Los niños de Hitler: la historia de Werwolf, de pequeños exploradores a feroces asesinos

Se conocieron detalles del grupo de menores creados por el nazismo que debían luchar "hasta la muerte".

Los niños de Hitler: la historia de Werwolf, de pequeños exploradores a feroces asesinos
Los niños de Hitler: la historia de Werwolf, de pequeños exploradores a feroces asesinos

El estudiante Kurt Gruber creó las Juventudes Hitlerianas en 1926. Al principio parecía un club de chicos exploradores. Niños desde los 10 años hasta jóvenes de 18 que debían amar el nazismo, realizar mucha actividad física, llevar una vida al aire libre y en el futuro recibir entrenamiento militar.

Al principio fueron 1.000 chicos. En 1927 eran 12.000. En 1930 sumaban 25.000. En la noche del 1° de Octubre de 1932 se celebró en el estadio de Postdam la primera asamblea de la Juventud Hitleriana, en la que habló Adolf Hitler. Al día siguiente tuvo lugar un desfile de la juventud que duró siete horas y media.

Estos son algunos de los datos que se desprenden del informe que publicó Clarín hoy.

Cuando Hitler llegó al poder en 1933 los miembros de las Juventudes Hitlerianas llegaron a ser 107.956. Todavía no era nada. Un año después superaban los 2.300.000. Y sus filas crecían como un hormiguero en plena ebullición. El 1° de diciembre de 1936, el gobierno del Reich promulgó una ley según la cual toda la juventud alemana, dentro de los confines del Reich, quedaba comprendida en la Juventud Hitleriana. Los jóvenes, además de la educación que recibían en casa de sus padres y en la escuela, serían educados allí "tanto física, como intelectual y moralmente".

En 1938 ya eran 7.000.000 y en 1940, cuando se realizó el último control fiable, sus filas estaban integradas por 8.000.000 de niños y jóvenes. Un momento fundamental para ellos repetía todos los miércoles a las 20.15. Los los integrantes de las Juventudes Hitlerianas (incluso los más pequeños, de 10 años) debían escuchar la emisión radiofónica de la “Hora de la Nación Joven”, que se transmitía con puntualidad religiosa por todas las estaciones difusoras de Alemania de manera simultánea.

Avancemos en el tiempo. Corría 1945 y la guerra estaba perdida para la Alemania nazi. Los rusos estaban en las cercanías de Berlín y el fin se olía en el aire junto al aroma de la pólvora, la muerte y la resignación.

Hitler contaba desde un año antes con un grupo de élite: la Werwolf. Un grupo secreto formado por la sección de combate de las Waffen-SS. Con una única misión: resistir, costara lo que costara, al avance aliado. Su entrenamiento se basaba en tácticas de guerrilla. Pero las temibles Waffen- SS, en 1945, estaban casi exterminadas y por ello Hitler dio la orden de que niños que como máximo llegaban a 14 años, pasaran a ser soldados de la Werwolf.

Hay una imagen que no pudo ser borrada. Es la de Hitler saliendo de su búnker. Un día antes de su suicidio. El frío pegaba duro en Berlín. El jerarca nazi pasaba revista a una pequeña tropa formada. Lo de pequeña no es metafórico. Eran niños en fila, algunos tiritando, otros, en su posición de firmes, no podían impedir que el agua les saliera lentamente por las fosas nasales, denotando un resfrío no curado.

Hitler, algo tembloroso, los saludaba, ya lejos de aquellas posturas enérgicas y amenazantes. Parecía un abuelo despidéndose. Sabiendo de su final y macabramente, sabiendo del final de esos niños que no estaban con su padres.

Los chicos quedaron combatiendo en las calles de Berlín. El historiador británico Antony Beevor, cuenta en su libro, Berlín. La caída: 1945: "El nombre del Werwolf provenía de una novela de Hermann Löns ambientada en la Guerra de los Treinta Años. Este escritor, muerto en 1914, era un ultra nacionalista transformado en un ícono por los nazis".

El grupo Werwolf fue creada por Heinrich Himmler en el otoño de 1944 tras aceptar la idea que lanzó Martin Bormann y queaprobó Adolf Hitler. Al lado de Himmler quedó Joseph Göebbels, que en marzo de 1945 organizó una emisora de radio y un periódico llamados ambos Werwolf.

La emisora comenzó sus emisiones el 1º de mayo de 1944. Göebbels imprimió un estilo a las emisiones de radio Werwolf similar al que tuvo el diario Der Angriff. Defensor a ultranza del nazismo sin importar nada ni nadie.  Y acuñó su frase: “¡Quien no está con nosotros, está contra nosotros!".

?Los jóvenes de la Werwolf (hombre lobo en alemán) quedaron bajo el mando del teniente general de las SS, Hans Prützmann (y sobre él, el líder de las SS, Heinrich Himmler). Prützmann, luego de estudiar las tácticas de guerrilla del Ejército soviético en Ucrania, las implantó en su grupo. Se especializaron en ataques de francotiradores, incendios, sabotaje y asesinatos, Entre las técnicas utilizadas se incluían matar a los centinelas enemigos ahorcándolos con una soga de un metro con nudo corredizo.

