Julieta Sagüés, una mendocina premiada por la Unesco

Vive en España hace 15 años. "Todas las mujeres llevan en su cuerpo una historia de abuso”, dice la terapeuta que ganó un concurso mundial.

Julieta Sagüés, una mendocina premiada por la Unesco
Julieta Sagüés, una mendocina premiada por la Unesco

De sus ojos, una luz interna parece reflejarse mientras habla. Su sonrisa ilustra que al dolor lo transformó en buena energía. En sus palabras, cada frase se deshoja para terminar dejando una enseñanza de vida. Julieta Sagüés Molé es mendocina, tiene 35 años y desde hace 15 vive en España, donde llevó adelante un proceso personal de sanación interna que hoy le permite dedicarse a compartir talleres destinados a mujeres que buscan encontrarse a sí mismas para curar profundas heridas.

Muestra ser de esas personas que después de algunos minutos dan la confianza de un amigo. Al escucharla, una se anima a contar sus propias experiencias e inquietudes. De eso se trata su labor, desde que descubrió que en su ser había mucho por descubrir. Dice que a través de los talleres vivenciales que dicta como terapeuta y formadora en técnicas de liberación y expresión corporal, ella misma se sigue sanando.

De allí que haya desarrollado una profunda capacidad de escucha, desde una mirada optimista, que busca romper rígidas estructuras que según concibe, han sido repetidas a través de largas generaciones de mujeres criadas en la cultura patriarcal. También se distancia de las terapias de la ciencia médica tradicional. De hecho, en el marco de su proyecto “socializando mi vida”, ella ha sabido crear métodos que combinan diferentes aspectos de disciplinas y vivencias particulares.

"El objetivo de los talleres es que las mujeres puedan iniciar su propio proceso para sanar su cuerpo y espíritu", dice durante la charla con Los Andes, en el marco de una breve visita a su Mendoza natal.

Sus trabajos se focalizan específicamente a la temática del abuso sexual infantil. De hecho sostiene que de manera transgeneracional “todas las mujeres llevan en su cuerpo una historia de abuso”. Justamente por eso, sus charlas, presentaciones y talleres apuntan a que quienes asisten se focalicen a encontrar su esencia y puedan desprenderse del miedo y la culpa.

“Después de  muchos años de trabajar con mujeres me di cuenta que en todas hay memorias de abuso”, destaca y agrega que por eso es indispensable una educación (escuela y familia) que enseñe a los niños y niñas a que su cuerpo y sus necesidades deben ser respetados por los adultos. Que nadie tiene el derecho de ejercer poder contra ellos”, destaca Julieta.

Instalada “entre Ibiza y Madrid”, tal como expresa cuando se le pregunta dónde vive en la actualidad, Julieta se muestra cómoda, descontracturada y dispuesta a ayudar a las personas a “soltar”. Hace poco, el corto de 2 minutos producido en el país europeo, denominado “Desde el cariño”, mereció el primer premio en el concurso organizado por la Unesco “Dame un minuto de igualdad”. La temática sobre la que versa, es nada menos que la igualdad de derechos entre varones y mujeres.

Lejos de presentar la problemática del abuso sexual desde una mirada que revictimiza a las personas que han pasado por estas angustiantes situaciones, Julieta logra hacer del sufrimiento una herramienta para fortalecer el espíritu, sacar lo negativo y renacer.

Las enfermedades, considera, también son parte de ese grito interior que el cuerpo nos dispara para que hagamos algo, para salgamos del lugar de víctimas para empoderarnos y ser protagonistas del propio cambio.

Todo, ella lo comprobó desde su propia experiencia al sacar de su ser todo lo que le hacía mal. En otro corto, denominado “La revolución Fluorescente”, Julieta ubica a la problemática del abuso infantil en un sitio esperanzador. “No hay que olvidar que nuestro cuerpo siempre opta por la vida, busca salir adelante aún en los peores momentos, incluso en las enfermedades más graves. Ésa es nuestra capacidad de resiliencia”, expresa con una chispa en la mirada que da cuenta de su concepción milagrosa del presente, de la vida que transitamos.

Despojada ya hace varios años de cualquier “atadura”, la mendocina asegura que su conocimiento es más bien intuitivo. Sin embargo, su formación es extensa y permanente. En Mendoza estudiaba trabajo social. “Desde muy chica sabía que lo mío era social”, ríe. Al llegar a España estudió Integración Social, pero también aprendió terapia de la risa y del cuerpo, biodanza, respiración ovárica, alquimia femenina y actuación. De todo ello, más su propia experiencia ha efectuado su propio conocimiento.

En las puestas en escena que realiza en el marco de los talleres destinados a “rentabilizar heridas”, mezcla arte con actividades formativas: por momentos es una payasa y después brinda herramientas  humanas para que simplemente, las mujeres sanen, ser perdonen y se permitan descubrir la verdadera esencia que reposa bajo un “cascarón” de amargura.

De éso de trata “El pekuliar secreto”, tal como ha llamado a ésta actividad a la que asisten mujeres de todas las edades. “A veces ves mujeres que tienen muy deteriorada su salud física pero que su espíritu está intacto y otras que están muy bien de salud pero por dentro no han logrado la coherencia entre el sentir, el pensar, el sentir y el hacer”, comenta en función de su experiencia en el país europeo.

A futuro, a Julieta le gustaría replicar sus talleres en nuestra provincia y de hecho, asegura, es  la primera vez que regresa después de mucho tiempo. Cuando partió de aquí estaba herida; ahora asegura es una persona diferente. “La enfermedad siempre nos habla, nos indica que algo debemos cambiar desde lo emocional para restablecer la salud”, asegura antes de despedirse con un abrazo de por medio y la sonrisa, siempre presente.

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