de entrenamiento importante por si aparece algo. No me considero un talentoso, pero siempre me entreno y trato de mejorar, trato de no faltar nunca al gimnasio. La actividad física es salud, hay que mantenerse con mucho ejercicio. Siempre recomiendo hacer deportes, porque el deporte que sea es vida.

-¿Sos un boxeador muy disciplinado con el gimnasio?

-Siempre estoy bien preparado gracias a Dios, por eso agarré la pelea que me ofrecieron para ir a Santa Fe. No tengo problemas con los entrenamientos y además, como te dije anteriormente, no me considero un boxeador talentoso, como esos que se preparan van y ganan. Yo entreno y estoy cuando hay que estar, por eso no trato de faltar nunca a los entrenamiento ni al gimnasio.

El "Turco" con un tremendo derechazo que dejó en las cuerdas a Mansilla. / Gentileza: Ramón Cairo.
El "Turco" con un tremendo derechazo que dejó en las cuerdas a Mansilla. / Gentileza: Ramón Cairo.

-¿Hubo algún festejo familiar cuando llegaste?

-Mi entrenador me dejó al medio día en la casa mi novia y justo había misa en la Parroquia de Urkupiña. Dejé el bolso y así como estaba me fui a darle gracias a Dios, por el resultado y porque todos estuviésemos bien. Le agradecí todo lo que tengo, la salud, la familia y el trabajo, pero le agradecí más que nunca.

-Tuvieron un problema en la ruta. ¿Qué les pasó?

-Sí, la verdad que estamos vivos gracias a Dios, porque cuando estábamos yendo a la pelea, como a unos 30 kilómetros antes de llegar a Santa Fe, habíamos pasado un camión y como a 200 metros pisamos un charco con el auto y dio como tres giros en el medio de la ruta y quedamos enterrados en la banquina, mirando para el sentido contrario de cómo íbamos. Tuvo que venir una camioneta a sacarnos, no podíamos salir. No volcamos de milagro, de lo contrario creo que no la contábamos. Encima yo venía descansando, recostado en el asiento de atrás y sin cinturón.

-Ya diste un gran paso como fondista de una gran velada y compartiste cartelera con Cotón Reveco. Ahora tu apellido empezará a estar en las marquesinas

-Para mí fue un honor, un gran orgullo poder compartir con él Cotón, que es un grande como boxeador y persona, tanto adentro como afuera del camarín. Tenemos una muy buena relación porque entrenamos juntos en lo físico con el profesor Pablo Stahringer, aunque también está Yoni (Jonathan Barros). Siempre ellos me cuentan sus historias, de dónde vienen y lo duro que les resultó llegar. Son dos grandes del boxeo y han sido campeones mundiales. Si ellos han podido porque no puede uno llegar a ser como ellos. Lo de las carteleras, se verá con el tiempo.

-¿Seguís viviendo en el Lihué?

-Soy del Lihué y me crié ahí, donde vive mi mamá, aunque también estuve viviendo un tiempo en el gimnasio de Chacón, pero ahora estoy de prestado en una casa en El Bermejo. Unos amigos me la prestaron porque no recibo ayuda económica de nadie. Hace tiempo conocí a una persona y lo llevaba a entrenar al gimnasio. Un día me invitó a su casa y me dijo: ‘mirá lo que tenemos para vos’ y era un departamentito en el fondo de su casa. Jorge Martínez se llama mi amigo y Claudia su esposa. Me dan un lugar porque dicen que quieren colaborar con mi carrera deportiva, porque yo no puedo pagar un alquiler. Son dos personas maravillosas y buenas, siempre están pendientes por si me llega a faltar algo. Si habría más gente así, seguramente tendríamos una mejor sociedad.

-¿Tenés muchos seguidores Turco?

-Gracias a Dios, un montón_(risas), imaginate que todavía estoy contestando mensajes. Muchísima gente me escribió antes y después de la pelea con Mansilla. La verdad me siento muy querido por la gente, siempre he andado mucho en la calle, haciendo changas y también vendiendo churros. Antes de ser boxeador tenía muchos amigos.

Forjado desde abajo: Una vida dura que cambió gracias al boxeo

La historia de Abraham Gabriel Buonarrigo, el “Turco”, es muy similar a la de la mayoría de los boxeadores. Se abrió camino en la vida a las trompadas. En su infancia en El Lihué, de donde es oriundo, y luego de probar suerte en varios oficios en los que no encajó en ninguno, terminó en un gimnasio de boxeo, donde sostiene que bajó su intensidad de vida. Tras la pelea en Santa Fe, quedó con un récord de 10 peleas profesionales, 9 triunfos -7 por nocauts- y 1 derrota.

“Creo que fue una suma de cosas que me hicieron cambiar, porque vivía a las piñas y un día fui a bailar con un amigo y, por mi culpa, nos terminaron echando del lugar. Siempre recuerdo lo que me dijo: ‘Loco no salgo nunca más con vos’. Eso me dolió y pegó. Ahí largué con el boxeo y también iba a la Parroquia. Empecé a sanar, a calmarme, y de repente dejé de traer problemas. Como dice la ley de la atracción: “Somos lo que atraemos”. Cambié mi forma de pensar y todo cambió”.

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