24 de marzo de 2018 - 00:00

Laura Hart: ojos de agua, miradores de estrellas

La obra de esta artista atravesó países, formatos y experiencias. Un corto de ocho minutos es la producción más reciente de esta secuencia.

“Llueven signos en forma de estrella de la tierra al cielo, del cielo a la tierra”, dice, con una voz que acaricia, Laura Hart. Los antiguos maestros chamanes usaban los espejos de agua para mirar el paso de las esferas luminosas, explica.

Los miradores de la artista visual asociada al arte rupestre, el video documental, la investigación permanente, la docencia, son parte de una dimensión distinta, hermanada en el silencio del cielo abierto con la mismísima esencia, allí donde caben las preguntas infinitas.

Su obra “Ojos de agua, miradores de estrellas” comenzó en 2009, adoptó formas y lenguajes variables, viajó por el mundo y una de sus performances es el eje de su última película.

Laura tomó como punto de partida una práctica arcaica para construir una obra conmovedora y conectada con el mapa celeste y nocturno: “Con una imagen que propone una nueva mirada del sí mismo en la inmensidad del cosmos. La obra es una invitación a la reflexión, a la comprensión de que somos Madre Naturaleza. Más allá de nuestro barrio, nuestro país y nuestra galaxia, somos parte del todo, con la medida que el universo nos da”.

Una secuencia de contenedores de agua instalados bajo cielos límpidos es el escenario estelar donde la artista emplaza estos dispositivos que invitan a la apertura de la conciencia cósmica y que en la experiencia producen un sentir intransferible.

La secuencia “Ojos de agua, Miradores de estrellas” está constituida por imágenes digitales, fotomontajes, dibujos y diferentes formatos de reservorios hechos en piedra tallada, cemento armado, metal, resina plástica o material reciclado, y que en varias ocasiones fueron manifestaciones sin espectadores a las que asistió acompañada por un equipo encargado de documentar lo ocurrido.

Su obra digital se exhibió a modo de mosaico en la Sala Miró de la Unesco en París, en el Parque Central de Mendoza, en el ECA en el Año Internacional de la Astronomía.

Llegaron sus miradores a San Juan, Cacheuta, la Bodega Monteviejo, el Museo Provincial de Bellas Artes Casa Fader, Isla Mujeres y Tulum, en México, y algunas versiones emplazadas en forma permanente en casas particulares. También al Lago de Potrerillos, donde el 21 marzo de 2017 al amanecer, hizo su decimosegunda versión y una performance en homenaje al agua en el equinoccio de otoño.

“La obra fue entonces un momento de memoria y evocación para los del más allá. Apunta no sólo a la defensa del agua, del aire, de la tierra. Es una reflexión sobre el ser humano y la intención del ‘consigo mismo’, de su ‘casa’ y de su medida cósmica. Una invitación a reflexionar sobre las acciones -propias y ajenas- que marcarán los destinos de nuestros descendientes. Se toma conceptualmente la mitología de los pueblos originarios andinos pues ellos veneran al agua como un ser con espíritu propio. Fueron nueve discos colocados en la superficie del lago flotando en silencio en la superficie. En el centro de cada uno, flamas que representan el aliento intestinal de la Pachamama y otros con los ojos observando hacia el cielo”, comparte.

Actualmente, con los registros audiovisuales, Hart se encuentra en la última etapa del videoarte “La mirada perdida”, un corto de ocho minutos basado en la performance y su conceptuación. El rodaje fue realizado en Potrerillos y también en el desierto de Lavalle, con música compuesta y ejecutada por Jorge Martín, y cámaras en manos de Ariel Larriba y Matías Poquet.

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