Los comandos estaban formados por grupos de tres a seis hombres y mujeres. La Werwolf organizó la "Operación Carnaval". El blanco era Franz Oppenhoff, un abogado católico al que los Aliados colocaron como alcalde de Aachen y que era el político anti nazi más respetado del país. Dos jóvenes miembros de la Werwolf, Josef Leitgeb y Herbert Wenzel, se infiltraron en territorio ocupado por las tropas estadounidenses, llegaron a la casa de Oppenhoff y se presentaron como aviadores que habían caído tras las líneas enemigas. Cuando el alcalde los escuchaba, Leitgeb le pegó un tiro en la cabeza.

?El grupo cometería otros crímenes resonantes: el del mayor John Poston (oficial de enlace del mariscal de campo Bernard Law Montgomery), el general Nikolai Berzarin (comandante soviético en Berlín) y el general Maurice Rose, el más antiguo oficial judío del ejército norteamericano.

Casi un año después, los Werwolf ya casi no existían. Salvo para Hitler. El 23 de marzo de 1945, con el final inminente, Göebbels pronunció un discurso, conocido como “El discurso Werwolf“, en el que arengaba a cada alemán para que luchara hasta la muerte: "Todos los medios son correctos para dañar al enemigo. Nuestras ciudades en el Oeste, destruidas por el cruel terrorismo aéreo, las mujeres y los niños hambrientos a lo largo del Rin, nos han enseñado a odiar al enemigo. La sangre y las lágrimas de nuestros hombres asesinados, nuestras mujeres violadas y nuestros niños masacrados en los territorios ocupados en el Este, claman venganza. El movimiento Werwolf declara en esta proclamación su firme y resuelta decisión,  indiferentes ante una muerte posible y tomando venganza de cada ultraje que el enemigo cometa contra un miembro de nuestro pueblo, dándole muerte. Cada bolchevique, cada inglés y cada norteamericano serán los blancos a atacar de nuestro movimiento. En donde nosotros tengamos la posibilidad de acabar con sus vidas, lo haremos con placer y sin preocupación de las nuestras. Cada alemán, en el puesto en que se encuentre, que se ofrezca a cooperar con el enemigo, sentirá nuestra venganza. Odio es nuestra plegaria. Venganza es nuestro grito de guerra".

Ya no iba dirigido ?a comandos especialmente entrenados. La Werwolf ahora era un rejuntado de criaturas que no superaban el metro cincuenta, y que comprendieron la palabra muerte, no cuando vieron frente suyo a las tropas rusas y aliadas, sino cuando cada uno de ellos recibió una pastilla de cianuro.

La derrota no cabía en el diccionario nazi y si alguno le daba espacio, debía tener la "dignidad" de suicidarse. En su inocencia robada contaban con otro castigo: la Wehrmacht y las Waffen SS rehusaban entregar municiones y equipos a "unidades juveniles" de dudoso valor práctico. Solo les quedó crear rústicas bombas con latas de sopa de rabo de buey marca Heinz.

Adolf Hitler saludaba al grupo Werwolf fuera del búnker. Las solapas de su abrigo estaban levantadas para enfrentar el frío. Los disparos se escuchaban no muy lejos. Los rusos ya no estaban a kilómetros de distancia sino a cientos de metros.

Frente a su Führer, los niños temblaban. No sabían ni ellos mismos si por el frío o por el miedo. Cuando Hitler se retiró al corazón de su búnker y empezó a pensar que momento sería el mejor para matarse junto a Eva Braun, los niños recibieron la orden de volver a las calles. De combatir. No dragones imaginarios sino tanques. Para ellos ya no había espacio ni siquiera para los sueños.

El fin de la Werwolf fue inevitable. Algunos niños pudieron desertar, otros fueron masacrados por tropas francesas y soviéticas a las que no les importó la edad de sus enemigos.

Interrogatorio a cuatro niños de la Werwolf acusados de atacar las líneas de comunicación aliadas.

Algunos afirman que grupos de niños siguieron luchando contra la ocupación desde sus últimos refugios de la Selva Negra y las montañas Harz hasta 1947 e incluso hasta 1950.

Ya no cantaban el himno de la Juventud Hitleriana que habían aprendido en los campamentos desde los 10 años: “¡Al avanzar nuestra bandera ondea, y símbolo ella es la nueva era!”.

Algunos fueron masacrados, otros desertaron, un grupo siguió luchando, y quien sabe cuántos, habrán abierto el primer botón de su camisa, tanteado el hilo que tenían alrededor de su cuello, abierto el frasquito de metal que colgaba de él, tomar titubeantes la pastilla que allí estaba guardada. Y la habrán ingerido.

Una imagen que se hizo histórica. Un día antes de suicidarse, Hitler salió de su búnker y pasó revista a los niños que luchaban en la Werwolf. Ya no tendrían pesadillas.

(Publicado por Clarín, el 4 de abril de 2019)

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