Laurence Debray: “Los franceses tenemos que hacernos cargo de nuestros privilegios”

Presentó en el país una autobiografía donde habla de sus padres y del “Che”. Además, repiensa la política y los movimientos sociales.

Laurence Debray: “Los franceses tenemos que hacernos cargo de nuestros privilegios”
Laurence Debray: “Los franceses tenemos que hacernos cargo de nuestros privilegios”

Llegó a Argentina para presentar "Hija de revolucionarios" (Editorial Anagrama) en la Feria del libro de Buenos Aires que tuvo lugar hace unas semanas. Su apellido es muy familiar para los amantes y los pensadores de la historia del siglo XX, ya que es hija del célebre ex guerrillero y filósofo Régis Debray, acusado por algunos de haber entregado al Che Guevara en Bolivia. Esa acusación fue, justamente, la que motivó la escritura de este libro autobiográfico, narrado siempre en primera persona, en el que su madre, la antropóloga venezolana Elizabeth Burgos, es la otra protagonista de la historia.

En un castellano fluido, Laurence Debray conversó con Los Andes sobre buena parte de los temas que encabezan la agenda de su país: Emmanuel Macron, los chalecos amarillos, los resabios del Mayo Francés y las disputas sociopolíticas entre las nuevas y viejas generaciones.

-¿Estás dispuesta a hablar de política?
- ¡Claro!

- Podríamos empezar por tu opinión sobre las categorías "derecha" e "izquierda"...

- Creo que son categorías que ya están bastante perimidas. Si bien siguen siendo de uso habitual, ya no responden a la realidad concreta de las personas. En Francia, por ejemplo, la extrema derecha y la extrema izquierda podrían unirse...

- Unirse en contra de Macron, cuyas políticas critican...

- Sí. Macron encarna la nueva política, él ha hecho su campaña de una manera completamente nueva, manteniendo contacto con gente joven a través de sus recorridas y también en las redes sociales. Dejando atrás viejos discursos, él ha llevado a mi generación al poder y eso, obviamente, molesta a las a viejas generaciones que se sienten desplazadas, pero así es, el mundo cambia. Macron es un hombre preocupado por Europa que, como sabemos, está atravesando un momento muy malo con gobiernos horrorosos como el de Italia, con cosas como el Brexit o los locos catalanes que se quieren separar...

- Y a esta altura, ¿qué pensás de su gestión?

- Creo que no ha aprovechado del todo bien los primeros cien días de gracia para implementar aún más reformas. Francia necesita reformas, pero los franceses somos muy renuentes a los cambios y nos gusta discutir por todo, de modo que los gobiernos que proponen cambios se encontrarán con la oposición de sectores diversos.

- ¿Qué creés que le faltó concretamente?

- Alguna regulación de los impuestos. Muchas multinacionales pagan muy poco en Francia.

- Ese es uno de los reclamos de algunos chalecos amarillos, un grupo que no te gusta para nada...

- No, en este momento son 5.000 locos que salen una vez a la semana a romper vidrieras (yo ya no salgo de casa los sábados por culpa de ellos) sin tener una propuesta política concreta. Hay demasiados anarquistas infiltrados entre ellos, y también personas de extrema derecha y extrema izquierda. No cuentan con un referente capaz de ir a hablar con Macron, con lo cual, su activismo se reduce al vandalismo.

- Este panorama que planteás no era el de los comienzos...

- No. Al comienzo fue algo de clase trabajadora o baja, gente que tenía su casita y su autito y reaccionó mal ante el aumento de los combustibles que Macron implementó por razones ecológicas.

- El combustible me hace pensar en Arabia Saudita y su conexión con el terrorismo que es otro de los problemas que enfrentó Francia en los últimos tiempos...

