En la cárcel: la amarga cruz de una condena

A tres años y medio de haber sido condenado por homicidio simple, el exArgentinos Juniors, Luciano Cabral habló de todo.

En la cárcel: la amarga cruz de una condena
En la cárcel: la amarga cruz de una condena

Luciano Cabral vive hoy sus días en el penal de San Rafael, donde cumple condena por un homicidio simple. Este jugador alvearense, que lleva en reclusión más de tres años, aceptó un mano a mano con Agenda Deportiva, programa radial que se emite en General Alvear, donde recorrió sus inicios futbolísticos, sus primeros pasos en Alvear y el salto que lo llevó a brilla en la primera de Argentinos Juniors y luego en Paranaense, de Brasil. A lo largo de la charla, la emoción y el recuerdo se mezclaron, donde también quedó claro que su vida cambió para siempre.

Desde que se encuentra alojado en el Complejo Penitenciario IV, de San Rafael, cumpliendo una condena de 9 años y medio, el exvolante del Bicho Colorado no había conversado con ningún medio. Y durante la charla, repitió en varias ocasiones una frase: "lo que cuesta vale, pero nada es imposible. Y cuando uno quiere, puede llegar. Lo malo es pasajero y confiando en Dios se pueden abrir puertas para mejorar".

Sus comienzos en el fútbol se dieron en la cancha de Pacífico, cuando apenas tenía cuatro años de edad. Sin embargo, el salto de calidad se dio en la vereda opuesta: Andes Football Club. "Durante una prueba, Víctor Doria miraba desde la tribuna y se metió a la cancha: me eligió junto a otros jugadores y, tras pasar varias pruebas, pase a River, donde apenas estuve un año._Después, por problemas de papeles entre los clubes, me volví. Luego llegaría el turno de irme a Argentinos Juniors", contó.

En medio de la charla radial, la producción del programa lo cruzó vía telefónica con un excompañero de Argentinos Juniors, Cristian Ledesma y las anécdotas no tardaron en aparecer. 

"Siempre es bueno recordar de dónde salió uno. A Luciano lo quiero mucho. Lo aprecio no solo como jugador, sino como la clase de persona que yo conocí. Fuí a Argentinos a terminar mi carrerra, con 37 años, y a veces renegaba con él, porque me costaba entender a los más chicos. Él era demasiado vergonzoso y más de una vez lo invité a mi casa: por su timidez, nunca fue", confió el Lobo.

A la hora de analizarlo como jugador, el exvolante central de River Plate y Colón de Santa Fe, entre otros clubes, dijo: "Tiene una gambeta indescifrable. Es de esos jugadores que ya no quedan; con mucho barrio, mucho potrero, pícaro... Ya no se ven jugadores así. Era lindo jugar a su lado; era fácil".

Antes de la despedida, el Lobo tuvo tiempo de de contar que hace más de un año y medio visitó a Cabral en la Unida Penitenciaria, en San Rafael, y prometió que pronto volverá a verlo para repetir las charlas y los mates. "Seguro voy a encontrarme con un Luciano mucho más maduro y con las mismas ganas de siempre", finalizó.


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Cabral y su amor por Dios

Durante la extensa charla, Cabral reconoció que su estadía en la cárcel lo acercó a Dios y siempre le agradeció por no haberlo dejado caer, cuando todo empezó a desmoronarse. "En este lugar no es fácil para nadie el día a día. Por lo que uno va viviendo acá adentro, y por los que nos esperan afuera, uno se aferra mucho a Dios. Solo esperamos la oportunidad de salir y volver a hacer lo que siempre me gustó hacer, aconsejando y anticipando a aquellos que más lo necesiten".

“Soy muy agradecido a Dios porque pude compartir con grandes jugadores que antes los veía por televisión. Uno sueña con enfrentarlos  o jugar con ellos. Yo lo pude conseguir y disfrute de esa oportunidad al máximo, siguiendo los consejos futbolísticos del Lobo y de Román; dentro y fuera de la cancha. Pero también es uno quien toma las decisiones y ahora estoy acá, madurando y cambiando ciertas cosas que me faltaban cambiar. Estoy sacando todo lo malo para poder volver y ser mucho mejor”, explicó.

