Lenguaje inclusivo: un debate que no se limita al uso de la x o de la e

El lenguaje no es estático sino que va sufriendo transformaciones que acompañan los procesos sociales e históricos.

Lenguaje inclusivo: un debate que no se limita al uso de la x o de la e
Lenguaje inclusivo: un debate que no se limita al uso de la x o de la e

Estamos en un proceso histórico donde se ha puesto en cuestionamiento la cultura machista y eso significa necesariamente repensar el canal por donde producimos y reproducimos cultura, es decir de construir el lenguaje.

Como la Universidad no está exenta a los procesos que vivimos como sociedad, en el último tiempo la lucha feminista ha estado disputando una transformación, en diversos ámbitos de la institución, tanto políticos como educativos, generando nuevos conocimientos que dan contenido a una cosmovisión que intenta visibilizar una cultura patriarcal y heteronormativa naturalizada. Dentro de estos cambios, se abre camino al debate acerca de la utilización de un lenguaje inclusivo y no sexista en varias facultades y comunidades científicas, que han ido avalando la utilización de estas nuevas formas de expresarse. Partiendo de la base de que el lenguaje no es estático, sino que va sufriendo cambios y transformaciones que acompañan los procesos sociales e históricos (como por ejemplo las palabras que surgen con la aparición de internet y las redes sociales, las cuales son usadas constantemente), es entendible que el lenguaje es dinámico dentro de nuestra cotidianeidad. Si bien como sociedad establecemos reglas necesarias para la comunicación, que buscan homologar el lenguaje, estas reglas no son pétreas, sino que se van modificando constantemente.

Hablar de lenguaje inclusivo no se limita al uso de la x o la e, sino también hay que pensar en la integridad del mismo. ¿Cuántas expresiones o palabras usamos día a día que ponen al género femenino en un lugar de denigración, sumisión o que invisibiliza la presencia de las mujeres y disidencias en diversas circunstancias? Ejemplo de ello son expresiones como: “el color rosado es de nena”, “no seas maricón”, o insultos utilizados siempre en femenino. Si bien es fácil decirlo, es realmente complejo llevarlo a la práctica, entendiendo que vivimos y hemos sido educados/as en una sociedad estructurada patriarcalmente. Pero esto no quiere decir que sea imposible. Es justamente a través de una reflexión personal y colectiva sobre el uso del lenguaje y lo que transmitimos con él, lo que da paso a desnaturalizar expresiones machistas. Es por ello que creo válido que las instituciones tomen un papel activo frente a este debate, porque instituciones como la Universidad pública, considero que tienen como propósito, entre otros, revertir las desigualdades sociales, como lo es la desigualdad de género. Es necesario que se formen profesionales que estén (que estemos) comprometidos/as con la realidad, ya que el día de mañana tendremos la responsabilidad de formar una sociedad más justa, equitativa e inclusiva que revierta las desigualdades que son impuestas a las mujeres y disidencias por el solo hecho de serlo.

Es dentro de la Universidad donde debemos tener acceso a diversas herramientas para que autoridades, personal docente y no docente, y más aún los y las estudiantes podamos repensar nuestras prácticas culturales, entre ellas el lenguaje; y así llevar los conocimientos que adquirimos en nuestro paso por la Universidad hacia los ámbitos profesionales en los cuales nos insertaremos, para lograr conformar una realidad más inclusiva que la que vivimos actualmente.

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