- Sí, es una conexión que no puede negarse. Pero también está la responsabilidad individual de los que interpretan mal el Corán y deciden cometer un acto terrorista. Yo no quiero justificarlos, en Francia mucha gente sí lo hace diciendo que han sido desclasados, que fueron expulsados de sus países por guerras, que no tienen buenas perspectivas a futuro, que no han sido integrados.


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- Asumo que tampoco justificás la lucha armada al estilo de la de tus padres...

- No, aunque entiendo que, por ejemplo, acá en Argentina, en los años ‘70, pudo haberse justificado. Tengo claro que mi situación es de privilegio respecto del resto del mundo. Los franceses tenemos que hacernos cargo de nuestros privilegios.

- ¿Es cierto que Jean Luc Mélenchon, el candidato de izquierda con más adeptos, es tu archienemigo?

- Así es. Y no me parece gracioso porque cuenta con el 20 por ciento de los votos, creo que su llegada a la gente joven es preocupante. Él habla de los pobres, pero nunca ha trabajado en su vida, ni conoce la pobreza de cerca.

- Esta descripción que hacés de él me recuerda a otra en la que caracterizabas a los popes del Mayo Francés como viejos que hoy se rehúsan a envejecer cubriendo con sombreros sus canas y sus peladas...

- Es que se resisten a dejar de ser los jóvenes pretendidamente revolucionarios que fueron mucho antes de que tu o yo naciéramos. Están aferrados a las viejas glorias del pasado y entienden la política como una cuestión jerárquica que no tiene nada que ver con el siglo XXI. Mayo del ‘68 no fue mucho más que un mes de revueltas dedicado a cambiar, sobre todo, los usos y modas relacionados a la sexualidad. Veníamos de la sociedad más tradicional de Charles De Gaulle y los jóvenes de aquel momento querían tener sexo libremente y el Mayo del ‘68 fue básicamente eso. Hubo demandas por parte de los trabajadores también, pero lo que se recuerda de ese tiempo es otra cosa. Adjudicarle un espíritu revolucionario es absurdo, fue una movida que duró sólo un mes, en junio ya estaban todos en Saint Tropez de vacaciones. (risas).

- Ahora el feminismo es el que se adjudica la Revolución. ¿Sos parte?

- Para nada. En Francia el feminismo no es nuevo. Existe cierta disputa entre las feministas históricas, que han peleado (y ganado) hace casi 50 años muchos de los derechos de los que hoy gozamos todas y están las chicas que han empezado a hacer denuncias a partir del #MeToo. Yo nunca me sentí víctima de los hombres. Mi madre ha sido un ejemplo de fortaleza extraordinario, al igual que mi abuela, y me han enseñado a defenderme y valorarme. La clave de todo esto, más que la denuncia, es la educación. Yo tengo una hija de 11 años y le enseño a defenderse, le explico que el mundo no es un lecho de rosas y que debemos lidiar con él desde la propia responsabilidad y el empoderamiento verdadero, que pasa por saber defenderse y cuidarse. No me parece que el victimismo ayude a las mujeres porque es como asumir una derrota antes de luchar. Lo que ayuda es la educación, y en el caso de las francesas, darnos cuenta de que tenemos muchos privilegios que no tienen las mujeres de lugares como Argentina, entre muchos otros de América Latina, Medio Oriente o África, con altos índices de pobreza y marginación.

- ¿Qué opinión tenés sobre los inmigrantes, rechazados por algunos sectores de tu país?

- Se exagera el supuesto daño que hacen. Hubo otras épocas en las que eran más los que venían. El problema es que no se integran porque son musulmanes. El problema es el choque cultural.

- Macron se sirvió de las redes con resultados que juzgás de positivos ¿No ves, sin embargo, bemoles en internet?

- Por supuesto. Es una discusión que nos debemos todos la de regular de alguna manera internet. Por ahora es el far west, un espacio en el que todo cabe, desde las fake news hasta el espionaje. Además, es un negocio que está en manos de unos pocos tipos en los que no confío para nada.

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