Durante sus días en el complejo penitenciario, despunta el vicio del fútbol: "hemos formado un equipo. Acá adentro somos 13 jugadores de distintos pabellones y agradezco a las autoridades de la Penitenciaría, que nos apoyan. Esto es importante para volver a reinsertarnos en la sociedad. La cuarentena nos frenó  la pretemporada que teníamos planificada para llevar a cabo".

La amistad con Riquelme

La relación de amistad con Juan Román Riquelme inició antes que con los demás. Fueron los utileros de Argentinos Juniors, Cristian y Lucas Pérez, quienes son muy amigos de varios exjugadores que pasaron por la entidad, quienes ayudaron.

Cabral comenzó a tener contacto con el papá de Román, Jorge, quien lo invitó a darse una vuelta por la casa de Román, donde conoció al ex10 de Boca Juniors.

"Me regaló su camiseta para mi papá, que es hincha de River Plate. Me la dio en la habitación de la concentración, un día que tomábamos mates", recordó Cabral.


Con Román. Cabral tiene una relación con el hoy vicepresidente de Boca.  | Gentileza
Con Román. Cabral tiene una relación con el hoy vicepresidente de Boca. | Gentileza

Después, con el tiempo, el buen jugador alvearense trabaría amistad con el Lobo Ledesma, Matías Caruzzo y con otro mendocino, Adrián Gabbarini. En los entrenamientos,  de a poco, fue rompiendo el hielo que separa a los juveniles de jugadores consagrados. Y entre esos grandes jugadores, tuvo la suerte de enfrentar a Román y luego tenerlo como compañero.

“Ellos nos permitían que uno se acercara y que les hablara, aunque fueran líderes en el vestuario. Nos aconsejaban de forma permanente”, finalizó Cabral.

Su debut en La Bombonera

Con el 'Bichi' Borghi,  tuvo una muy buena experiencia. "Es un fenómeno; como persona y como jugador. Me aconsejo mucho y fue quien se animó a ponerme, con 18 años, en la cancha de Boca".

Luciano contó como la semana previa a aquel partido inolvidable. "Me llamaron Borghi y Domenech y me preguntaron cuando quería jugar. Cuando ustedes, que son los técnicos, digan, respondí. Me dijeron que me iban a llevar contra Belgrano, para cuidarme. Y el jueves, cuando armó el equipo para jugar con Boca, me puso para los suplentes y en la mitad del entrenamiento me pasó a los titulares. Yo no me lo imaginaba. Me dijo que debía juntarme con Pisculichi y darle pelotas a Sand. El viernes, después de la práctica, vi la lista y apareció mi nombre para el partido con Boca. Me lo confirmó el utilero y le conté a mi familia. Cuando llegamos a La Bombonera, nombraron a los titulares, y cinco minutos antes de empezar Borghi me dijo que me cambiara y yo sin poder avisarle a mi familia porque no había señal adentro del vestuario. Al terminar el primer tiempo perdíamos 1-0 y Borghi me apartó y me preguntó que nos faltaba. Tener la pelota, le dije. Entonces prepárate que vas a entrar, me respondió. Y me dijo que disfrutara, que si algo salía mal, era su culpa. Pisculichi marca un golazo, después de una jugada en la que intervine".

La noche en que su vida ya no fue la misma

La noche del 31 de diciembre de 2016 y la madrugada siguiente del nuevo año marcaron para siempre la vida de Luciano Cabral. El jugador, que estaba a préstamo en el Atlético Paranaense desde junio, aprovechó las habituales vacaciones navideñas para regresar a General Alvear, para pasar las fiestas con su familia. Pero todo se truncó en las primeras horas de 2017, cuando Joan Ariel Villegas, un conocido murguero barrial, fue encontrado muerto en plena calle producto de varios golpes en la cabeza.

A partir de ese momento, nada ni nadie pudo torcer el destino que le esperaba: la cárcel. Incluso su propio padre se involucró directamente como el autor material del asesinato para exculpar a su hijo, pero la sentencia no dejó lugar a dudas. La realidad de aquella noche, fue otra.

Finalmente, su papá recibió una dura pena: 18 años. Para el jugador fue más leve: nueve años y medio.

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